CULTURA / ESPECTáCULOS
"El método Gronholm" llega este fin de semana a la ciudad. Una obra que destila humor e ironía. "Es un buen teatro, de jerarquía y popular", dijo de uno los actores, el Puma Goity.
› Por Edgardo Pérez Castillo
Escrita en Catalunya e inspirada por el descubrimiento de unos agresivos escritos esbozados por una persona encargada de realizar castings empresariales, El método Gronholm tuvo su adaptación nacional en manos de Daniel Veronese, en la que se demuestra el carácter universal de ciertas costumbres de la precarización laboral. El director apeló a Gabriel "Puma" Goity, Martín Seefeld, Jorge Suárez y Alejandra Flechner para llevar adelante una puesta que, aunque cargada de comicidad, desnuda con ironía y sarcasmo las situaciones a las que deben someterse los profesionales. El resultado podrá apreciarse esta noche, y mañana, en el Auditorio Fundación.
Posible de reconocer como uno de esos actores que, sin encandilarse por las luminarias televisivas, han sabido mantener un equilibrio con lo teatral, el Puma Goity se permite seleccionar obras a partir de su concepción global del teatro, según definió a Rosario/12 cuando relató los motivos que lo llevaron a aceptar sumarse al proyecto de El Método Gronholm: "Esta obra es una de las pocas que uno puede hacer en un circuito comercial pero que realmente baja línea. Es una obra con un humor corrosivo y te diría que hasta molesta. Este tipo de materiales dentro de un circuito comercial es muy difícil de encontrar. Entonces en ese sentido es un privilegio tener un material como El método Gronholm porque me permite hacer un teatro para difundirlo, que sea popular dentro de lo posible, pero sin caer en lo típico del teatro comercial, que son más bien las comedias blancas".
"Aunque no hay mucho de este material, entonces también la gente lo reconoce, y no es casualidad que un espectáculo de estas características esté tres años en cartel --completó el actor--. Es una conjunción muy importante, porque es un buen teatro, entretenido. Que es lo que me gusta a mí. Yo soy de los que creen que a la gente le podés dar muy buen teatro, de jerarquía, y popular, que lo entiendan todos".
-¿Qué cree que está faltando para que el público acepte el grueso de este tipo de propuestas?
-Y... estamos viviendo una época de comida rápida. De hecho, a pesar de que hacemos ferias del libro y qué se yo, realmente los materiales que se eligen para leer son realmente rápidos. Si te fijás qué libros se venden actualmente tienen que ver más bien con la autoayuda, y no con la literatura buena, fuerte, de reflexión. Entonces hoy por hoy la gente apuesta a eso, y es lo que se ve en televisión. Es muy difícil entonces hacer teatro de reflexión, un poco más denso, porque no sé si el público está preparado. O lo han llevado a eso, y creo que tiene más que ver con esto. Pero lo que tiene El método... es que es una obra que realmente tiene mucho ritmo, es muy entretenida, te cagás de risa. Qué se yo, si te querés cagar de risa y no darte cuenta de lo que está pasando también la podés pasar. Aunque generalmente el que la ve en serio no se ríe nada. El que la ve de verdad no se ríe, y el que quiere pasar el rato, lo va a pasar. Esa es la ventaja que tiene la obra. Pero volviendo a lo anterior, tiene que ver con la época que estamos viviendo: comida rápida y la gente que no se detiene a reflexionar o escuchar al otro.
-El humor suele funcionar como catalizador, pero en algún momento el mensaje de El método... debe llegarle al espectador, debe caer la ficha...
-Sí, calculo que sí. Porque en realidad te angustia bastante, más allá de que te cagás de risa. Me ha pasado saliendo de la función y encontrarme con diferentes devoluciones, desde los que te dicen "¡Ay, qué graciosos que son!" hasta tipos angustiados. Una vez salimos y había un gordo hermoso que estaba angustiado y me decía: "Soy ingeniero químico, con un master en Estados Unidos, y fui a una multinacional de neumáticos a hacerme un casting y me hicieron poner sombreros de colores". No lo podía creer el tipo, y la obra refleja eso, es muy actual. Ver a cuatro postulantes de entre 40 y 45 años, profesionales avezados, de muy buena preparación, que han seguido el camino del estudio, la excelencia y demás, sometidos a los tipos de juegos que se hacen es una ridiculez impactante, y ahí está el absurdo de la obra, lo que te causa gracia. Nunca te podés imaginar que esos tipos que ves comiendo en Puerto Madero, todos acartonados, vestidos de cualquier cosa por un puesto de trabajo.
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