Lun 04.12.2006
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS

El eterno juego del poder desde una crítica visión

El film de Steven Zaillian no es enteramente una remake, pero
sí una más que digna recreación de aquel film de Robert Rossen
llamado "Decepción". La intriga política y el asenso de un hombre.

› Por Emilio A. Bellon

"Todos los hombres del rey"

("All the king`s men"). EEUU, 2006.

Guión y dirección: Steven Zaillian

Música: James Horner.

Intérpretes: Sean Penn, Jude Law, Kate Winslet, Mark Ruffalo, Anthony Hopkins, James Gandolfini, Patricia Clarkson.

Duración: 127 minutos.

Salas de estreno: Monumental, Showcase y Village.

Puntos: 9 (nueve).

Basta con reconocer algunos nombres del cartel actoral de este film, que se presentó en Estados Unidos hace algunos meses, para que el espectador pueda identificar en él a actores que se oponen a la actual gestión presidencial de Bush. Igualmente, su postura decididamente anticonservadora del film, está marcada por el hecho de que uno de los productores ejecutivos de este imperdible film -a mi entender- es James Carville, analista político de la campaña electoral de Bill Clinton. Desde aquí podemos ya afirmar el profundo tono crítico que esta obra propone, que alcanza a enjuiciar comportamientos de estado que trascienden las fronteras del país del norte.

"Todos los hombres del rey" es, en cierta medida, una remake; término por otra parte sujeto, en los últimos tiempos, a interesadas manipulaciones, que hablan de negocios de compraventa, más que de posturas estéticas. Pero en este caso el film de Steven Zaillian, futuro candidato a nominaciones, es una más que digna recreación de aquel film de Robert Rossen (que en Argentina se estrenó como "Decepción" y que recién se conoció en febrero del 56), de título homónimo y merecedor de tres Oscars en 1949, entre ellos mejor film, en los meses inmediatamente anteriores a la instalación de la política maccarthista. Afirman, los historiadores que por este film y su postura cercana al pensamiento de izquierdas, su director, Robert Rossen, debió exiliarse.

Podemos partir de esta consideración ya que en el film, se subraya el año 1954 como año de cierre de la vida de su protagonista, Willie Stark, rol que asume un actor de la talla de Sean Penn, en una caracterización que está dominada por un grandilocuente histrionismo, conforme a la puesta en escena de sus actuaciones públicas. 1954, es, por otra parte, el año en que deja de sesionar formalmente el Comité de Actividades Antinorteamericanas, que llevó a la confección de listas negras, listas blancas y listas grises, según comportamientos de los acusados e inocentes ante acusadores y objetores como Richard Nixon y Ronald Reagan, en sus jóvenes años.

En "Todos los hombres del rey" podemos reconocer en la persona de Willie Stark a tantos populistas y demagogos que han caracterizado y caracterizan a tantos gobernantes. Basada en la novela premio Pulitzer de 1947 de Robert Penn Warren, el personaje de Willie Stark tiene su apoyo en la figura de Huey Long, en los años de la Depresión, en la década de los treinta. A partir de una narración en off, que va planteando diversos cruces temporales, y desde la voz de un joven periodista, vamos reconstruyendo el ascenso y triunfo de un tesorero de un condado de Luisiana que un día decide hacer públicas sus sospechas sobre actos de fraude. En esa primera actitud, que irá llenando parcialmente plazas y kermesses, su figura irá creciendo, secundado por un grupo de hombres que actúan como un eco de su propia voz.

En un recinto estatal, con el emblema del Estado de Luisiana en forma circular, en un espacio en el que se escuchan voces de alarma, gritos de manera desdibujados, se abre este film que participa de un universo de sombras que se van proyectando desde la misma figura del ahora candidato a gobernador, sometido, igualmente, y en sordina a otras voluntades. Es el juego del poder el que está en escena y el mismo alcanza a una dimensión shakespereana en la escenificación del mal.

Como en un gran escenario, el telón se va corriendo para mostrar de manera visceral los comportamientos de estos personajes que no reconocen límites en sus ambiciones. En un juego que el tiempo va proponiendo en sus quiebres, el ex-periodista, ahora devenido secretario privado, deberá jugar sus propias situaciones de desafío, a costa de violentar su propia historia personal. El film de Steven Zaillian participa de un entramado de tela de araña, tal como el "Nixon" de Oliver Stone iba armando y simultáneamente, la búsqueda de testigos para descifrar un enigma por mandato, nos recuerda a algunos pasajes de la memorable y genial "Citizen Kane" de Orson Welles.

La figura de Willie Stark se nos presenta, en un primer momento, como la de un gran idealista, pero cercano a la conducta mesiánica, en su afán por persuadir y mover multitudes por su verdad revelada. Su denuncia será enfatizada a partir del momento en que alguien, captado de entrada en un fuerte contrasentido, le transmitirá que "Dios se metió del lado de Willie Stark". Las campañas electoralistas van mostrando pausadamente un segundo plano en el cual se manifiesta que en la escena del poder todos son marionetas. De ahí el movimiento mecánico y desarticulado que caracteriza al propio Willie Stark en su composición que nos brinda (en el film del 47, era Broderick Crawford), una vez más, Sean Penn.

Pero el film, en tanto reconstrucción de una memoria y de hechos del pasado, no se detiene únicamente en las arenas políticas. Es la voz en off del joven Jack Burden, un expectante y silencioso Jude Law, la que nos lleva a evocar un momento del pasado, que se va repitiendo conforme la progresión del film, en el que tres personajes viven encantados frente a un sereno río. En esta imagen, recurrente en el cine estadounidense y de larga tradición en el melodrama, la que va construyendo la otra historia, la que habla de sus personajes desde las perspectivas sentimentales.

En un clima que por momentos nos lleva a recordar al Elia Kazan de "Al este del paraíso", particularmente en lo que define al universo de la madre de Jack (Kazan, figura controvertido en aquellos años de persecuciones; nombre ligado a sus delaciones), "Todos los hombres del rey" se va armando como un puzzle, que nos va llevando al centro del laberinto, donde el poder sigue moviendo sus mandíbulas. Y en esta dirección, acá tampoco hay límites no cese de acciones; cada uno vale, para él, Willie Stark, lo que su propia megalomanía le impone y le hacen creer los que lo rodean.

Sería redundante afirmar que este film es un film de actuaciones y de caracteres, con fuerte sostén en lo verbal y que hay nombres de por sí que garantizan excelencia profesional; pero sería igualmente injusto omitir a los actores que no están destacados como aquellos, tales como James Gandolfini y Patricia Clarkson, al igual que un siempre sorprendente Mark Ruffalo. En "Todos los hombres del rey" la partitura de James Horner está compuesta conforme el modelo del cine de aquellos años y el film, en su conjunto, en una historia que se va develando ante nosotros como un juego de rivalidades y competencias, de desafíos, sobornos y chantajes. De extremas ambiciones. Un relato que se va diseñando, simultáneamente, desde la letra que escuchamos aquella noche en un club nocturno, en la sordidez viscosa del humo, del tango "Por una cabeza".

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