CULTURA / ESPECTáCULOS › LA CHICANA TOCA POR PRIMERA VEZ EN LA CIUDAD
› Por F.G.C.
"El domingo del eclipse le batió que la quería, le arrancó el botón de arriba, la besó en el corazón. Ahora toma y rebobina; esa noche que llovía la llevó a bailar a Almagro en el Torino marrón (...)", dice en "La bestia potenciada". O, "Vi tu cara blanca pestañeando glamorosa, te veías tan hermosa en la pantalla de TV; no te recordaba tan airosa, profunda y orgullosa, el amor no te ha dejado envejecer (...)". O en Frankenstein: "Mi drama es no tener madre y ser engendro de un padre que ahora reniega de mí, y aunque sin nacer nací sin tener siquiera un nombre soy sólo un remedo de hombre (...)". Sí, de hecho, las letras que Acho Estol escribe con pluma creativa pero conocedora, y que Dolores Solá canta con mesurado tono arrabalero, no son lo que se dice, tradicionales. Pero si las calenturas mortales, las minas que se piantan por uno más guitudo y el edipo eternamente irresoluto del varón de las pampas siguen siendo los mismos que hace cien años, ¿quién se animaría a decir que lo que hace La Chicana no es tango? De todos modos, en el repertorio de esta agrupación que nació en 1995, producto de la asociación de estos dos talentos --que antes habían incursionado, con éxito vario, en géneros tan dispares como el rock, el folklore, el bolero y hasta flamenco-- nunca faltan esos clásicos que siempre, pero siempre, arrancan el aplauso, como "Tinta roja".
"Estábamos muy entusiasmados con lo que estaba pasando en España con el flamenco -cuenta Solá, hablando de sus orígenes como grupo-, esa especie de reconocimiento de las nuevas generaciones y puesta en valor de su música a través de una reinterpretación del género con influencias fundamentalmente del rock; y nos preguntábamos por qué acá no pasaba lo mismo con el tango. El tango había quedado como muy encerrado en sí mismo, como una postal del pasado. Quedaba lo solemne, lo for export y faltaban las letras marginales, el sonido crudo del tango primitivo, el que a nosotros nos gustaba".
También influenciados por el rock, junto al flautista Juan Valverde, el por entonces trío, empezó a aggiornar tangos de Gardel y Lepera, y algunos clásicos a los que supieron ponerle el cuerpo tangueras de pura cepa como Olinda Bozán o Tita Merello. Así, hasta que un buen día alguien dijo que había que animarse a hacer uno de los tangos de Acho. Corría el año 99. "Hicimos 'Farandulera', un tema que a nosotros nos gustaba muchísimo y lo que es mejor: a la gente le gustó muchísimo, y eso que en esa época teníamos un público más tradicionalista. De ahí surgió los primeros viajes, entre ellos, uno a Africa, que nos abrió la cabeza. A partir de ese momento, y con la incorporación de bandoneón y percusión, empezamos a raspar en la cuestión de la 'negritud' del tango, un tema en el que los expertos todavía no se ponen de acuerdo, pero para nosotros era muy importante investigar".
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