Dom 28.10.2007
rosario

CONTRATAPA

ROSARIO REVISITADA

› Por Por Eduardo Montes-Bradley *

Ayer estuve en Rosario. Fue una visita relámpago. Llegué en compañía de mi padre con el objeto de tomar fotografías del solar familiar y del portón del Palacio Fuentes donde asoma tallada, la imagen de mi bisabuelo, su constructor. El solar de la calle Callao fue alguna vez corralón de Ferrarese Hnos. y Cia. y allí pasé interminables veranos descubriendo primas en lo que parecía un cementerio de torno, fragua, yunque, molino, pesas y contrapesas, gubias, clavos y masas. El lugar olía a aceite y madera, salvo, claro, cuando el viento soplaba del sur y el aroma de los jazmines nos hacía olvidar todo. Lo que allí estaba a mi alcance, habría servido en su tiempo, para erigir ese tan singular pedido del señor Juan Fuentes, hombre gentil el señor Fuentes, hecho desde abajo, como suele decirse, filántropo. De mi bisabuelo, don Enrique Ferrarese, tengo el mejor de los recuerdos: pescador, sobrio, hacedor de corbata roja e ideas al tono. El palacio que construyó en la esquina de Santa Fe y Sarmiento, mucho antes de que yo viniera al mundo (¿dónde habré estado?), fue un lugar encantador, en el estricto sentido. Si algo tengo que reclamar al respecto, por lo menos desde la perspectiva infantil. Fue la imprevisión. Después de todo, cómo puede concebirse palacio sin princesa.

Como venía diciendo, estuve en Rosario. Fue una visita relámpago. Fui con mi padre a sacar fotos del solar familiar que en pocos días será entregado a su comprador después de un siglo de gloria y decadencia. Allí nacieron y vivieron cuatro generaciones de Ferrarese, Montes-Bradley y Rodríguez. Hubieron momentos memorables y de los otros. Entre los primeros, la siesta, el vino, las primas; de los otros puedo evocar la ira de la bestia desatada y su paso por los rincones arrasando con el delicado equilibrio familiar en nombre del soberano milico. Pensaba justo en aquellos turbulentos días cuando disparé la última fotografía antes de marchar. Sé, que de ahora en más, sólo volveré la casa de mis veranos, en la rigidez espeluznante de píxeles encontrados. Eso es el tiempo, lo demás son especulaciones.

Tras cartón, vino un guiso de lentejas a media cuadra de palacio, un vaso de vino y la determinación de llevarme la imagen del bustillo del "nono", el que asoma orgulloso en el portal de su digna creación. No pude. Al intentarlo fui advertido por badulaque, al servicio de dudosa autoridad, que no podían registrarse imágenes del lugar que hoy ocupa una entidad financiera. El simio, intentó justificar su insignificancia. "Mire", dijo el idiota apuntándome con el dedo índice de su mano izquierda mientras con la derecha acariciaba desafiante la obscena culata de su 9mm. "Acá nosotros somos la policía y del edificio no se sacan fotos". Como diría mi amigo mío Juan Madrid en la ciudad que lleva su nombre: "Ante la duda, la más cojonuda". Replegué mis reales a "El Cairo" en busca de refuerzos y regresé con don Nelson, mi padre. Al cruzar el umbral, ambos fuimos escoltados por gorilas﷓macho hasta la recepción. En el recorrido que va desde la noble taberna al digno palacio no pude dejar de pensar: ¿Qué hace la Policía de la Provincia desempeñándose sin uniforme al servicio de una entidad financiera? A medida que nos desplazábamos, noté que los animalitos ponían particular celo en la presencia del níveo nieto del constructor que -al parecer- a sus 73 años constituye una velada amenaza para los centuriones. Creo que tanta la atención dispensada debió haber mitigado la perspectiva del tiempo en mi padre.

Finalmente, frente a la recepcionista, preguntamos por la persona responsable ante quien pudiéramos reclamar las mariconadas del glandular obsceno de la entrada y su novio: Robocop. La recepcionista, un amor. Me atrevo a conjeturar que su presencia estaba justificada en la delicadeza de sus rasgos. Después apareció la sietemesina-superior dispuesta a dar batalla. En la "Unión Provincial" de Sarmiento y Santa Fe, no hay responsables, dijo la tonta﷓fea, la bruja-mala, blandiendo modales secundarios y disculpando a sus superiores por encontrarse "todos en reunión".

Como el lector habrá de suponer, con mi padre marchamos de Rosario sin haber logrado el objetivo de píxeles en píxeles. La cabecilla del véneto-constructor, aquel que se asoma en bronce junto al ingeniero Durán y la osadía del Palacio Fuentes, deberán esperar a mi regreso. Y está bien que así sea: siempre es bueno volver. La próxima, tal vez no aterrice en Fisherton o cruce Oroño tajante. Quizá me aventure por Circunvalación o llegue en barco a contra﷓corriente como mis antepasados. Con un poco de suerte, los cerberos de cuatro cabezas, las bestias, ya no estarán allí para cuidar el río, para celar la unión provincial, para proteger palacio de sus herederos: el pueblo y los turistas con todos sus mega píxeles a cuestas.

* Es cineasta y periodista. Ha realizado diversos documentales sobre escritores, entre los que destacan "Harto the Borges" (1999) y "Cortázar: apuntes para un documental" (2002). Es autor también del libro de cuentos "Soriano. Un retrato". Nació en Córdoba el 9 de julio de 1960 y vivió durante más de 25 años en Estados Unidos. Este texto fue publicado en el blog www.lalectoraprovisoria.wordpress.com

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