CONTRATAPA
› Por Por Adrián Abonizio
El pibe mira las horas finales del viernes con una angustia sin par. Sobre la heladera asoman los trofeos que ganó al papi futbol. Tendrían que estar en su pieza pero ya su pieza no es suya, sino del hermanito nuevo más los otros tres. Seis no entran, incluído el Mamado. El, en tanto, duerme en el alero. Frío no hace, cuestión de hacerse un montoncito y aguantar. El asunto es aguantar sin miedo. Como el soldado de las dagas voladoras. Como un guerrero. Siente el ronquido de la casa y eso lo tranquiliza. En la esquina están los pibes con el poxi, la cerveza. A veces los faros de la cana o alguno que huye por los techos lo sobresaltan, pero a lo que más miedo le tiene es al viejo ese que le tocó por adopción y que apareció un día de la nada. Borracho y golpeador. Lo ha fajado a él y a su mamá sin asco. Cuando se ha interpuesto además de cobrar se ha quedado sin jugar al otro día. Y eso lo pone loco: debe defender la prole pero cuidar de no faltar al partido. Su futuro está alli, en ese campito almidonado de los sábados por la mañana. Ha llegado a presentarse con la cara rota pero ni así ha abandonado; ha rajado del vendaval y montado en la bici como una flecha, pero nunca dejó su puesto a otro. Perderlo es perderlo todo. La camiseta está bajo la piedra de la loza de la entrada para que no se queden con la insignia del luchador en caso de una huída desesperada. Qué pena sería sucumbir a manos del pobre imbécil que hace de jefe de hogar. Es un retrasado que tiene a todos retenidos por el terror. Si mi viejo estuviese no solo no dura un minuto en la casa sino que además lo rompe todo. Ya va a llegar el momento de la venganza. Cuando salga le va a contar todo. Por ahora, aguantar. Repasa la formacion con el Chino al arco, de 2 Vicentico, de 3 el Orsi y arriba él de 11, con la rayada al viento. Ya va a huir de esta ratonera llevándose a todos antes de asesinar al viejo boludo, ese ratón repugnante que le quiere impedir ser un crack. Lo otro es otra cosa, es cosa suya: la fortaleza para llegar, sostener las tentaciones lejos... si quisiera se salta la parecita y se pone a chupar con los demás, pero no. Mañana, si no aparece la fatalidad va a jugar. Hacerse fuerte, desafiar la yuta que llega de vez en cuando, al cura que lo quiere arriar, a los mormones aburridos y a las biabas del chupado. Es fuerte. Sabe que es mejor que todos. Contra todo y contra todos. Nació para jugar y va a llegar. Un hijo de puta, un débil, no le va a impedir su sueño. Hay cumbia, en medio del kilombito que suena aletargado siente abrirse la puertita de chapa de la entrada. Sin quererlo tiembla. Viento de peligro. Quisiera estar ya dormido hace rato para no sentir, para no vivir y que todo pase rápidamente hasta las primeras luces en que el bip del despertador del reloj pulsera que tiene escondido dentro del botín derecho donde apoya la cabeza lo haga madrugar, treparse a la bici y llegarse hasta La Virginia, la canchita donde lo van a descubrir hasta llegar bien alto, como vio le sucede a los ex futbolistas en la tele: todos cuentan historias de hacerse de abajo, solo que a ellos parece que ningún viejo los fajaba: por eso se hará más resistente, más bravo, no lo van tumbar así nomás, tumbarse es mariconear, dejarse cortar con un foul antes de entrar al área sin proponerse marear hasta al arquero es una agachada. No se cae así nomas, va a durar, va a llegar, va a ser más vigoroso todavía. El Viejo boludo está llegando, el perro le ladra, ni el lo quiere. Ya lo va destrozar una noche, todo llega. Ve la sombra de laucha del tipo, afuera conversan otros dos malandras. Mala espina. Ve que pasa a su lado sin decirle cosa alguna. Va hacia el borde la heladera, toma los trofeos de bronce forjado en puro, los pone en un bolso, los lleva afuera. Los está cambiando por algo. Regresa con una botella de vino.
Sos fuerte, no llorarás, serás más fuerte aún y te vengarás. Por ahora nada, ya le pisarás la cabeza al mundo, triunfando sobre el paco, la birra y este hijo de puta. Se duerme mirando la medialuna.
El centro vino alto, muy alto pero no se sabe como se estiró en el aire; la mató luego en el pecho y antes que cayera le pegó de volea a lo Ronaldinho. El amanecer le puso alas en los pies y salió muy despacio de la casucha de zona sur, hacia la gloria recién marcada de cal que lo esperaba para vengarse, para ser un poquito feliz en su rabia oscura.
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