Vie 05.09.2008
rosario

CONTRATAPA

Mi barrio tomado

› Por Beatriz Suárez

"Soy lo que hago,/ Lo que hago me cambia/ Y adviene entonces/ Un reverbero, una descarga,/ Desde alguien presente en mí, /Alerta y llamado/ Del mismo hombre que soy,/ De la misma gravitación/ Que hacia lo bajo tira./ No reniega,/ No frena el alma ese caudal,/ Y aspirándolo/ Fija un instante mi contorno."

Alberto Girri

Examen de nuestra causa, 1956.


En la manzana de mi casa están construyéndose 14 edificios a la vez.

El ruido es tan grande que tiene alas, invade, busca dueños para atornillarse en las orejas y todos pero todos los vecinos estamos enloqueciendo.

Vuela polvo, aserrín, y paz mientras nos callamos y alambramos hasta el 2011 más o menos, fecha en que los capataces del progreso prometen las finalizaciones de obra, o que este egoísmo de ladrillo deje de ponernos a prueba.

El día que cargan los techos parecemos peces salidos del agua, en el meandro último de la vida y la muerte, con la boca espantada por albañiles caprichosos, tomando mates en combate con la bombilla a modo de flauta, esa que tocaba el tiempo cuando traía silencio.

El colmo se está dando hace dos meses.

Entre dos de los edificios se ha establecido un diálogo a viva voz. Uno de esos edificios está por Dorrego y el otro por Italia. En el primero trabaja Mario, en el otro un tal Yon (supongo que John), tío y sobrino respectivamente.

Siete de la mañana, con cien metros de distancia y a los gritos empieza la cosa.

﷓Eh! ¿la Rita?

﷓En las casas

﷓¿fumó?

﷓Y sí, anoche prendió uno.

Obviamente me despierto y lo primero que pienso, antes de mi trabajo, la casa, mi hija, la plata, la Epe y el control de esperanzas, es en La Rita. ¿Pero quién carajo es la Rita? ¿Cómo pueden entablar esta conversación tan temprano colgados de las aberturas en un abismo de piso siete, a punto de caerse y morir, mientras amanece que no es poco?

A las ocho (yo ya levantada) vuelvo a escuchar.

﷓¡¡Eh tío!!

﷓Ahora va a ir el plomero hasta ahí, el Gualter, mandame la foto

﷓¿Qué foto?

﷓La de La Estrellita, del sábado

﷓No le va a contar a nadie ¿eh?

﷓¡Ah! ¡Te cagaste todo!

(risas que cruzan toda la cuadra mientras alguien en planta baja apunta ﷓Callate cara de carnero degollado).

Y yo ahí poniéndome crema.

Al mediodía se invitan a comer chorizos, si al Yon le hace falta yerba le grita al tío, si se cansó le grita al tío y si el tío le tiene que mandar un mensaje a la Mecha se lo pide al Yon porque él no tiene crédito.

Y yo me entero que este hombre no tiene crédito, que comen torta fritas, que se peleó fortuitamente con la hija (prima hermana del Yon), que debe el gas, que está gordo como un chancho, que le dicen Pico fino y no sé por qué. Que una tal Marta lo tiene loco, que no se banca al arquitecto porque es muy cheto, que el ingeniero no tiene onda, que va al baile el domingo y que en marzo se le casa un nieto.

El examen de esta causa es el subrayado de lo que tenemos pendiente, nadie debate si convivirán 300 o 500 nuevas familias en el mismo predio. Mientras el verano se desploma. Miles de personas nuevas haciendo el amor, todos los que éramos más todos los que lleguen, todos saltando sobre la misma tierra, temo que se hunda la zona. Cientos de chicos nuevos meando por los mismos tubos, millones de milanesas de las que se tirar la grasa a la misma cantidad de containers, perros, pájaros, gatos, chatas, perfumes, señoritas con novio, cientos de nuevos errores, Raúles, Sonias, Marías, Juanes.

Todo en mi manzana.

﷓¡Eh! ¡Negro! ¿no tené sentimiento vo?

﷓¿Por?

﷓¡¡Mirá si va' a dejar a la Mirian por esta pendeja!!

﷓Dejame vivir y no lo contés nada. ¿Pa qué te conté?

Charlan, charlan, hablan y todo pasa por casa. Se metieron en mi cuarto, en la pasta dental, el cepillo y mis tardes. En mis historias.

Y todo es apariencia y olvido.

Y a la Rosario demolida ya no la precisa nadie, se tumbó la pasión con permisos municipales para tirar el barrio abajo y que crezcan estos monstruos como dalias deformes de lo moderno.

Mi oreja es centinela de lo que ocurre y los hoyos enormes para cimientos tal vez sean pisadas de un ogro vaporoso que nos hará mal a troche y moche.

Ellos dos hablan cálidos de una cuadra a la otra, no sé si les importa cuanto amo mi casa y la suspensión de la palabra.

Los escucho a las siete decirse ¡buen día! E iría a amasijarlos a ellos y después al intendente. Haría una antorcha enorme con cada uno de los billetes de la soja, los que permiten comprar estos departamentos, lo haría hasta que se me durmieran las muñecas de tanto hacer rollitos.

Y cuando al Yon lo viera agonizar, a punto de irse a rascar cielos a otra parte le diría: "Y a mí que mierda me importa lo buena que está La Estrellita!"

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