Dom 01.03.2009
rosario

CONTRATAPA

Nenes

› Por Fabián Di Nucci

Muchos depositan tantas expectativas en sus vacaciones que su planificación llega a estresarlos. Si esa tensión es mal procesada y se proyecta al período el regreso será peor que la partida.

En casos graves, puede anhelarse volver al trabajo. (*)

Se justifica, entonces, la preocupación por prever eventualidades desagradables, y así la lista se hace interminable: ¿lloverá? ¿hará frío? ¿habrá cajero? ¿aguas vivas? ¿y si roban? ¡justo que me indispongo!

Amigos prudentes llevan cerrojos extras para colocar en puertas y ventanas pero, dependiendo del sitio elegido, los recaudos son tantos que el repertorio va desde repelente hasta bengalas, razón por la cual parece cruel agregarle motivos extras de desasosiego al veraneante.

Sin embargo, recientes hallazgos en cuevas cercanas a Capilla del Monte (si bien es conocida la exacerbada tendencia del cordobés promedio a considerar extraordinario o sobrenatural todo lo que ocurre en su provincia) fundamenta las advertencias que siguen.

En efecto, los ahora bautizados no sin cierta pedantería como "Rollos del Uritorco" obligan a considerar un peligro extra, un fenómeno mucho más padecido que estudiado, y casi sin antídotos: los Nenes.

Escritos al parecer en la década del 60 del siglo pasado, período nefasto y de costumbres relajadas si los hubo, los documentos no dejan lugar a dudas: "El Nene es un monstruo capaz de frustrar una asamblea universitaria, un locro de la militancia o una peña revolucionaria", menciones que incluso sirvieron para datarlos.

Ni qué hablar entonces, y en lo específico, de la presencia de Nenes en el camping, el hostel o el complejo del sindicato. Dentro de la misma carpa, por ejemplo, la OMS lo parangona con tareas de rescate en Chernobyl.

Aunque afectado por diversos factores socioculturales, tanto del agente estresante como de sus víctimas, no hay acuerdo acerca de cuál es el número inocuo de Nenes por kilómetro cuadrado. Enrolados en el pesimismo pediátrico, un grupo minoritario niega que haya niveles aceptables.

El extinto Dr. Socolinsky (R.I.P.), hombre de natural bonhomía, sugirió que dos menores de seis años, más uno de diez, son bien tolerados, sin consecuencias severas, por adultos de hasta 30, alcoholizados.

Este índice es muy cuestionado. Primero no está claro qué sucede con víctimas de más edad, o con exposiciones mayores a la hora escasa que duró el estudio. Segundo, la presencia de un pelotero abre interrogantes acerca de las condiciones de asepsia del test y las chances de generalizar sus conclusiones. Tercero, el recordado galeno era considerado una Paloma por los Halcones de la pediatría, eufemismo bajo el cual se lo acusaba de blandito. Finalmente, como no hay objeciones, en todos los casos parece condición indispensable estar alcoholizado.

Datos relevantes: "Los Nenes están en la tierra con una misión específica, con independencia de su sexo" siguen los rollos, y advierten "algunas nenas pueden dar una primera impresión de falsa mansedumbre pero tarde o temprano revelarán su esencia. Son, en general, más peligrosas".

Es decir, unas y otros pueden generar deseos de que un rayo los parta, de que pierdan la vista y la capacidad de moverse, de que enmudezcan el insoportable agudo del llanto, o ese lamento telúrico, grave, monótono y profundo, si descubren cuánto torturan las frecuencias bajas el comprometido equilibrio síquico del ser urbano.

Los Rollos del Uritorco descartan definitivamente que se trate de una subespecie monstruosa, bestial, infrahumana, con intervención de ín﷓Cobos o sú﷓Cobos (**) en su concepción, según el caso, tesis sostenida por una otrora numerosa secta conocida como La Tendencia.

Nones: lo normal es que existan; por lo tanto, son más peligrosos ya que pueden hallarse en cualquier lado.

Los antídotos: En situaciones extremas, los optimistas (entre los que se cuentan miembros de la derecha israelí) recomiendan el aislamiento en instituciones especiales, como guarderías y jardines, pero tiempo completo. Un cierto pupilaje preventivo hasta la pubertad, regido por la máxima "la letra con sangre entra".

Los autodenominados "severos" son segregacionistas lisos y llanos.

Sin embargo, unos y otros coinciden al describir su comportamiento, algo imprescindible para identificar cuándo estamos en presencia de un infante caprichoso o jetón, por así decirlo, pero integrable; y cuándo se trata de un Nene, sin vueltas.

La situación es típica: una reunión de personas en lugar público o privado, varios individuos de sexos y edades diversas (el motivo que los reúne es irrelevante). Y el ser en cuestión, cuya edad oscila entre los dos y los diez añitos (no confundir con el "boludón/a" de mayor edad: es otra patología).

Primero: nunca actúan simultáneamente, aunque pueden coexistir. Simplemente, sus conductas no se superponen: mientras uno jode, los demás aprenden.

No está claro cómo dirimen a quién le toca, si es jerarquía masónica, preeminencia demoníaca, potencial enloquecedor o qué, pero no se ha verificado el accionar sincrónico, en el mismo lugar y al mismo tiempo, de dos Nenes.

