CONTRATAPA
› Por Bea Suarez
Es negro ¿y?
En EEUU acaban de elegir presidente a un hombre negro. ¿Y qué? ¿y si fuera verde?
Es cierto que los negros hasta no hace mucho debían sentarse aparte, que en ese país hay racismo y se hacen timbas de dignidad con temas como éste pero ¿tendrá tanta importancia el color negro?
Por una vez parece ser sinónimo de alegría, un polen alimenticio para una sociedad castigada por los anaqueles de violencia del señor Bush. El país del norte tiene una historia con problemas pulmonares y el presidente actual ha fumado demasiada pólvora y tirado a muchos norteamericanos al mingitorio de la guerra.
Obama es percudido y magnético, pero la oscuridad de su epidermis parece que invitara a volar y a soñar; todos estos días se lo vio arriba de escenarios con su poderosa cilindrada; en la cara tiene un archipiélago de risa y me recuerda a tallarines más que a casas blancas.
Desde chica Norteamérica tiene mala prensa en casa, en el 83 cantábamos "...¿qué culpa tiene el tomate si está prendido a la mata?....si viene un yankee ladrón se lo lleva a Washington...".
De ahí en más todo fue dinero, City, multinacional, no visas a los argentinos, explotación, intereses, deuda, banco mundial, pobreza, todo en relación a ellos.
No me han dejado decir lo mucho que me gustaría conocer el Museo de Arte moderno de Nueva York, recorrer calles y ciudades, hacer un viaje de este a oeste sin que se muera el canario de los mineros y tenga yo que dejar la asfixia ideológica que viene de allá.
Es la primera vez que me autorizo a ponerme contenta por algo que venga de EUA.
El negro trajo júbilo, permitió esperar algo.
Además viene de la huerta, no del Pentágono, llegó al Congreso caminando, así cuentan.
La carnecita negra no corta la sed de mejoría sino que la enciende, tiene dientes propicios y se lo ve elevar brazos como rociando a su nación de algo nuevo.
Da gritos largos y parece de amianto cuando dice.
Por más que el mundo se cierre esta felicidad extranjera salpica para todos lados.
Un hombre que desee algo más que odio y desprecio.
Un negro pero no saturado de negrura, por el que corre tierra de Chicago que tal vez no sea venenosa, un negro que improvisa y sueña una flor, que no es sin abuela, que abre el postigo o la ventana y ve. Y divisa.
Un negro que tire albahaca y condimente el Globo.
Que exprese algo más que insufribles ventas.
Un negro crespo y bueno, se percibe, que se anime a morder corazones y evite que su gente se apague para siempre.
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