CONTRATAPA
› Por Horacio Vargas
Desde Nueva York
Desayuno
La pareja está sentada alrededor de la mesa del hotel donde sirven el desayuno, en pleno corazón del Greenwich Village, a metros de la quinta avenida. No hablan, apenas tienen fuerza suficiente para alzar el pocillo de café, en una mañana helada, en Nueva York.
-Perdón, ¿son argentinos, no? - pregunta la mujer solitaria que estaba en la mesa más cercana.
-Sí, -contesta él, casi por obligación.
-¿Y? ¿Qué tal? ¿Todo por mal en Argentina, no?
-¿Cómo?
-Y... los Montoneros están en el gobierno, llegaron para vengarse...
-Perdoná, pero lo que decís no es cierto.
-¡Pero querido! ¡Estás desinformado de lo que pasa en nuestro país!
-No le sigás la corriente a esta loca- sugiere en voz baja la mujer del turista.
De nada sirve el consejo. El turista se traba en una larga discusión sobre los años setenta. Flaca, te pido una cosa: mientras yo esté en este hotel, no te sientes cerca de nosotros en el bar.
-¡Intolerante!- alcanza a responder la mujer, mientras alza su pocillo de café, pone la croissant en el plato y parte en busca de otra mesa, a la caza de argentinos de pensamiento único.
Exposición
El turista rosarino en Nueva York acaba de pasar más de siete horas en el Museo Metropolitano de Arte, al este del majestuoso Central Park. Está cansado pero feliz. Sus ojos vieron algunas maravillas de la pintura del mundo: cuadros como "Portrait of Antonie Coopal" de Rembrandt, "Desnudo reclinado" de Modigliani, el Mao gigante de Andy Warhol, y la excepcional colección de instrumentos musicales, donde uno no puede dejar de maravillarse ante el violoncello hecho por Stradivari en 1714. Hace frío, un grado bajo cero es suficiente para buscar refugio. A una cuadra del MET, en la 81 y Park Avenue, emerge una cafetería pequeña. El turista entra rápido y pide mesa. Lo ubican al lado de un matrimonio que en perfecto porteño discute sobre la conveniencia o no de tomar dos capuccinos. La mujer se impone, no tomará nada; el marido llama al mozo con alardes. Le aclara que va a pagar con tarjeta de crédito y el mozo, responde: "No, problem". El rosarino toma su café en silencio, no habla, no quiere ser descubierto.
El hombre termina su café y pide la cuenta con urgencia, la mujer habla de sus épocas en que ensayaba una obra de teatro en el avión que los traía a Nueva York, y el marido saca la MasterCard de su billetera y la extiende al mozo, el mozo lo mira sorprendido y lanza un resonante ¡big problem!, ¡cómo big problem!, dice el porteño, que quiere pagar un café de cuatro dólares con una tarjeta de crédito, el mozo le sigue el juego y se ríe, big problem!, repite mientras atiende a otros clientes, el porteño y su mujer de la belle epoque se levantan y se dirigen al encargado del lugar, piden el libro de quejas y el mozo, al fondo, grita big problem, y los parroquianos que contemplan la escena se empiezan a reír y a maldecir a los "aryentains".
Toro
La estatua de bronce de un toro instalada en 1989 en Wall Street, es una imagen -aquel del optimismo financiero agresivo, el "Bull Market"- que se ha vuelto muy conocida tras la caída de las Bolsas. Y ahora, en domingo, un grupo de turistas japoneses acaba de bajar de un colectivo, todos llevan sus cámaras digitales en sus manos, dan saltitos exitantes ante la proximidad del toro abandonado. Y disparan una y otra vez, desde varios ángulos, y ponen cara de pícaros cuando acomodan sus caras al lado del trasero del toro. Y la ceremonia se repite con otro contingente que baja de otro colectivo, con las mismas cámaras y las mismas sonrisas.
Spanish
-Do you speak spanish?