A lo sumo coincidirá con el capricho de un jetón con chances de redimirse, como se dijo (en el colmo de la desgracia puede que sea muy jetón).

Pero debe descartarse de plano la actuación conjunta por el principio de conservación de la energía: de a uno por vez basta y sobra para liquidar la velada, un piscolabis o una asamblea del campo.

Y por supuesto, lo que motiva estas reflexiones: una porción importante de las merecidas vacaciones. O todas.

Segundo: se mueven sin parar, cuando no suben, bajan; y si no van, vienen. Tienen voces anormales (o muy graves o muy agudas). Sus ojos miran sin detenerse en nada, tocan, agarran, corren en espacios reducidos cerca de cosas delicadas o apreciadas (generalmente las delicadas son apreciadas). Saben simular dolor.

Tercero: puede afirmarse que nunca les atrae lo que sí se quiere darles.

Ya manotearon lo que tiene existencia física a su alrededor y hallaron justo lo que no deben poseer según criterios harto variables del tutor o encargado. Entonces comienzan a reclamarlo con tanta perseverancia que darían positivo en un antidoping organizado por Pity Alvarez y Pipo Cipollati.

En todos los casos, el superior a cargo ensaya técnicas probadas para que el disolvente desista: expondrá los porqués no debe poseer el objeto, con esmero y argumentos apropiados según la edad: "quema", "se rompe", "caca", "es caro" "no", "te dije que no", "ya te dije que no", "¿cuántas veces querés que te diga que no?".

Ofrece alternativas y lo estimula con ideas más o menos profundas a cejar en el intento; acto seguido, lo conmina a que recule.

Llega la etapa represiva punitiva con amenazas (el cuco, arañas, vampiros, el Ogro Fabbiani, el Cabezón Duhalde) que incluye miradas feroces con gritos susurrados masticando las palabras ("no te traigo más", "vas a ver en casa", "te dejo con la abuela﷓tía﷓tío﷓vecino").

Suele incluir zarandeos, pellizcos y golpes, con o sin torcedura de miembros.

La secuencia culmina, de ida, con el mandoble de revés, tratando que al menos dos nudillos impacten en el labio inferior del antisocial. De vuelta, bastará con el sopapo a pleno, tomándolo desde la oreja hasta la boca, pa`que tenga.

Si con esto la actividad erosiva no cesa, el adulto a cargo se sentirá culpable y hace lo único que le falta: cede, se rinde, y le entrega al subversivo el objeto de su denodado tesón.

Aquí debe prestarse atención porque surge la esencia diabólica y la diferencia ﷓única﷓, entre un malcriado jetón caprichoso con chances de reinserción por repugnante que resulte, y la presencia de un Nene en toda su dimensión, algo que en vacaciones debe evitarse como la radiación UV.

El verdadero engendro no se revelará hasta el clímax porque, hasta aquí, lo hecho les sirvió de estímulo: lloran más, patean más, empujan, insisten, simulan ahogarse en lágrimas, aumentan la frecuencia del grito y el volumen, se tiran al piso, babean y moquean como posesos. El Santo Oficio ya juntaría ramitas.

En este estadio cualquier inadvertido se concentra en la feroz pugna por el objeto, haciéndose preguntas tipo "porquénoselodadeunavezlapelotudaesa" en general referencia a la tutora, cuando en realidad combaten por un efecto: dañar la psiquis de la humanidad circundante y arruinar, sino impedir, el evento del que participan.

Como bien lo puntualizan los rollos, obtenida la cosa, un jetón compulsivo amenguará su militancia dañina y disolvente para dedicarse al análisis del elemento mal habido por un rato, si bien breve.

Un Nene en cambio, apenas poseído aquello por lo que alteró el universo cien metros a la redonda ya no lo quiere más. Lo desechará, iniciando el inmediato reclamo de "otra cosa" que detectó también como inconveniente para poseer según el (muy) variable juicio del superior a cargo.

Eso es un Nene.

El desconcierto reina ahora entre los presentes. Los progenitores, derrotados, son incapaces de proseguir la lucha y se recriminan mutuamente. Salen a la luz viejas culpas. Si hay parejas amigas siempre saben qué debía hacerse y lo murmuran con otros, que asienten. Una madre se frustra. Un padre desaparece. Los abuelos se desentienden. La cárcel los rechaza.

Las vacaciones sufren un daño irreparable.

A modo de colofón, habida cuenta del generalizado estado de preñez que se advierte entre las damas, este modesto aporte a la estabilidad síquica del adulto debe complementarse, para su mayor efectividad, con un blister de clonazepán o la sabia decisión de veranear en la Base Marambio.

Que sirva de advertencia.

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* Suele citarse el caso de una maestra que veraneó en Las Toninas. Las constancias son escasas y la elección del balneario de por sí plantea interrogantes. Finalmente, la calidad de docente suma dificultades casi insalvables porque, se sabe, en el gremio reina el desequilibrio. En general, no se lo considera un antecedente confiable.

** Seres mitológicos cuyanos que seducen y someten.

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