CONTRATAPA
› Por Luis Novaresio
Uno: ¿A quién le importa la pregunta en serio? ¿Se escuchan todavía las preguntas sobre los porqués de los porqués, la duda del sentido de todo? ¿A alguien le preocupa hablar de filosofía o del sentido de la vida? Silencio. Y otro silencio.
Aburridos de la oleada paranoide impuesta desde algún inquilino del poder (o incluso, desde un intruso del mismo) que pretende a fuerza de batir golpe por todos lados separar entre buenos y siniestros, progresistas o aristocráticos pétreos, suena insólito mirar hacia los que dirigen esperando una respuesta en serio, fundada, de las cosas importantes de una nación. Aunque suene exagerado, eso es lo que siento, me dijiste. Es cierto que hay poco margen para otro debate que el de las retenciones que parece haber afectado la materia gris sometiendo todo a una pelea en la que uno deba ser humillado. También es cierto que ni vos ni yo (especialmente el que esto escribe) hacemos demasiado esfuerzo para propiciar un encuentro distinto al de una tienda de campaña para ver quién la tiene más larga.
Esta semana hubo una enorme excepción que merecería un acto de homenaje. Y no hablo del resultado final del pensamiento (que podés compartir o no) sino de las ganas de hacer de un magistrado que, como tantos, debe estar aburrido de despachar con unos pocos empleados cientos de cientos de hojas forenses que cierran al pie con el clásico "será justicia" mientras todos sabemos que de la mujer vendada con balanza, bien gracias.
El juez de primera instancia en lo civil y comercial de la 5ta. Nominación de Rosario Ivan Kvasina emitió un fallo notable a la hora de fundamentar un pensamiento que refiere, nada menos, que a la vida. Es cierto: no hizo piquete, no apretó con denuestos, no amenazó ni siquiera levantó la voz. Pero allí estuvo.
Dos: El doctor Josef Breuer recibe al profesor Friederich Nietzsche en su consultorio. El médico vienés le confiesa que soporta, casi en el borde de lo tolerable, su vida con mucho dolor. Alcancé las metas que cualquiera en la vida querría. Soy lo que se esperaba. Un gran médico, algunos dicen que uno de los mejores de estas tierras, estoy casado con una mujer bella, quizá una de las más bellas y dos hijos que me abrazan con fuerza y sinceridad cada vez que llego a casa. Tengo todo eso, le trata de explicar Breuer a Nietzsche. Pero también tengo una opresión a la altura de mi esternón que me orada con toda la fuerza que puede tener la angustia. ¿Yo elegí este modo de vida? ¿Yo quise ser lo que soy, ser el marido que soy, el profesional que soy, el padre que soy? El médico no puede confesar que el mundo de sus fantasías tiene el verdadero sabor de la felicidad. Su paladar existencial de todos los días apenas si distingue dulces y salados. Apenas si se conforma con el amargo de la rutina. Necesito volar de esta vida, casi susurra el médico.
El hosco filósofo apenas si mueve su cabeza cuando lo escucha y cuando le habla. Usted quiere volar y todavía no ha aprendido a andar. Lo primero que tiene que aprender es que usted no se obedece a sí mismo, sino que es regido por los otros. Es más fácil, mucho más fácil obedecer a otro que dirigirse a así mismo. Pero le advierto algo: si de verdad quiere superar eso que usted llama infelicidad general debe estar dispuesto a renunciar al confort. Debe renunciar a las respuestas de lo sobrenatural, de paraísos prometidos, de la esperanza y atarse al querer saber. El que desea perseguir la verdad debe renunciar a la paz de los espíritus.
Y Nietzsche se fue.
Tres: Un ciudadano pidió a la Justicia que se prohibiera la entrega por parte de la Municipalidad de la llamada píldora del día después, conocida para la anticoncepción de emergencia que impide la unión del óvulo y el espermatozoide luego de una relación no protegida.
Más allá del impecable análisis técnico de la formalidad de la presentación (los estudiantes de derecho deberían recortar el fallo y conocerlo de memoria para rendir la ley 10.000 de intereses difusos) el doctor Kvasina se anima a pensar derechos esenciales desde su cátedra de juez. Y lo hace, ¡vaya el milagro entre tanto autoritarismo asentado en el poder!, pensando que no está para enseñar a vivir al prójimo como a él le parece sino garantizando la libertad e igualdad de todos sin dañar a un tercero. Nada menos.
En este tema, dice el juez "también se halla directamente involucrado el ejercicio de otros derechos igualmente protegidos por el bloque de constitucionalidad federal como son el derecho a la salud reproductiva, los derechos sexuales y reproductivos en general y, en especial, los derechos que en ese orden, corresponden a las mujeres, además del derecho de todos los habitantes a un acceso igualitario a los distintos tratamientos disponibles en lo referente a la protección de la salud"
Hay un juez que vive en tu ciudad que cree en el derecho a la sexualidad, a la reproducción y en los especiales derechos de las mujeres. ¿Qué tal?
