CONTRATAPA
› Por Miriam Cairo
DECEPCIONADA
Con respecto a aquellas espantosas noches, sólo diré que no pienso heredar la tinta sobrante de tu columna deportiva. La próxima vez que pidas un taxi, asegurate de que te lleve hasta la muerte. No vuelvas a acercar tu músculo siniestro a mi boca porque esta vez, le clavaré los dientes.
NATURALISTA
Nada mejor que un ejemplo de la vida animal, inmersa en sus pequeñas cópulas predestinadas a la conservación de la especie, para comprender las de la naturaleza humana.
Los vuelos de avispas, de libélulas y abejorros tienen por objetivo la polinización: ciénaga dorada, pero ciénaga siempre. Van hacia adelante, a cumplir con el orden biológico, como soldados a los que ni una migraña, ni un fastidio doméstico se les interpone. Fecundan lo que haya que fecundar. No andan con vueltas. No son mañosos. Su virilidad no se debilita o se agiganta ante una corola más o menos sensitiva. El placer femíneo no se ve afectado por un pistilo más o menos turgente, porque la polinización es obligatoria y anorgásmica, como el matrimonio. Los animalillos del aire ni siquiera saben dónde tienen que poner el piquito para que la libación sea más suntuosa y extasiada. Esto explica por qué fracasan tanto las mariposas en su vida conyugal.
IMPOTENTE
Pero a veces no puedo, gemí. A veces no me sueño en un estado peor.
LINGÜISTA
Cuando él dice "sos mía", 'mía', no es un simple predicativo obligatorio. Un mero atributo que contiene el valor de la predicación posesiva. Cuando él dice "sos mía", expresa lo que sabe sobre lo próximo y lo lejano, sobre lo deseado y lo poseído, que en general, constituyen el oxímoron de la vida. Él dice mía para conjurar la pesantez de las bóvedas y espantar el cuervo que taladra las pupilas desoladas.
Cuando él dice "mía", yo lo perdono y lo acepto porque su desesperada mentira trasciende la gramática estructural y genera voluptuosos sintagmas nacidos la semántica de lo no poseído.
INTROSPECTIVA
Sé que en ocasiones sólo fui una pérdida entre el follaje, una mirada inclinada sobre el kamasutra. Sólo fui una predisposición a los bajos del cielo, a los ademanes lentos, a la planicie, a la ascensión.
CITADORA
Los profetas, el odio, las definiciones, las identidades falsas (¿las identidades pueden no ser falsas?). Los patriotas, las civilizaciones, el tiempo, la utilidad, las escuelas, las prisiones.
Los domingos, los pensadores, los ángeles, la inmunidad, la redundancia, los países, la diplomacia, los gobiernos, la nacionalidad. Las mañanas, los modelos, el desembriagamiento, la usura, la feria del libro, la novela histórica, los mingitorios. "Personalmente lo lamento todo", dijo Beckett, cierto atardecer en que el pájaro y el aire se hacían uno para ascender al cielo.
CRISANTEMA
Un hombre que hoy es ideal, puede no serlo mañana. Ocurre lo mismo con los libros. Una les sigue guardando un nostalgioso respeto, pero las páginas subrayadas se vuelven innecesarias ante los nuevos deslumbramientos. El hombre abandonado, como el libro que ya no es leído, siente vergüenza y sentimiento de culpa. Y es natural que esto suceda, porque una cabeza no amarilla de flores no existe como crisantemo.
INSEGURA
Escucho palabras de plomo repujado filtrándose con los vahos de la ciudad. El lenguaje no tiene fondo pero ¿tiene puertas?
DESOLADA
Comprar un libro suele ser una tarea imposible porque los libros ya no existen. Las librerías no existen. Los poetas no existen. Las palabras no existen. Además de estas cuestiones hay otros hilos muy privados que se enlazan con mis supersticiones claudicantes.
CONSEJERA
Cuando te pongas un sobretodo, antes de marcharte, no dejes de mirar por la ventana. Verás que los balcones vecinos comenzarán a derrumbarse. Los desmoronamientos adquirirán un ritmo de reflujo, como si la vida chocara contra sí misma hasta ceder y ultimarse.
INFINITA
Se evapora. La espuma contenida en el puño, desparramada entre las piernas, pegoteada en las sábanas, embadurnada en las narices, chorreada por el ano, se evapora. Se absorbe. Se disuelve en un suspiro al momento en que el hombre se asoma a esa región desconocida por los lobos. El sol la recoge, la sopla y la hace aire. El aire se conmueve y la hace lluvia, la lluvia se enciende y la hace aullido. El aullido despierta el tallo, el tallo ordeña su amor con mi puño, y otra vez desparrama su consuelo entre mis piernas, pegotea su escándalo en mis sábanas, derrama en mis narices su alimento, chorrea en mi ano su vía láctea.
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