La información de rigor obliga a enunciar algunos puntos precisos e ineludibles: después de cinco años, el retorno de Manu Chao a Rosario se concretará esta noche a las 21.30 en el Anfiteatro Municipal y no se suspenderá por las lluvias que acompañan ineludiblemente a la Feria de las Colectividades. Al margen de esos datos certeros, no es mucho lo que se sabe acerca de esta nueva visita del ex líder de Mano Negra a la ciudad aunque, de hecho, es probable que tampoco sea necesario.

Porque así como muchos de los miles que en el 2000 invadieron ese mismo espacio pensando en las climáticas creaciones de Clandestino, se encontraron con una composición única y frenéticamente bailable. Esta vez los antecedentes inmediatos dicen que el parisino --nacido en la Ciudad Luz a principios de los `60 como la semilla intercultural de un padre gallego y una madre vasca-- volvió a la capital francesa para inspirarse en los textos que dieron vida al libro Siberie M'Etait Contéee, posteriormente convertido en disco. También que las calles de Barcelona (su ciudad adoptiva) lo encontraron girando por los bares, desarrollando músicas junto a algunos de los miembros de Radio Bemba, el colectivo que lo rodeó cuando la magia de la Mano Negra se instaló como un recuerdo grato.

Tal vez por esa constante mutación es que, dicen, la música del francés no es más que un pastiche de ritmos internacionales encolados al ritmos del reggae y el ska. ¿Pero no es acaso Manu Chao un auténtico exponente de aquello que mercantilmente dieron en llamar world music y que, en definitiva, no es más que una mirada generosa y respetuosa de las músicas de diversas latitudes? Porque así como la sensacional Mano Negra se transformó en una base de operaciones multiétnica, como solista (y aunque nunca solo) el francés mantiene ese espíritu musicalmente globalizador, comprendiendo al término desde su costado de enriquecedora interacción cultural.

Y así como históricamente a su figura se la vio por los barrios marginales de las distintas latitudes por las que lo ha llevado su arte, respaldando en cada una causas diversas, Chao también se paseó por la Cumbre de los Pueblos. Allí, dicen, se hizo de un tiempo para dialogar con Diego Maradona en un encuentro que tendría su exposición desde la última gran noche televisiva del 10. Aunque una de sus mayores gracias es la de sorprender aun cuando se sabe que lo suyo son las apariciones sorpresivas, y fue en la plaza Italia marplatense en donde instaló a su Radio Bemba y repasó un set eléctrico y reducido para medio millar de embelezados asistentes.

Sin embargo, no habrá en Rosario demasiado margen para shows relámpago. Al menos el francés presentó como uno de sus únicos requisitos la necesidad de entregarse junto a su pandilla al rito del asado. Y tampoco sorprende, ¿o es posible imaginarse a la troupe interracial degustando cajitas felices con música ambiental? También dicen algunos que la bien delineada postura antiimperialista de Chao se contradice con un bienestar económico evidenciado en tarjetas de crédito internacionales (¿son acaso necesarios los votos de pobreza del artista?). Sin detenerse demasiado en innecesarias deliberaciones, el francés saca provecho de su aura --ésa misma que, cuando adolescente, lo convirtiera en mascota de la pandilla del barrio de Sèvres-- y saca a la luz a las músicas del mundo, como en el caso de Amadou y Mariam, dos fantásticos músicos oriundos de Mali. "Los está descubriendo mucha gente y estoy feliz de haber participado en eso", dice, ahora sí, Manu en medio de la jugosa entrevista publicada este último jueves en el No.

Es quizás allí, en el suplemento de este diario y en la única entrevista concedida por el francés previo a su arribo a la Argentina, donde se encuentran diseminadas las respuestas a algunas de las preguntas antes enumeradas. Las claves para comprender los cómo y los porqué de ese pequeño tifón multicultural que esta noche hará estallar al De Nito.