"Las palabras, las historias, son el medio, son la forma/ es lo que será, lo que nos dirá qué estamos haciendo acá", canta Juan Manuel Godoy en "A las canciones de amor", una de las nueve obras incluidas en El río y su continuidad, quinto disco de Matilda, el dúo de electro-pop que fundó junto a Ignacio Molinos. Y aún cuando la dupla sostiene aquí su estética, concepto y esencia sonora, las palabras (siempre fundamentales en Matilda) encuentran un nuevo marco, donde el pulso bailable cede lugar a programaciones más serenas.

"De alguna manera el disco mantiene la línea que identifica al proyecto, pero creo que suena un poco más reposado que discos anteriores", reconoce Godoy a Rosario/12, y remarca: "Privilegiamos conservar el sonido de la canción tal cual era cuando la componía en guitarra". Responsable de la vestidura electrónica de cada creación, Molinos entiende que "quizás se ve como un disco más maduro, pero en realidad es más tranquilo", y explica: "Lo que nos dio el paso del tiempo es que podemos estar muy relajados. Trabajamos en mi estudio, conocemos las herramientas y nos permitimos poder hacerlo relajadamente. Además, el tiempo pasa y uno va dejando atrás un montón de cosas. Siempre supimos que nunca vamos a ser una banda de estadio, que quizás nunca la peguemos. Entonces es música súper relajada, son las canciones tal como salieron. Se nota relajado porque no hay intenciones ocultas en el disco, no hicimos nada que no quisiéramos".

Sin perder identidad en esa búsqueda por respetar a la canción en su forma primaria, la dupla se permitió relegar el beat bailable de anteriores creaciones. "En otros discos pensábamos que tenían que funcionar en la pista, poníamos las herramientas a disposición del baile. Estas eran canciones que en otro momento quizás hubiéramos arreglado de manera distinta, pero ahora pueden funcionar en cualquier lado, no están pensadas para la noche", reconoce Molinos.

"En este disco priorizamos sacarle el jugo a cada canción sin forzarla para llevarla a determinado género --admite por su parte Godoy--. De alguna manera cada canción podría ser un single por separada, son bastante diferentes entre sí. Teníamos esa idea y nos parecía que estaba bueno hacer un disco menos cerrado. Después en cuanto a las letras y la composición, seguimos teniendo la misma línea desde el primer disco, pero es más reposado, más heterogéneo".

Pensado como un disco que pueda ser disfrutado desde cualquier soporte --"Lo que tiene la música tecno, moderna, es que si no lo escuchás con unos equipos de sonido increíbles, la música puede no decir nada", entiende Molinos--, El río y sus consecuencias reafirma que la búsqueda poética es un aspecto esencial dentro del proyecto. "De alguna manera tratamos que la música pop sea como un pequeño caballo de Troya para poder decir otras cosas que están escondidas en la canción. Que, como quien no quiere la cosa, el ritmo te vaya llevando mientras por otro lado las letras están tirando cosas que no son tan pasatistas", reflexiona Godoy, que concluye: "Nos parece que lo bailable es un buen gancho para decir algunas cosas. Esa ha sido nuestra identidad, hacer un proyecto que apunta a lo pop, a lo bailable, pero desde otra óptica en cuanto a lo que se dice".