No es una pregunta más. Es el pasaporte para entrar a la Gran Ciudad para aquellos que no superaron la salita azul del inglés. Los que están detrás de los mostradores de los restaurantes o manejando taxis o abriendo puertas de hotel acudirán gentiles a darles una mano a sus hermanos hispanos. Guatemaltecos, ecuatorianos, mexicanos, sabrán guiarlos por la ciudad si uno se siente perdido, recomendarán los mejores platos de la carta. Y preguntarán, obviamente, por Diego Armando Maradona.
En el barrio chino y en la pequeña italiana, la pregunta que se impone, en cambio, es "How much?". A partir de entonces, comenzará el juego de la rebaja de precios de anteojos y relojes truchos y remeras "I Love NY" -la célebre frase en el que un corazón rojo sustituye la palabra love-, hasta que el vendedor resigna algunos dólares y deja marchar al cliente con una sonrisa a flor de piel.
Jazz
Ubicado entre la calle 14 al norte, West Houston al sur, Hudson river al oeste y Broadway al este, Greenwich Village tiene su historia, de bohemia y rebelión homosexual y lésbica, pero fundamentalmente es el Gran Barrio del Jazz.
En la séptima avenida, se destaca un toldo de color negro con letras rojas que dicen "Village Vanguard". Es el templo de obligada recorrida para principiantes y sabios del género. Está igual que hace cincuenta años, sus propietarios resistieron los billetes de los especuladores financieros y mantuvieron el club de jazz abierto para que tocaran y grabaran tipos como Bill Evans y John Coltrane, sus techos son bajos, la alfombra y el telón se destacan por el rojo furioso, la acústica es genial, y por debajo de las piernas de uno se siente el paso vertiginoso de la línea 1 de subway, el clima es de camadería internacional y esa noche toca Ravi Coltrane, el hijo de John y lo hace formidablemente, toca con la fuerza del padre y los amantes (del jazz) celebran esa noche con scotch y besos.
Fotos
En el ala oeste del segundo piso del MET, la fotografía tiene un espacio permanente. Es una sala pequeña pero grande es la sorpresa cuando uno se interna allí y descubre al fotógrafo Rudy Burckhardt, inmigrante suizo que llegó a Estados Unidos en el '33. La muestra tiene un título maravilloso: "New York, N. Why?". Son fotos en blanco y negro, casi todas en formatos pequeños, de finales de los años treinta, en pleno etapa de la depresión, sobre aquella ciudad y su gente, el clima es el mismo, sólo cambia el paisaje.
Zero
Un gran hueco se abre en Wall Street. En el lugar donde alguna vez se levantaron las torres del Word Trade Center, hasta el atentado del 11S, ahora la expresión que se usa es "Ground Zero", una zona de procesión para los norteamericanos y los turistas. Se puede acceder a la zona desde el World Financial Center, diseñado por el arquitecto argentino César Pelli.
La gente saca fotos, se para frente a un gran ventanal y hace preguntas a una guía, mira en silencio lo que ya no está. Algunos metros más adelante se puede descender a través de estructuras tubulares hasta donde se levantarán las nuevas torres. No es mucho lo que se puede divisar, todo está vallado, con cerramientos y obreros de la construcción que van y vienen. En una pared está el listado de los muertos en el 2001 figura un David Vargas, entre los fallecidos, para sorpresa del turista hispano- una muestra de fotos sobre aquel día, tributos a los bomberos y carteles publicitarios que indican el solar que se va a levantar allí. El turista, antes de partir, descubre una mancha oscura en una pared de viejo edificio que rodea(ba) a las torres. Es la marca del fuego.
Coda
Nueva York se disfruta con el cuerpo. Hay que mirar siempre hacia el cielo, caminarla... Y cuando uno la deja y sube al avión que lo trae de vuelta a la Argentina, se dará cuenta que volver, para recorrerla otra vez, es una cuestión de tiempo.
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