Mié 03.08.2016
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. LOS PUNTOS FATALES, POEMARIO DE PABLO SERR.

Un mundo hermoso, íntimo y extraño

Publicada por Baltasara Editora, la obra del poeta y traductor rosarino es la primera parte de una trilogía. En este nuevo trabajo, Serr marca un hito en su diálogo entre contemporaneidad y tradición moderna.

› Por Beatriz Vignoli

Artista plástico, lector de Hugo Padeletti y Beatriz Vallejos, el poeta y traductor Pablo Serr (Rosario, 1984) viene sumando una voz potente al linaje regional de creadores en poesía y plástica cuyos puntos más altos ellos dos representan. Y mañana a las 20, en Lúcuma Bar (Zeballos 1165), Serr presentará su tercer poemario, Los puntos fatales (2016), publicado en julio en Rosario por Baltasara Editora tras ganar una convocatoria de la editorial. Además de hablar el autor, la editora y el prologuista, Julia Zampa leerá poemas del libro y el músico Gabriel Hauscarriague dará un breve concierto.

La frase del título alude a los puntos de no retorno que determinan lo irreversible de un proceso. "Este libro es el primero de una trilogía", anticipó Pablo Serr, quien tiene inéditos los otros dos libros: La máquina del corazón y La zona olvidada del mundo.

Con prólogo de Nicolás Najir, dibujo de tapa por Alejandro López y un poema dedicado a la Puerta de piedra en Zagreb (Croacia), cuya bella traducción al croata por Ines Hlevnjak se incluye en el libro, Los puntos fatales marca un hito en el diálogo entre contemporaneidad y tradición moderna que sostiene el autor de El tiempo visible (2014) y De esta ceniza, bajo este sol (2015). Dividido en tres secciones al igual que este último, el libro está fechado en Montevideo en octubre de 2015, costumbre de viajero que ya es una firma. Comparte además un locus común con La promesa de vivir, la novela corta que escribió en coautoría con Marina Maggi y se publicó en capítulos en Rosario/12.

¿Cuál es ese lugar imaginario? Tanto en la novela como en dos poemas de este libro se menciona un aljibe; el aljibe pertenecería a una casa, como comentó el autor a Rosario/12, que se halla "habitada y deshabitada a la vez". Esta paradoja inicial abre muchas otras ("agua seca", "aurora terminal") que se despliegan en el sintagma a modo de un koan zen: "Otra vez lloviendo sin mundo" (p. 60); "Las cosas las llevamos perdidas/ en los bolsillos" (p. 73). Serr habla, como el poeta Héctor Viel Temperley, de una nada que es constitutiva del ser.

Si el sintagma evoca el koan (cuyo ejemplo famoso es la pregunta por el sonido de una sola mano aplaudiendo), el paradigma viene del haiku. Lejos de apropiaciones meramente formales, Serr concentra una imagen en un verso (sobre todo en los largos de la primera parte) y hace restallar verso con verso, armando un montaje de imágenes: "un camino de preguntas/ sobre un puente al otro lado/ la muerte tallada en ceniza". La pista a esta influencia de origen japonés, que a Serr le llega mediada por los dos poetas santafesinos arriba mencionados, se encuentra en dos breves poemas fechados en 2007 y 2009. Otras dos tradiciones modernas que lo nutren son el concretismo de la revista Poesía Buenos Aires (hay un "lejanísimo eco" de Edgar Bayley y otros, admite el autor al referirse a la primera parte del libro) y una más inasible, la de la poesía croata que Serr traduce habitualmente al castellano: vive parte del año en Rosario y parte del año en Croacia.

Verso a verso, a lo largo de 134 páginas, Los puntos fatales nos lleva de la mano de su música a un mundo íntimo y extraño, hermoso y desolado, construido en los intersticios de sentido de esas mismas palabras: una invención, como pedían Bayley y sus amigos. O, como escribe Serr: "una casa... es una inmensidad presa en quien la habita".

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