CULTURA / ESPECTáCULOS › INTERESANTE FILM IRAQUI, DISPONIBLE EN VIDEOCLUBES
"Las tortugas también vuelan", de Bahman Ghobadi, nunca llegó a los
cines de la ciudad, aunque constituye un ejemplo de obra al servicio
de las buenas causas, en este caso la inutilidad de toda guerra.
› Por Emilio Bellon
Fue el film seleccionado para la apertura del Festival de Mar del Plata del 2005 y cuando su estreno, en junio de este año en Capital Federal, sólo permaneció en cartelera dos semanas. Tal vez este sea el motivo por el cual sólo circula en DVD y en estos días ha llegado esta realización de origen iraquí a los videoclubs de Rosario. Su director, Bahman Ghobadi, nacido en 1968 en la localidad de Baneh y asistente de dirección del ciertamente ya reconocido Abbas Kiarostami (El sabor de la cereza, A través de los olivos, Primer plano). Con este su quinto film, Las tortugas también vuelan, Ghobadi ha merecido premiaciones en los Festivales de Venecia, San Sebastián y Chicago.
En esta historia, que nos ubica en el infierno de la guerra de Irak, y que ha colocado al imperio norteamericano en el epicentro de los hacedores de infiernos, los protagonistas centrales son los niños, por lo que el film adquiere una dimensión de trascendental e inusual alegato. Sobre toda forma de violencia. Y a diferencia de lo que la televisión ha transmitido y transmite, aquí las imágenes de horror se plantean desde una mirada ausente de morbosidad y sensacionalismo, sin apelar a golpes bajos. Las tortugas también vuelan enjuicia ambos frentes de la batalla y, por ende, no sólo el genocidio decretado por Bush sino también las atrocidades del régimen de Saddam Hussein.
El film se abre en el momento en que un grupo de niños huérfanos que sobreviven mediante una riesgosa tarea, esperan ansiosos, y con cierto optimismo, la llegada del ejército norteamericano. Su director ha construido un relato despojado de todo efecto de atracción; por el contrario, ha mirado a estéticas de países afectados por profundas crisis, como la Italia de los años del Neorrealismo. Y en relación a este punto, él mismo ha declarado a la prensa: "Me siento guiado por un espíritu parecido, filmar la realidad sin otra fuente que no sea la propia experiencia. También soy heredero de la tradición cinematográfica oriental, en su aspecto más contemplativo".
Desde el punto de vista de la trama, estamos en este film ubicados en el territorio fronterizo, en una zona de refugiados kurdos, entre Irak e Irán. Allí un grupo de niños, su líder y una recién llegada, apuestan al mercado negro, tras desenterrar las minas del lugar. Y para componer a estos personajes, su director hizo participar a niños no actores. Con la llegada del ejército, el film experimenta un viraje que algunos críticos calificaron de ambiguo, en tanto hay ciertas posiciones que, tal vez, no llegan a definirse.
Pero lo cierto es que la guerra se iguala al horror y al vacío y la experiencia directa, a veces, no permite (mientras ella acontece) distanciamientos. Es el mundo de los ofendidos y humillados y aquí no podemos perder de vista la mirada infantil. El film de Bahman Ghobadi participa tanto de una aproximación documental como de una indagación en al construcción de un relato fílmico argumental.
Si bien asociamos al cine iraní con el tiempo de la mirada detenida, minuciosa, que escruta en tiempo real los diferentes hechos, aquí, desde la mirada de sus protagonistas, y en ese espacio de incertidumbre, por momentos, la velocidad del estallido de lo trágico se adueña de la escena. Y a lo largo de sus noventa y cinco minutos, podemos decir que no hay respiro ni para su jóvenes protagonistas ni para el espectador, quien podrá llegar a sentir impotencia y un visceral sentimiento de repudio.
Ya el film de Roberto Rossellini Alemania año cero (1947) nos acercaba a la degradación de la moral humana desde la perspectiva de un niño, ante el horror de la guerra. Para quien firma esta nota, uno de los film más angustiantes y escépticos de la historia del cine, donde la valoración estética en ningún momento se piensa alejada de la reflexión ética.
En relación con el trabajo con los niños, Bahman Ghobadi comentaba a la revista Fotogramas en febrero del 2005: "La parte más difícil fue trabajar con ellos. Psicológicamente era muy duro, porque estaban muy obligados a revivir en la ficción las calamidades que habían sufrido. Tuvimos momentos muy complicados en los que incluso me planteaba hasta qué punto era justo lo que yo estaba haciendo en ese momento".
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