Dom 12.11.2006
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS

Don Quijote, un señor de la Mancha sabiamente concebido para el teatro

Tras un largo trabajo de investigación, el autor rosarino
Víctor Zenobi construyó un texto desde el que Don Quijote o
Cervantes mismo, interrogan acerca del destino del hombre.

› Por Julio Cejas

En el marco de un trabajo de investigación que se desarrolló en el Centro de Expresiones Contemporáneas con la finalidad de recordar los 400 años del nacimiento de "El Quijote de la Mancha"; pudo verse este viernes y el sábado, DQ/El señor de la Mancha, escrito y dirigido por Víctor Zenobi. El autor es Profesor de Letras; responsable de las cátedras de Lógica, Semiótica y Literatura Argentina. Autor de ensayos como "Las voces secretas del Martín Fierro" y dos libros de poesía: "Abrupciones" y "Recovecos". La voz de un monje comienza el ritual para despedir a Miguel de Cervantes Saavedra: Alguien que vivió intensamente y padeció infortunios y al que es mejor recordar por su gran obra, esa quijotesca empresa que nos sigue enfrentando con esa mitad Quijote y mitad Sancho que todos en algún momento espejamos.

Zenobi se propone hacer dialogar a Cervantes con sus criaturas; Quijote y Sancho se desprenden de la letra escrita y se permiten interrogar al autor y filosofar acerca de sus destinos de personajes.

Ya no estamos en presencia de la liviandad con la que se ha "popularizado" cierta lectura de este clásico, la reflexión acerca de lo verdadero y lo falso, la memoria y el olvido, instalan la obra del Manco de Lepanto en una perspectiva contemporánea.

El autor pone en boca de Don Quijote un interrogante que se permite sobrevolar los alcances de la literatura misma, ubicándola en tiempos en los que el olvido pareciera ser un fantasma demasiado consistente: "¡Con la escritura se combate el olvido¡".

Lo ficcional aparece entonces como un simulacro para alertar a los hombres acerca de la verdadera representación de sus actos: "La vida es teatro", dice Quijote o Cervantes, mientras Sancho sopesa la calavera de su mulo, interrogándose al estilo de Hamlet en la famosa escena donde se pregunta acerca de la existencia humana.

Una puesta en escena que interviene el espacio del espectador y a manera de cruz abre un sendero por el que atraviesa la palabra de ese monje relator interpretado por Valterio Ciz.

Martín Fumiato y Federico Fernández Salafia serán los responsables de dar vida a los tradicionales Don Quijote y Sancho Panza; alejándose de los modelos que la literatura ha canonizado para lanzarse a descubrir sus cuerpos en función de una estrategia dramática que abrirá el juego a una diversidad de interpretaciones. Gran parte del dinamismo de la obra lo constituye el armado coreográfico realizado por la bailarina Ana Jaime que además participa en la escena junto a Ana Varela. Todo en el marco de la música compuesta e interpretada en vivo por Juan José Nocera, Juan Vidoletti y Juan José Gago. Hernán Itkin en la utilería, Lucrecia Moras y Paola Fernández en vestuario, y Rubén Tealdi en el diseño gráfico.

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