CONTRATAPA
› Por Por Rodolfo Raúl Hachén
"Nosotros no festejamos ya el 12 de Octubre como el Día de la Raza. Esta fecha figura en el calendario escolar, pero para nosotros es un día de duelo. Actualmente conmemoramos el 11 de Octubre como el último día de nuestra libertad. Así intentamos trasmitir nuestra historia para que nadie olvide lo sucedido. Éste fue uno de los motivos que me llevó a dedicarme a la docencia. Es necesario que las nuevas generaciones se informen y no crean, ingenuamente, la historia oficial. Mi deber como educador es mantener activa la memoria colectiva aunque, muchas veces, me resulte difícil revivir tanto dolor. Seguimos defendiendo nuestros derechos, nuestra lengua, nuestra cultura, nuestra forma de pensar el mundo, pero aún somos víctimas de la marginación y la pobreza. No somos dueños de nuestras tierras ni podemos acceder a todos los niveles educativos."
Alfredo Gónzalez, maestro de lengua y cultura qom Escuela TAIGOYE'.
La historia oficial, la de los "vencedores" ha hecho del llamado "Descubrimiento de América" y de la posterior "Conquista y Colonización" gestas heroicas que ocultan uno de los genocidios más tremendos de las historia de la humanidad. Las consecuencias de este avasallamiento disfrazado de cruzada civilizadora se observan aún con claridad en la situación de marginación y vergüenza cultural a la que han sido sometidos los Pueblos Originarios de nuestro continente que han logrado sobrevivir.
El propósito era, claramente, erradicar a estas culturas como también pretendieron hacerlo con la quinua. Arrancarlas de la superficie de la tierra como si fueran maleza, fue una de las metas fundamentales de la explotación de América Latina. Lo "salvaje", lo autóctono, debía desaparecer para dar paso al progreso.
Esta embestida del "conquistador" generó en muchos casos movimientos de resistencia que se condensan con claridad en la muy conocida frase "volveré y seré millones" erróneamente atribuida a Eva Duarte de Perón y que fue, en realidad, pronunciada en noviembre de 1781 por el importante dirigente de la rebelión indígena por la liberación (S. XVIII) Julián Apaza Nina Tupac Katari quien murió diciendo: "Solamente a mí me matan, volveré, y como la quinua, seré millones".
La quinua fue, desde entonces, una metáfora de los pueblos originarios y de su lucha. En su arremetida constante contra los sembradíos del invasor, la Pachamama simbolizaba la resistencia de una geografía y de muchas culturas que se negaban a desaparecer. Con este término de origen quechua (quinua o quinoa) se designa a un cultivo que constituye la base de la alimentación de los pueblos andinos desde 5.000 años Antes de Cristo. Era, por supuesto, un elemento sagrado del Incario que, además de su valor proteico y medicinal, servía como ofrenda, en fuente de oro, a Inti, Dios del Sol.
El esfuerzo por terminar con lo que los "conquistadores" entendía como plaga fue cruento, pero infructuoso. Como la quinua, los pueblos originarios vuelven para ser millones, para protagonizar un nuevo Pachakutik (ciclo de 500 años) y ser artífices del cambio.
Julián Apaza Nina (Tupac Katari) nació en 1750 y a los siete años conoció la orfandad. Con el tiempo se dedicó al comercio de bayeta y coca y supo, así, en el deambular de mercader, del dolor de su pueblo.
En 1780 se suma a la lucha de quechuas y aymaras para reclamar la restitución de la tierra usurpada, el restablecimiento de la sociedad de ayllus y la autonomía del mundo indígena.
Un año después, es ferozmente asesinado en la Plaza de Peñas (Q'arq'a Marka), pero antes de ser descuartizado por cuatro caballos proyecta al futuro la promesa de un retorno victorioso. El 5 de septiembre del año siguiente su esposa, la comandante Bartolina Sisa, y su hermana, la lugarteniente Gregoria Apaza son llevadas desnudas a las calles de Chuquigo para ser torturas y asesinadas. Las ataron de la cola de caballos, le colocaron coronas de espinas y, para acallar la voz de Bartolina, le cortaron la lengua, la ahorcaron, la descuartizaron y enarbolaron su cabeza para que cundiera el miedo.
Como los campos de quinua, mil veces quemados, los pueblos aborígenes americanos regresan para ser reconocidos y respetados por sus auténticos valores y derechos. Hoy sabemos que ese cultivo largamente despreciado por los "blancos" es uno de los alimentos más reconocidos por su valor nutritivo. La voracidad de los países imperialistas ha hecho que arremetan, ahora, contra este cultivo con el fin de seguir despojando a los pueblos originarios de sus riquezas.
En 1994, los agrónomos estadounidenses Duane Jonson y Sarah Ward, de la Universidad de Colorado, recibieron la patente número 5.304.718, que les otorgaba el control monopólico sobre la planta masculina estéril de la variedad de quinua tradicional boliviana "Apelawa" y sobre su uso para crear otras variedades híbridas. La ley estadounidense les brinda, así, el derecho a prohibir, a cualquiera, la producción, uso y comercialización de este cultivo sin su expresa autorización. Esta extraña forma "legal" de apropiación de los recursos naturales les da poder total a un par de agrónomos sobre algo que ellos no han creado, producido ni descubierto. La Asociación Nacional de Productores de Quinua (Anapqui) ha pedido la suspensión de esta patente y el no reconocimiento, por parte del resto de las naciones, de este derecho confiscatorio. América resulta, por este y otros muchos ejemplos equivalentes, una geografía rica con una población autóctona muy pobre.
La conmemoración del 12 de octubre no hace más que replicar una larga y dolorosa historia de despojo y muerte de la cual lo Pueblos Originarios de América siguen siendo víctimas.
El famoso "encuentro de dos mundos" fue, en realidad, la puesta en marcha de un plan de exterminio que no finaliza. Repensar la historia oficial desde el lado de las víctimas de este genocidio es tarea de todos. Escuchar las voces largamente acalladas de los aborígenes es, por lo tanto, un mandato impostergable.
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