CONTRATAPA
› Por Homs
Señoras y señores, niñas y niños, estudiantes de arte, docentes, artistas en general, me llena de orgullo decir que el Pop rosarino está de pie.
Compruébenlo ustedes mismos, concurriendo a sendas muestras que se llevan a cabo simultáneamente dentro de los perímetros acotados de nuestra demolida comarca.
En el ala izquierda de la planta alta del Castagnino está Baldemar.
En la sala Trillas del teatro El Círculo, García.
García es Aurelio y Baldemar es Rubén. Baldemar con b alta y no Valdemar como el de Poe, una lástima.
Aprovechen.
Este es el momento.
Pasen, vean y aprehendan del inusual instante que vive por estos días el quehacer cultural de la ciudad.
Baldemar y García, contemporáneos y en riguroso orden alfabético, muestran en Rosario, la que nunca fue fundada.
Dos planetas plásticos, con algunas coincidencias y muchas divergencias, convergen en esa extraña órbita de la inteligencia puesta en acto al servicio de la obra.
Pop rosarino de avanzada.
A decir verdad ambos dos son mucho más que meras entelequias pops, son irreverentes enciclopedistas manejando a su real antojo todo dato que se atraviese por el camino. Son hijos de la letra y de la electricidad, de las vanguardias y de la recalcitrante tradición. Son seres des estableciendo, rabiosos pintores perpetrando crímenes a mansalva.
A Velásquez lo tritura la abusiva mandíbula de un tiburón.
La menina desde su tridimensión blande una pistola.
Baldemar y García matan a Velásquez, pero la fábula de final feliz fue la primera víctima. Y cae el sentido común, y rueda el rigor histórico. Sin embargo la justicia los absuelve. Se condena a los reos a la libertad de elegir épocas, escuelas e ismos diversos para desangrarlos, distorsionarlos de y en sus contextos. Que Buñuel filme la escena mientras García pinta navajas y Baldemar corta cabezas.
Diferentes formas de decir que la tragedia está servida.
En bandeja de plata para Baldemar, en el rodete de Eva para García.
Los dos llenan de mácula. Disocian símbolos, los explotan, los disgregan. Atraviesan dejando huella sobre los desprevenidos usurpados.
La esencia que trasciende golpea después de la risa.
La cita, en Baldemar y en García, es cross a la mandíbula, es saber actuar y sostener el porqué. Y si no hay porqué, si todo es libre albedrío, ese arbitrio dislocado también podrá sostenerse.
En ambos casos se está frente a producciones altamente mentales y a su modo son arte conceptual.
"Rubén Baldemar, constructor de artificios" se llama la muestra de Baldemar en el Castagnino. Antes que nada tengo un noventa y ocho por ciento de certeza que hubiese detestado ese nombre para su retrospectiva. Vaya título pavote vamos a decir. Vamos a decir, que pese al título, la muestra es un lujo, y un acto de justicia. Pero el acto de justicia será eterno cuando el Museo Castagnino publique el libro correspondiente, que sí les publicó a artistas mucho menos relevantes, y todavía vivos.
Veinte años de obra y de coherencia implican una profunda ideología. No en vano fue un pionero hablando de la "estética tupamara que anida en los pasillos de Humanidades y Arte". Baldemar, el esteta que jerarquiza con un cierre dorado, huye del margen, de la pared, del aire, de la tierra, del mundo. Hace barriletes, bustos de mármol, agua de toilette y camillas para llevar quién sabe a gente enferma de qué. Hace sobre materiales débiles una obra potentísima.
Aurelio García en "Aglutinantes!" muestra 8 cuadros de reciente factura en la sala Trillas.
García no se escapa del caballete. Muy por el contrario, pareciera ser esa la única cláusula que no se rompe. Si el caos arriba pues bueno, que estalle en la tela, que luzca en gracia cromática, contenido pero a la vez en expansión. Que el lienzo azaroso cruce a Isabelita con la reina Isabel sobre un mingitorio. Usted y Liz Taylor toman de la misma Coca. La realeza y la plebe del poder usan los mismos artefactos para las mismas funciones fisiológicas. Un auto en marcha, un líder político que fija su mirada, o insectos en fase larvaria a punto de mutar. Todo es sustancia linfática en la plana dimensión de las hojas de un manual. Todo es superficie pintada. Disección y proto algarabía. La evolución y la involución, el secreto mejor guardado y las verdades dichas a garganta batida. Ver hasta la obsesión para calcar y reproducir interpolaciones de anécdotas con pulso magistral.
Es reconfortante notar cómo algunos pueden coquetear con la estupidez y en sus orlas fulminarla. Fingiendo cariño por ella, o hasta la imposibilidad de escapar, la burlan y la evidencian.
Pero para nuestra pena eso no sucede frecuentemente. Pesa la costra muerta, el contorno vacío y, sin ninguna clase de idea preconcebida o juicio válido o sed de venganza, se cita, repitiendo en la acepción menos interesante del término.
Sólo se tejen delicados encajes si la pincelada se traza con Altamira, de la Vega y Madí en la intención, en el cerebro y en la habilidad al momento de hacer. Se corta tela fina si se recurre a Duchamp con altura y no por facilismo.
Si la cita es torpeza, ignorancia y ansias de triunfo inmediato sólo se hilvanan trajes de bolsitas de supermercado. Feos, obvio.
Baldemar y García son maestros del oficio. Sastres de superlativas muñecas.
En este mundo espantosamente embrutecido la belleza será convulsa o no será. Vea de cerca los peligros que conlleva el pintar muy bien.
Las dos muestras permanecerán hasta fin de mayo. Es decir, quedan tres días.
Posdata: Desde el 2005 Baldemar está en el cielo con diamantes.
Hizo muestras divinas en vida, y ahora desde la vida de su obra hace otra muestra divina más. Baldemar tiene esquina propia. Su obra La anunciación está reproducida por el programa del Museo Urbano en San Luis y Sarmiento pero si se baja por San Luis hacia el río, que es el sentido en el que corre la calle, no se la ve. La reproducción da hacia la cortada Barón de Mauá. El mejor lugar para mirarla es la Plaza Montenegro. En la colección del Castagnino Macro está El hospital de los inocentes, pero por contramano, o por no poder competir frente a tanta bolita de telgopor flotando en el viento, es difícil dar con la obra de Rubén en las paredes de la institución.
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