CONTRATAPA
› Por Eugenio Previgliano
Parece dice con la mano derecha firme sobre la barra del timón que las matemáticas no se llevan bien con la política, que las frías y verificables cifras, fórmulas y cálculos matemáticos no tuvieran agrega un espacio de convivencia pacífico con la verdad en lo político, que siempre surgiera una necesidad política de forzar la real verdad de las matemáticas; antes esto era sólo un arte de abogados y contadores pero ahora amplía parece que se hubiera extendido a toda la política.
Yo lo escucho hacer estas observaciones con ligereza mientras cobro un largo cabo de nylon enrollándolo con la mano derecha sobre mi antebrazo izquierdo: voy pasando, entre el pulgar y el índice el cabo y lo estiro hasta el codo mientras sostengo la mano apuntando hacia el cenit y veo como el cordaje se va enrollando, tomando forma y solidez en mi antebrazo; me da un leve placer que sin embargo no deja de recordarme a la sensación grata y expansiva que sobreviene cuando acierto en un cálculo, en la respuesta de un problema de física, en el ensayo de un modelo material que previamente he pensado.
Fijate Menem por ejemplo dice que en la Constitución del Pacto de Olivos inauguró la serie instituyendo la mayoría con el cuarenta por ciento de los votos que es menos de la mitad y en cualquier asamblea sería la primera minoría aclara pero también es lo que Menem podía conseguir de votos para que lo reeligieran ad aeternum como a Kim I Sung o al comandante Chávez. Sería bueno propone que en la vida diaria la matemática funcionara así, que los arquitectos exagera pudieran poner en el proyecto todo lo que se les ocurre y no sólo lo que el terreno les permita, que el banco te cobre intereses y te dé crédito por lo que se ajusta a tus deseos y no por lo que podés pagar, que el tiempo que demorás no sea proporcional a la velocidad que podes desarrollar sino a lo que querés tardar y que los choques no provoquen lesiones a cosas y personas salvo que sea alguien o algo que no te gusta.
Como la cuerda va teniendo una textura brillante a medida que empiezo a arrollar la parte mojada del cabo y la driza, que brilla en la cubierta salpicada de agua brillante empieza a moverse cada vez con mayor frecuencia a mí se me hace difícil seguir su razonamiento. ¿Cuánto tendrá de largo mi antebrazo? ¿Habrán cuarenta centímetros entre el hueco del pulgar y el codo?
Del gobierno nacional amplía creo que sería mejor no hablar, con esos números de ilusión y fantasía que publica el Indec para dejar de lado las deudas del Estado y cumplir con sus objetivos políticos; sería bueno propone que la Afip hiciera las cuentas impositivas de las personas con el mismo criterio y así arregle cuánto pagar al fisco.
Como el extremo del cabo que yace brillante sobre la cubierta ya siente las solicitaciones de mi mano derecha, empieza a animarse de un movimiento más inquieto y yo saco cuentas: nueve metros de cabo, a noventa centímetros por vuelta serían algo así como diez vueltas, pero tal vez haya ochenta centímetros en cada vuelta con lo que necesitaría once vueltas y fracción: esta duda me genera inquietud. El sigue con sus comentarios.
Como para continuar la serie me dice ahora el gobierno provincial hace de cuenta que los campos de la provincia de Santa Fe siguen valiendo como en el 89 y se da la paradoja de que un campo sojero en Cañada de Gómez, a la vera de la autopista, vale formalmente para el Estado Provincial lo mismo que una casa bien equipada en el barrio del Arroyito, mientras día a día sigue aumentando los avalúos de las propiedades urbanas. La consigna "cobrar más a los que más tienen" termina teniendo el mismo vigor que la inflación del Indec, porque nadie puede saber quienes serán los que más tienen y de paso agrega se oculta al Estado Nacional y a la gente de a pie el verdadero precio de los campos cuyos propietarios han demostrado que tienen más poder y fuerza que ningún gobierno y no están dispuestos a divulgar detalles de su negocio: pasa lo mismo exagera que con las hipotecas norteamericanas.
Yo lo oigo crecer en el tenor de sus comentarios e hipérboles, pero no puedo apartarme de la duda respecto de si serán treinta, cuarenta o cincuenta centímetros lo que enrollo en cada vuelta aunque intuyo que seran diez, doce o a lo sumo quince las vueltas que tendré que dar hasta completar el rollo. ¿Alcanzará la longitud del cabo para amarrar el barco? Si me preguntan cuanto mide el cabo ¿Diré que lo suficiente? ¿Sería igual si midiera veinte centímetros como el de Ramsés mi codo?
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