Fueron imágenes, las de su propio recuerdo y las que solía escuchar en los relatos de su marido, las que le dispararon a Liliana Gioia la necesidad de crear Ringo B (campeón sin corona), la obra en la que recrea la vida de ese atrapante hombre de apellido Bonavena. A partir de una rigurosa investigación, la directora logró reunir la irrupción de Ringo en el mundo del boxeo argentino, y su vuelco hacia luminarias más ligadas a lo artístico que a lo deportivo. Su llegada a los Estados Unidos (donde brindaba boxeo de entretenimiento en el mismo escenario sobre el que se paseaban prostitutas y enanos clownescos) y su muerte a manos de la mafia de Nevada son también elementos que alimentan a una puesta que esta noche, y los restantes sábados de abril y mayo, se llevará a cabo desde las 22 en el Complejo Cultural de la Cooperación (Urquiza 1539).

En diálogo con este medio, Gioia reconoció: "Esta vida tan teatral, y con tantos contrastes, me gustaba porque la sentía como metáfora de una Argentina que entra en la tragedia. Porque Ringo muere en 1976 en Norteamérica, que aparece como un lugar que no solamente mata, sino que solventa golpes de Estado". Asimismo, la puesta sostiene el carácter visual que la disparó, contemplando inclusive la apropiación de espacios en la sala: "Todo el teatro está transformado como en un cabaret con mesas, y en el medio del cabaret está el ring. Muchas escenas transcurren en el ring, otras en el escenario y otras en distintos espacios de la sala. Entonces es enormemente visual, pero además el boxeo es visual, el cabaret y el striptease son visuales". Todo ello está presente en Ringo B.

La diversidad de acciones que se desarrollan en la obra pudo ser llevada a cabo a partir de la versatilidad de un conjunto actoral que incluye, entre otros, a Mariano Raimondi, Brenda Zaldívar, Marta Decarlo y en el que reaparece, después de casi dos décadas, Eduardo Vercelli, quien destacó los motivos que lo llevaron a aceptar la propuesta de Gioia: "Yo comencé en el 68 y la última vez que estuve en un escenario fue en el 91, cuando hice La penúltima cena con Norberto Campos. Después por cuestiones de tiempo y ocupaciones personales, me dediqué a otras actividades, de las que me escapaba haciendo cine. Me fui acostumbrando a eso, y siempre que compañeros de teatro me invitaban les decía que no, pero ante esta propuesta automáticamente dije que sí, porque me interesó fundamentalmente lo nacional y popular que tiene".