Dom 16.08.2009
rosario

CONTRATAPA

Un periodismo lúcido y conmovedor

› Por Gary Vila Ortiz

Con seguridad se me dirá: "Eso que has escrito está absolutamente equivocado. Sos un equino. Un porcinito mal educado. Dejá de abusar de la máquina de escribir. Dedicate a un oficio distinto". Es probable que quien así me hable tenga razón. Sin embargo, insisto. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Se me ha ofrecido un cargo de cuidador de las vaquitas de San Antonio en tres plazas. Agradezco el ofrecimiento, que no es por razones de política sino de amistad. Pero a mi edad creo que ese trabajo me mataría: El cuidado de las vaquitas de San Antonio no es para nada fácil, sobre todo si tenemos en cuenta que es distinto según los colores de su pequeño caparazón y también según su forma de caminar (tan cariñosamente) por las manos cuando uno se las ofrece. Entonces sigo en lo que creo que es lo mío y repito lo que dije y ha causado tantas censuras: La obra más importante de Roberto Arlt, la esencia de su trabajo, se encuentra en todo lo que ofreció en su laburo de periodista. El tipo, diría Wimpi, se las traía. Y de qué manera. Sin embargo, ni aquellos que lo defienden a rajatabla se han atrevido a publicar sus artículos periodísticos en forma completa. Entre el 19 de mayo de 1928 y el 24 de abril de 1933, Arlt escribió para el diario "El Mundo", según la exhaustiva lista realizada por Daniel C. Scroggins, 1138 Aguafuertes Porteñas. Leerlas, y releerlas, es comprender aquello que se ha dicho acerca de la convicción de Arlt: Para ser un cronista como él hay que tener el talento de un buen escritor, palabras que él ya había escrito hacia 1929.

Desde México, o sea desde el inigualable trabajo editorial que se hace en el Fondo de Cultura Económica, me llega un libro de 766 páginas donde se pueden leer un prólogo de Ricardo Piglia y una nota de Rose Corral, quien tuvo a su cargo la edición (es decir la recopilación) y la introducción a 236 crónicas publicadas, también en "El Mundo", entre 1937 y 1942. Pero, como en el caso de las aguafuertes incluidas en el libro a cargo de David Viñas, las recopiladas no son todas (1). Es decir, pese a todo lo que se ha publicado, lo que implica un trabajo considerable y una considerable conciencia de lo que significaba Arlt como periodista, falta aún una edición integral, que lo abarque todo. Más que nada porque, como lo puede saber alguien a quien le ha tocado hacer una sección diaria durante un largo período, realizar una selección apunta, posiblemente, a la calidad de las notas, y de esa manera se intentan dejar de lado los inevitables desniveles de escribir día a día, un trabajo que en ocasiones se refiere a la realidad pero que en muchos casos es inventado cuando ya el cierre del diario está cercano. Es una lástima, pues son justamente esos desniveles los que permiten comprender lo que implicó para Arlt su oficio de periodista y la relación que tuvo con su obra de ficción, eso siempre y cuando consideremos que sus artículos periodísticos no son también obras de ficción, aunque tengan por objeto eso que llamamos "realidad". El título del libro que he mencionado es el mismo que el del último trabajo periodístico de Arlt, "El paisaje en las nubes", publicado el 27 de julio de 1942. Está muy bien elegido ese título, por múltiples razones, las mismas que hacen que su relato "Un viaje terrible", de 1941, no suela aparecer en la edición de sus obras completas. Adolfo Prieto ha analizado ese relato y su curiosa omisión.

Arlt es un caso particular dentro de todos aquellos escritores que han practicado el periodismo sin desmedro alguno para su obra de escritor, oficios que, como diría él mismo, suelen ser parientes muy cercanos. García Márquez hizo periodismo, y del bueno, durante años, e incluso siguió escribiendo sus artículos siendo ya famoso por sus relatos y novelas. En la biblioteca he logrado localizar ocho tomos de sus obras para el periodismo y, si bien no puedo asegurar que sean todas, ciertamente son muchas. Alejo Carpentier practicó el periodismo, pero en general lo hizo sobre temas específicos. Sus obras fueron recopiladas. Juan José Saer y Juan Carlos Onetti también lo hicieron pero en forma esporádica y en menor cantidad. Es verdad que, además de ellos, muchos escritores usaron esa forma periodística, aunque lo hicieron probablemente pensando en el libro que resultaría después, Sarmiento sobre todo, y además Alberdi, entre otros. Ellos, al igual que otros en la vereda opuesta, se dedicaron más que nada al periodismo político, como Leonardo Castellani, Jauretche, Luis Alberto Murray, Discépolo. Vallejo no tuvo demasiado tiempo para hacerlo, pero publicó trabajos periodísticos. Entre los norteamericanos podemos encontrar a Hemingway, quien dijo que el haber practicado el periodismo le había servido para la formación de su estilo; Faulkner, aunque en mucha menor medida; Steinbeck; y aquellos que crearon una nueva forma de periodismo y ficción, como Norman Mailer y Truman Capote. En España sobran los nombres de quienes hicieron un periodismo de excepción.

Pero el caso de Arlt impresiona como único. Durante muchos años, hasta que murió, enfrentó la máquina de escribir todos los días. Tuvo, quizá, la suerte que el director de El Mundo durante bastante tiempo, Carlos Muzzio Sáenz Peña, lo respetara y lo dejara escribir lo que quisiera, aunque creo recordar que Pedro Orgambide, en el prólogo a la excelente recopilación que hizo Hachette (desaparecida por lo que sé) señalaba que en dos oportunidades hubo aguafuertes que no se publicaron. Al margen de estas consideraciones, ya de por sí marginales, lo que espero es una edición integral del periodismo de Roberto Arlt. No me he olvidado, de ninguna manera, del periodismo que llamaríamos de protesta, de un Rafael Barrett, de un Martínez Estrada o de un Rodoflo Walsh, pues merecerían artículos aparte. Tampoco olvido a todos aquellos cuyas obras aparecieron primero en los diarios y luego fueron a parar a los libros, pero me cuesta llamar a eso periodismo. Por ejemplo, los poemas de Borges, que dicho sea de paso he guardado todos aquellos originales que pude rastrear y encontrar.

Arlt tiene en muchos de sus escritos para el periodismo una posición política, una forma de vivirla (en ocasiones de manera implícita) y una concepción muy clara de lo que significa el periodismo y ser periodista. Creo que en el único sentido en que alguien puede serlo. A lo largo de los años hablé sobre Arlt con Nalé Roxlo, con Mastronardi, con César Tiempo, con Nicolás Olivari. Salvo que todos mostraban el afecto que habían tenido por él, no me contaron nada que pueda ser novedoso. En todo caso diría que tanto Tiempo como Nalé ponían de manifiesto su sentido de la amistad por ese tipo que hacía un periodismo lúcido y en muchas ocasiones conmovedor.

(1) Nota que estimo imprescindible: en el libro del que se ocupó Viñas también hay una buena cantidad de las crónicas ahora publicadas en México. No tienen otro título que "Nuevas aguafuertes porteñas". Algunas de ellas no están en la nueva edición mexicana.

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