CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. CULMINó UNA NUEVA EDICIóN DEL FESTIVAL DE POESíA
Caracterizada por su copiosidad, la XXIV edición del encuentro reunió a cuarenta poetas de diecisiete países, además de lectores, editores, traductores y performers.
Y volvió a reflejar que la actividad poética sigue bullendo en Rosario.
› Por Eugenio Previgliano
Finalmente pasó ya la XXIV edición del Festival Internacional de Poesía de Rosario. Si algo caracteriza a esta edición es probablemente la copiosidad, la superabundancia exuberante y la profusión. Los números son ilustrativos: cuarenta poetas (13+27) de diecisiete países distintos (17), veintisiete mujeres, trece varones (40). En veintiún (21) sedes durante una semana (7 días) en un montón de actividades. Reunión de lectores, escritores, editores, traductores, performers, escuchantes y también curiosos de paso (muchísimos). Lo medular se desarrolló en el Centro Cultural Fontanarrosa y también, ya bien entrada la noche, en el bar Oui.
Según Gilda Di Crosta, participante del encuentro, se puede hacer una primera disquisición caracterizando a los poetas participantes entre "performers" y "no performers". Gilda se incluye en el segundo grupo, en el de los --dice ella-- aburridos. Pero la verdad es que resulta imposible, aún a lo largo de varios días, escuchar a los cuarenta poetas y sus otras tantas lecturas con el mismo nivel de concentración y empatía. Algunos salen ganando, otros pierden solidez en la escucha del espectador agotado de tanta concentración. Quizás por eso es que el público del Fontanarrosa se renueva casi completamente en períodos que tal vez no excedan una hora y la gente entra, sale, vuelve, se va, sin que nunca se materialice, efectivamente, una ausencia. Siempre hay una sensación de estar.
Como para agregarle otro matiz global, en la página del festival hubo una emisión en vivo por streaming que a medida que el evento se desarrollaba iba perdiendo su condición de "en vivo". Se puede consultar en http://www.fipr.com.ar/2016/streaming-en-vivo/, con los cuarenta poetas que, con distinta suerte y estilo, leyeron sus trabajos.
Resulta como mínimo notable que los cambios políticos de los últimos veintitantos años no hayan afectado la realización del festival. Es una política de Estado, se podría decir, pero sin perder de vista que todas las semanas, si no es que todos los días, la actividad poética en Rosario sigue bullendo, tal vez no con la copiosidad superlativa de este encuentro, pero sí con una continuidad firme y sostenida.
Distintos momentos estéticos se manifestaron en este encuentro. Desde los protagonizados por Jorge Aulicino, Rubén Reches o Rae Armantrout (veteranos de muchas performances y de otras cosas), hasta perfomances más puras como las de Talata Rodríguez, pasando por los musicales poemas de Carlito Azevedo, o incluso por la mirada sensible a la naturaleza dentro de lo urbano de la deliciosa Biancamaría Frabotta, la rara inserción de lo político en lo poético de Mara Pastor, la melodiosa evocación de un pasado que no vuelve de Su Chon, la conflictiva cuestión de lo religioso dentro del desgarrador encuentro de culturas en Africa en Alain Lawo-Sukam, o la poética glosa de paseos en bicicleta de la encantadora mendocina Soledad Muñoz.
Sobre mi propia participación no puedo hablar, pero no me alcanzaría el día para abarcar la enormidad del Festival que ya ha terminado. Me queda la alegría de haber participado en esta fiesta, y la certeza de que mientras haya alguien que necesite de la poesía, seguramente habrá quien la ofrezca, como en estos días.
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