Y hay más: dice Su señoría citando a una experta que "la salud reproductiva involucrada en el presente caso, abarca la salud psicofísica de hombres y mujeres, así como su derecho a procrear o no". ¿Puede no rendirse un respetuoso gesto de aprendizaje ante lo que dice este juez? Prohibir la píldora en el municipio, dice más adelante el magistrado, haría que quien camine dos cuadras más la consiga en un hospital provincial o con dinero en el bolsillo en un efector privado. Flagrante desigualdad.
Siempre pensé que la Justicia le tenía miedo al placer. Al menos desde sus fallos. Con toda seguridad hay otras excepciones, pero hacía tiempo que no encontraba tanta valentía para expresarlo como en este fallo: "La sexualidad y la reproducción son campos con autonomía propia, que en función de las elecciones individuales pueden interactuar o bien mantener su independencia. Es así que se definió la salud reproductiva como un estado general de bienestar físico, mental y social, y no de mera ausencia de enfermedades o dolencias, en todos los aspectos relacionados con el sistema reproductivo y sus funciones y procesos. En consecuencia, la salud reproductiva entraña la capacidad de disfrutar de una vida sexual satisfactoria y sin riesgos y de procrear (¡Un juez reconoce derecho al placer sin aditamentos ÇheroicosÇcomo propagar la especie!), y la libertad para decidir hacerlo o no hacerlo, cuándo y con qué frecuencia lleva implícito el derecho del hombre y la mujer a obtener información para la planificación de la familia de su elección".
No tengo el gusto de conocer al juez Ivan Kvasina. Pero siento que en medio del bochorno general impuesto para que nadie escuche al que piensa distinto, el hombre merece un reconocimiento especialmente de las mujeres. En el mismo fallo un varón con traje de juez dice que "la problemática aquí analizada repercute directamente en la esfera de derechos de la mujer. Considero imprescindible rescatar la perspectiva de género a la hora de abordar el análisis de las cuestiones aquí planteadas.
La anticoncepción de emergencia, por su propia naturaleza, está destinada a actuar en el organismo de la mujer. Constituye, pues, una problemática que incumbe estrictamente a la esfera de libertad y privacidad de las mujeres. Se halla en juego aquí, pues, el derecho de la mujer que a nadie se le ocurriría negarnos a los hombres a ejercer su sexualidad con los fines que ella misma elija: reproductivos o no". ¿Hay antecedentes de un varón que se anima a pensar que si la píldora del día después la tomásemos nosotros esta discusión no existiría? Casi rayano con la reprimenda esencial y ejemplificadora para los que tenemos testículos el juez dice: "Concretamente, el proceso se desarrolló entre un actor de sexo masculino con un discurso que soslayó, como ya se dijo, toda visión de género; la norma fue defendida por otro abogado también de sexo masculino desplegando un discurso reivindicador de las atribuciones del Estado en esta temática y la sentencia está siendo dictada también por un juez hombre efectuando una ponderación de esos discursos de las partes a la luz de las normas y principios de nuestro ordenamiento. No ha tenido cabida en los presentes el discurso y la perspectiva de la mujer en orden a la defensa de los intereses que, como grupo, titulariza en este tema, siendo que, paradojalmente, el recurso contencioso administrativo sumario busca tutelar intereses de titularidad difusa y colectiva".
Señor Juez. Demoledor.
Cuatro: Irvin D. Yalom es un destacado psiquiatra existencialista, profesor de la Universidad de Stanford que tenía escritos ya siete libros sobre su especialidad cuando decidió incursionar en la ficción. Y lo hizo a partir de su experiencia profesional. Se hizo muy popular entre sus colegas por su Teoría y práctica de psicoterapia de grupo. Yalom, admirador de Dostoievski y Sartre, y lector entusiasta de Carlos Fuentes, entre los hispanoamericanos, se animó a la ficción con un libro que se conoció hace unos años en la Argentina y que ahora llegó al teatro porteño: Cuando Nietzsche lloró. Allí se imagina una larga serie de charlas a manera de terapia entre el médico Josef Breuer, amigo de Sigmund Freud, y Friederich Nietzsche. ¿Fue el filósofo alemán el que permitió que Freud diese a luz la teoría del psicoanálisis? En la puesta argentina, uno de los protagonistas dice: "Para todos los lugares que miremos, vemos un esfuerzo que representa el fin de todo. Eso la lucha para vencer el obstáculo que queda entre la voluntad y la meta. ¿Y qué es la felicidad? Es alcanzar la meta, Por eso descubrimos que el tedio es ruinoso. Porque el autoritarismo no es más que tedio por la fuerza.
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