Jueves, 4 de octubre de 2007 | Hoy
CARTELERA › UNA VEZ MAS, SOBRE LA HORA, A CENTRAL SE LE NEGO EL TRIUNFO
Si se quiere, un cierre previsible para un partido en el que el equipo de Ischia terminó nuevamente perdiendo la posibilidad de sumar de a tres en el minuto final. Central luchó en el agua con sanos argumentos pero se volvió a quedar con un empate frente a un pobre Estudiantes.
Por Alejo Diz
2 Central: Alvarez (6); Farías (5), Raldes (5), Ledesma (5), Papa (6); Damián Díaz (4), Borzani (5), Messera (6), Núñez (4); Zelaya (4), Arzuaga (5). DT: Carlos Ischia.
2 Estudiantes: Andújar (6); Barroso (5), Domínguez (5), Desábato (5), Alvarez (5); Enzo Pérez (4), Braña (4), Moreno y Fabianesi (5), Piatti (5); Salgueiro (4), Maggiolo (5). DT: Diego Simeone.
Goles: PT: 14m Moreno y Fabianesi (E) de penal. ST: 28m y 32 Vizcarra (C), 44m Lugüercio (E).
Cambios: ST: 10m Lugüercio por Salgueiro (E), 13m Vizcarra (7) por Zelaya (C), 20m Belloso por Núñez (C), 33m Wilchez por Moreno y Fabianesi (E) y 35m Calgaro por Damián Díaz (C),
Arbitro: Juan Pablo Pompei
Cancha: Central
La lluvia como telón de fondo, y el fango como escenario de juego, hicieron de cada acción un movimiento de esfuerzo, de cada corrida una jugada límite, de cada zambullida un estallido de agua con las patas para arriba de los jugadores. Estas circunstancias hicieron del partido una lucha, una lucha que el canaya revirtió con goles de Vizcarra en el tramo final. Es Central un equipo de sanos argumentos, pero de previsible desenlace. Sus finales ya son un lugar común: con el rival marcándole un gol agónico, a veces para sacarle los tres puntos, y en la mayoría para negarle el triunfo, como ocurrió, obviamente, en la lluviosa tarde de ayer.
Como hizo Banfield, Gimnasia, Independiente o River, Estudiantes esperó hasta los últimos minutos para definir el marcador, que se cerró con un empate que lo tenía lejano durante aquella instancia del juego. En verdad se sabía distante el rescate de una unidad para los platenses por los visto durante el juego.
Con el agua anegando el campo de juego, las condiciones generales del partido se debatieron en repetidas jugadas al límite, con jugadores lanzándose al césped por la imposibilidad de clavar los tapones y charcos cubiertos de verde que engañaban a más de uno.
Lo curioso de todo es que el error, torpe por cierto, no vino en un desliz de botines, sino de una mano, puesta por Núñez justo cuando pasó por su lado un centro de Braña cuando estaba dentro del área. El penal lo pidió Moreno y Fabianesi para marcarle a su ex club con toque a la izquierda de Alvarez, aunque tuvo el cuidado de no gritarlo.
Aquel gol definió los roles de los equipos: Central yendo en tropel al ataque, siempre con jugadas desprolijas, y Estudiantes sacando contragolpes con algunos pocos, bajo la velocidad de Piatti. Alvarez le tapó un mano a mano al vertiginoso punta pincharrata y Zelaya lo perdió en dos ocasiones, la primera con cabezazo cruzado y desviado, y la segunda con frentazo alto. En el medio, Borzani ganó por el segundo palo un tiro de esquina, aunque su remate chocó en el cuerpo de Andújar. Aunque, en rigor, el primer tiro al arco del auriazul apareció a los 30 minutos, con derechazo afuera de Arzuaga.
En el segundo tiempo Central pudo mantener su intensidad física, superando una y otra vez la cortina de agua que caía sobre la cancha. Con Messera más incisivo que Damián Díaz, y ya con Vizcarra en cancha por el irresoluto Zelaya, el canaya fue y fue, provocando desórdenes en el rival y alguna que otra carambola. Fue así como llegó el empate: los zagueros se derrumbaron el pisar más barro que césped, y tras un par de rebotes el balón cayó en Vizcarra, quien dentro del área la tocó de zurda al palo izquierdo.
Central venía de salvarse con un cabezazo de Desábato al ángulo. Pero había perdido el miedo. Apostó el barullo, metió algunas pelotas más en el área y un yerro de Domínguez derivó en asistencia involuntaria al goleador canaya, que otra vez ante el uno definió con toque bajo y cruzado para poner al equipo en ventaja. Restaba por jugarse menos de un cuarto de hora. Tiempo suficiente para que todo el esfuerzo desplegado sobre el anegado campo de juego se diluya en otro final obvio: le empataron en el último centro con cabezazo de Lugüercio.
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