CULTURA / ESPECTáCULOS › ESCULTURAS DE DANTE TAPARELLI EN EL CCBR
Escenógrafo, diseñador de modas, director de diseño e imagen urbana de la Municipalidad, desde sus desfiles de moda residual hasta sus "ex culturas", Dante Taparelli es más que un artista plástico de Rosario: es una fuerza cósmica, es una alquimia transformadora que redime objetos y rituales olvidados. Hasta el 21 de abril, en las tres salas de la planta baja del Centro Cultural Bernardino Rivadavia (Plaza Montenegro, San Martín y San Juan) puede verse El pulso (una mirada en volumen de las primeras imágenes del S. XXI), su primera muestra individual en una década.
Un inmenso corazón coronado contra un telón rojo, titulado "Amor en venta" reina en el centro de la primera sala. A su alrededor se distribuyen quince expresivas figuras compuestas por fragmentos de objetos encontrados. Una diminuta mecedora enjaulada reformula ternuras cotidianas en clave surrealista. Hay danzarinas de caderas gruesas y piecitos invisibles como las Venus neolíticas que fascinan al artista desde niño. Otra tiene muchas piernas y ninguna cabeza, pero se levanta coquetamente las faldas, dejando ver unos botines victorianos rojos y gastados; un tercero porta cuatro brazos de aspas de ventilador semejantes a las alas y los élitros de alguna libélula.
Cada uno de estos personajes tiene una actitud que le es propia, un carácter: cada uno podría protagonizar su propia novela, o su propio cuento. Todos tienden al dinamismo; los habitantes del planeta Taparelli están siempre al borde del gesto, a punto del vuelo o del salto. Es maravilloso imaginar qué milagros haría el arte de la animación con estas criaturas, si alguien se anima.
La más sugerente de todas las obras en este sentido es "Pequeños", su instalación de esculturas blandas que, casi abstractas, evocan no obstante una camada de pingüinos extrañamente atigrados. La vivaz impresión que dan de ser un grupo de animales se debe a la actitud bien definida de cada una de estas formas. Ubicados en la tercera sala, estos "pequeños" (¿pequeños qué?) son enormes y ganan en expresividad gracias a su economía formal y su síntesis. Esta obra despierta ternura y deseos de cuidar la frágil y amenazada naturaleza del planeta.
Sentimientos nobles de diversa índole, ya no de protección de lo aún vivo sino de piedad funeraria, surgen en la segunda sala ante "Las perlas de Ofelia", un manto de 30.000 botones de nácar que constituye un homenaje a las víctimas de la represión dictatorial. Ofelia es un símbolo clásico del sufrimiento y la muerte del inocente. Enloquecida de pena por la muerte injusta e impía de su padre Polonio, Ofelia, la novia adolescente de Hamlet en la famosa tragedia de Shakespeare, se arroja al río rodeada de sus flores y el peso de su manto la arrastra al fondo. Taparelli reemplaza las flores por perlas y el arroyo danés por el Río de la Plata. Esta obra ya se mostró en otras ocasiones pero sobre una base negra; en la presente muestra, más teatral aún, la base es roja.
En estas dos salas se revela una rica síntesis entre el arte de la escena y el arte de la moda, ámbitos que nutren la obra plástica de Taparelli otorgándole una singular originalidad.
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