Lunes, 18 de mayo de 2009 | Hoy
Por Sonia Catela
Corto el huevo que viene, corto el siguiente, el próximo que se acerca en la cinta, hasta la eternidad, les quito las yemas, y a la procesadora, aceite, perejil, mostaza ¿qué sorpresa puede saltarte al partir lo que encerraba la cáscara? apuesten, pero no lo hagan por la primera vez que me sucedió sino por la segunda. O perderán, crema, un sobre de sal y accionar el botón, aquí están, huevos rellenos Machicken. Cuando apareció dentro de la yema cocida un botón negro de dos agujeros demandé al cosmos: "¿Por qué un roñoso botoncito negro en lugar de una perla?". "Qué bruto sos", me criticó el agrio de César. "¿Por qué no una perla malaya? ¿Los contratiempos prevalecen?", me mantuve en mis trece, filosofando, y corto huevo. Ya se las tuvo que ver César con lo que brotó hoy de las cintas y cintas repetidas de blancos desoves de gallinero. Y aunque César se acomodó los galones de general que se cosió a las hombreras de la chaquetilla para darse aires, nunca podrá tocarle la cresta a mi hallazgo. Corto huevo, mi dios, y ¿qué es? ¿Una mariposa? Desgrano la albúmina que rodea al cuerpecito. "Un niño" lanzo mi América, "un niño"; "retrocedan, retrocedan" contrataca moviendo aspas la jefa de sección, se interpone como una baliza de aeropuerto entre la pelota de trabajadores y mi descubrimiento, acciona una descarga de su inodoro verbal dentro de mi oreja; no entiendo nada. "¿De acuerdo, entonces?", me acorrala contra la sinfín, "sí", acepto; luego entenderé que acabo de tomarla en carácter de representante exclusiva para las ofertas que se presenten. La jefa transfiere al niño, con espátula y muchísima concentración, a una bandejita de isopor y de "señorita Rosso" su majestad transita a la plebeyez del "llamame Olivia", empinándome en la pirámide jerárquica al rango de ponedora del producto que enriquece a Machicken. "Al niñito hay que mantenerlo a cero grado hasta que lleguen", ordena, y llegan , ¿cómo cornos aparece un beibi, feto, dentro de un huevo?, "pobre, iba a ser enano el pulgarcito. ¿Por qué no pudo nacer?"; la abrazo a la condolida Catalina marchando ambos como cola de mi representante hacia la cámara de frío, previa envoltura de la criaturita en papel filme para que se preserve adecuadamente, "buscá perfume" ordena la jefa y para allá salgo ¿para dónde? con un cortejo que encabeza la preocupada Catalina, "vos que tuviste tiempo de examinarlo de cerca, Lalo, ¿es nena o varón?" inquiere; "un machito". Entre todos lo nombramos formalmente Sábado por el día de su nacifallecimiento pero Catalina insiste en acristianarlo por lo que se le otorga un Angelito y de apellido Sábado. Cuando llegan las cámaras, Angelito Sábado aparece en brazos de una Olivia que se adelanta, desecha el desinfectante con olor a pino que le paso para que perfume a la criatura en su presentación al mundo, y la salpica con gotas de un frasquito que saca de su bolso, mezquinando; en segunda fila se lo ubica al suscriptor del hallazgo, y bajo el cielo del logo de la empresa, los periodistas formulan su interrogatorio aparatoso. "Hablar, hablo yo. Y por cualquier plata que haya, los contratos los firmo yo; vos ponete en las manos una bandeja de huevos Machicken". Esto perfila mi rol ante las filmadoras, según lo que mi representante, con la generosidad descripta, determina. Antes de que se apaguen las cámaras y empujando para entrar en escena y ser consultados, arriban obispos, pastores evangelistas y finalmente, investigadores de la universidad, autodidactas, y entusiastas de ovnis y extraterrestres.
Debates entre la ciencia y el dogma, entrevistas pagas en el almuerzo de Mirtha, derechos exclusivos para una pañalera que va a hacerlo nacer a Angelito como un personaje animado, money money money, responde el cosmos a mis reclamos.
Lógicamente, todo este limbo duró exactamente una hora veinte minutos. Eso demoraron en aparecer los abogados de Machicken, el verdadero dueño de Angelito, quienes en un santiamén anularon todo lo actuado, los compromisos patrimoniales que nos beneficiaban, desde derechos editoriales, fílmicos y publicitarios hasta vulgares presentaciones en público y aun la invitación de la presidenta. "Angelito es propiedad de la compañía": los leguleyos alzaron un papel como escudo de armas, y fue así nomás. Tuvimos que pagarle de nuestros propios bolsillos a los profesionales del derecho que contratamos para que cuestionaran la letra irrefutable del dominio de Machicken. Como una gran recompensa, la empresa me ratificó en mi puesto. Corto huevos. Más huevos. Y más. Pero ¿qué es esto que vetea a esta yema? No, no puede ser... nada menos que... ya revolotean los compañeros, murmuran, empiezan a arrimarse. Tengo que apurarme. Meto la fuerza del pulgar encima, aprieto, refriego hasta que el último coleteo se convierte en inmovilidad, estrujo dejando un puré informe, y cuando los colegas se abalanzan finjo un: "que la inocencia les valga", aunque sepamos perfectamente que el almanaque no canta 28 de diciembre.
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