CONTRATAPA
› Por Bea Suárez
"¡Hoy ha resucitado entre dos noches
La primera mañana del mundo!"
Leopoldo Marechal. Canto en la Grupa de una mañana.
Del libro "Largo día de cólera"
Como en ascenso de un cuerpo sobre otro van los candidatos, hombres y mujeres con intención de nítidos, hablándole a una señora que compra zanahorias.
Virutas de propuestas, lo irrelevante, el esmero, una campaña sin destreza.
Nosotros, los de cuarenta y pico, no palpamos la fruta de este postre y sin embargo: elegimos.
Elegir, qué gran problema, desde chicos no pudimos, no supimos, no quisimos, no nos enseñaron como correspondía. Somos de la época en que preguntas humanas no se abrían en Argentina, para nosotros, en tiempo y forma. Creo que por eso, cada vez que tenemos que elegir hay un chillido de indiferencia y costo que no nos tranquiliza.
La ceremonia del comicio se viene, el cuarto oscuro y las boletas muchas, seleccionar una es la ofrenda adicional de la democracia, a pesar de haber sufrido la dictadura, deviene un esplendor, el obvio esplendor de creernos libres.
Elegir algo es no elegir otra cosa, elegir es dejar porciones en el camino, es llenarse de algo y vaciarse de sitios que otrora pudieran ser recorridos. Elegir es no elegir, optar esto es excluir estotro, es todo no se puede.
Y cuanto luchamos los seres humanos porque "todo no se puede". Entenderlo es crucial en la vida de cualquiera.
La burocracia se pone a vivir en una lista sábana.
Yo tengo muchos de los sellos redonditos, prueba de que voté con substancia, enfrascada en criterios, seriamente.
Magnéticas, las elecciones invitan a cualquiera, todos vamos por una misma causa.
Gravita universal la decisión, éste sí éste no, es la regla.
¿Qué dejamos cuando optamos? Un país de ojos cerrados, la oscuridad de los setenta con nuestros diecisiete, los años en que fui muchacha cónica. En que era la noche.
En que yo era la noche de mí misma. Follajes de votos y propaladoras, emisoras, propagandas de que el mundo sería mejor.
Tambores suenan este junio, anuncian cosas que se hicieron o se harán, se atisban claridades hora a hora, entre panfletos incontables.
(Existe un trabalenguas entre mi voto socialista y el radicalismo de mi familia, me veo rodeada de descubrimientos, en el hall de las emociones tengo ganas de ganar).
Elegir no es esterilizar, no es matar contrincantes como a virus, es abrir la celosía a un deseo que seguramente será patio, silbido, resoplido. Algunos van a salir en caravana, la elección descarrilará su exceso a otra realidad, o en la absoluta realidad de la política, ese intangible carbón que une y espanta, ese zaguán inaceptable de los últimos años, que es a su vez la única salida, la más elegante en el ilusionismo consensuado de la Polis.
Elegir, transformar la Nación adentro de un sobre. En un sobrecito pegado con saliva navega destino, destino puro, destino.
Como en las lluvias viajan las intenciones. Derivan gotas prodigiosas, lo nuestro pasa a los otros, el ínfimo instante en que levantamos el voto de la mesa (o lo sacamos del corpiño, vaya palabra) el país se inventa de nuevo. Pensar que es así.
Cosas privadas devienen públicas, quedamos conectados por algo que sucedió en silencio.
Elegir, una homeopatía de D.N.I. dará a los candidatos la posibilidad de romper ideas como avellanas.
Y el lunes ¿volverá a ser lo mismo? ¿o de nuevo tendremos petrificación o manicomio?.
O soledad, de que lo elegido no represente lo prometido y que, en furiosa locura, sigamos reclamando las mil patas de la democracia.
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