Mar 08.05.2007
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS

Funes ya tiene la sala de exposiciones del Museo Cochet

La muestra, que puede verse hasta el 3 de junio, sobresale por retratos, que representan tanto a los seres queridos de Gustavo Cochet, como a personajes del pasado pueblerino.

› Por Beatriz Vignoli

"Tarea cumplida". El domingo último, en el pueblo de Funes, estas dos palabras resumían el sentimiento general. La satisfacción de los vecinos funenses reunidos en la Comisión de Amigos del Museo Cochet (véase Rosario/12 del martes 27 de febrero de 2007) se debía al hecho de haber concretado su primer objetivo: la apertura de la sala de exposiciones. Soportando el frío otoñal de la soleada tardecita, 400 asistentes escucharon emocionados a los oradores del acto llevado a cabo en la esquina de Gustavo Cochet (la calle de la estación YPF) y Avenida del Rosario. (Al forastero que pregunta por esta esquina, cualquier funense le responde: "¡Ah, usted busca el Museo!"). La cinta del corte ritual incluyó los colores de Argentina y los de Cataluña, donde Cochet cumplió un rol importantísimo durante la República Española. Entre los integrantes del público había apenas un puñado de artistas rosarinos; los demás eran vecinos de los alrededores, "gente común", según ellos mismos.

Todos ellos recordaban con cariño y admiración a Zulema, la nuera del pintor Gustavo Cochet (1894 ﷓ 1979) y madre de sus nietos: Silvia, Claudio y Pablo. Silvia vive en Neuquén, donde trabaja como docente; es única heredera del legado Cochet (Claudio y Pablo fallecieron en un trágico accidente de ruta, contando uno 23 años y el otro 14) y es la impulsora de todo este proyecto. Anteayer vio concretada la culminación de sus desvelos y agradeció a la gente de la Comisión. También habló Emilio Ghilioni, arquitecto y pintor, autor del proyecto edilicio de la sala por intermedio de la Secretaría de Extensión Universitaria de la UNR. Contó ricas anécdotas de su concreción el presidente de la Comisión de Amigos, Armando "Chiche" Zunzunegui. Además la curadora de la muestra, la gestora cultural María Eugenia Prece, destacó la coherencia entre este proyecto exitoso de gestión ciudadana y los ideales libertarios del "viejo" Cochet.

Fue idea de Prece el que esta muestra, que puede verse hasta el 3 de junio, fuese de retratos, que representan tanto a los seres queridos del artista como a personajes del pasado pueblerino. Ella también eligió de entre los textos del "Diario de un pintor", de Cochet, aquel que resume el sentir general de los amigos y vecinos, rematado con un contundente: "Yo vivo entre el pueblo y para el pueblo". Algunos de los retratos expuestos fueron prestados por sus dueños, uno proviene del Museo Castagnino y otros son de la colección del artista, que también incluye obras de su hijo Fernando entre las que por ahora se hallan guardadas en la casa. Todos expresan el singular vigor de su trazo, un trazo de dibujante o de grabador aunque se manifestara a través de los pinceles. Pero para los Amigos del Museo que crecieron mirando cómo los pintaba, lo más importante no es su valor artístico sino el recuerdo del retratista y de los retratados en la memoria del memorioso pueblo de Funes. El jornalero honrado y trabajador pero "enfermo de la bebida" que posó mientras el artista lo mantenía quieto convidándole traguitos de ginebra, o el retrato del nieto que quedó inexplicablemente inconcluso, son ante todo para ellos escenas que testimonian la vida del lugar.

"No hicimos esto por amor al arte", destaca "Chacho" Mendoza. Pese a haber levantado literalmente con sus propias manos un Museo dedicado a un artista, "en el mismo lugar donde el artista pintó su obra", como destaca Chacho, los amigos del Museo lo hicieron más que nada por gratitud a la familia. "Ninguno de nosotros viene del arte", coinciden él y Daniel Brignardello, vicepresidente de la Comisión. "Yo soy 'fan' de Zulema", declara Brignardello, cuya esposa, Teresita Gallina, también integra la Comisión; la hija de ambos, Florencia, es su tesorera. La familia vive en la misma cuadra que los Cochet, y Daniel y Teresita desgranan historias. Cuentan cómo Zulema, desinteresadamente, iba a aplicar una inyección al vecino enfermo que le pidiera ayuda a cualquier hora de la madrugada; o cómo el de los Cochet fue el primer teléfono y por lo tanto el teléfono del pueblo (que en aquel entonces era sólo un par de manzanas en pleno campo), siendo Gustavo además socio fundador de la cooperativa telefónica de Funes, Funescoop. Como Funes no olvida su solidaridad, Funescoop donó línea telefónica y alarmas.

La policía provincial se ocupa de que un patrullero pase de noche por el lugar, cuidando el Museo. Entre las donaciones de dos panaderías y la dedicación de las vecinas, se contó en la inauguración con un rico surtido de masas secas para convidar con el café, también obra de ellas. Es que la Comisión retribuyó la solidaridad de Zulema con creces: desde su fundación en 2002, los vecinos y vecinas se han quedado más de una noche despiertos hasta las tres de la mañana haciendo cientos de empanadas para las cenas de recaudación de fondos. "Pelé bolsas enteras de cebollas", evoca Susana, docente. "¿Cuándo va a estar el Museo?" preguntaron durante más de cuatro años los donantes. "Ahí lo tienen", contestan ahora los honestos vecinos con alivio.

"Siento que me saqué un peso de encima. Me imagino lo que son cuatro años para alguien que puso plata y quiere ver los resultados", reflexiona Chacho, hombre sencillo, con más responsabilidad social y compromiso moral que cualquier político de carrera. "Siempre fuimos independientes de cualquier partido o interés político", remarca Susana. "Si quieren, que colaboren, pero que no nos usen para sacar rédito electoral". De hecho, una de las pocas colaboraciones estatales fue un subsidio del Gobierno provincial recibido el año pasado, que permitió terminar la obra (baños, etc.) y lo demás fueron aportes privados, algunos de los cuales se lucieron en la inauguración. El canal de cable de Funes realizó un hermoso video, que, con guión de Silvia Cochet y participación de la Comisión, se proyectó luego de los discursos en una pantalla gigante extendida sobre el muro de la esquina.

Este muro en ochava es particularmente significativo ya que, siguiendo el concepto del arquitecto Ghilioni, lleva la firma de Gustavo Cochet como un "signo de identidad". Los muros exteriores de la sala son sobrios y neutros, grises y bajos, "para no interferir desde la calle la visual del resto que se eleva sobre él" y "para no competir con el cuerpo principal", a saber, el estudio y taller del artista, al que la sala de exposiciones rodea y abraza. El muro de la ochava se eleva para permitir una entrada de luz natural. La otra parte del proyecto es el cuidado de dicho estudio taller. Y los Amigos del Museo sienten que éste recién estará terminado cuando tenga su piso de arriba para llevar a cabo talleres de arte y otras actividades culturales para la comunidad. Este sentimiento fue simbolizado en el momento más emotivo de la inauguración mediante unos árboles que fueron plantados en el terreno de la vereda por el bisnieto del artista y otros niños. "Es porque todos queremos que esto dure", destaca Daniel Brignardello, fabricante de pinceles a quien construir un museo le infundió el espíritu de trascendencia propio del artista. "Que dure y permanezca cuando nosotros ya no estemos".

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