CONTRATAPA
› Por Marcela Atienza
Esta ventana es un ventanal grande y abierto.
Hay una avenida de dos manos, un cantero verde en el medio, y el mar atrás de la arena. Eso es todo. No hay mucho más que eso. Mujeres con los pantalones enrollados y los pies desnudos en la orilla. Un deportista que corre con una vincha en la cabeza. El señor y la señora de edad avanzada tratando de absorber con dificultad el yodo del aire. Y el mar. Todo el día el mar. El mar de día y con sol, el mar bajo la lluvia. El mar de noche. El mar.
Siento algo fuera de lugar. ¿Será este mar, que no es mío? Es el mar de otro país. Es el mar que recorre la costa de Uruguay.
Estoy visitando este país, adonde viven tres millones y medio de personas. Las veo pasar por la ventana. Tienen un termo y un mate en la mano. Parecen iguales a muchos argentinos. Sin embargo no son iguales. Son personas educadas. Son "muy" amables. No hay nadie que no me haya despedido con un "que pase bien".
¿Es que realmente no es mi país? ¿No fue éste mi país, no éramos uno, nosotros y la banda oriental? ¿No era Artigas el que quería un solo país, grande y entero? Tengo que leer algún libro de historia y volver a aprender. ¿No había muerto Artigas, solo, viejo, pobre, y exiliado? ¿Siempre dejamos morir así a los que nos quieren unir, a los que nos tratan bien?
Sigo mirando el mar. Me gustaría vivir en esta ciudad, irme lejos de todo lo mío y compartir la vida con mis hermanos uruguayos. "Que pase bien". Me siento muy a gusto entre ellos. ¿Irme sería como "desertar"?
¿Es que se puede luchar contra la mentira, contra la angustia, contra la sospecha, contra la degradación de ver lo que no quiero ver cada mañana?
El mar está calmo, olas suaves, de esas que tienen la cresta blanca y enruladita. El mar está azul hoy, ayer estaba verde.
Vuelvo a mirar. Pasan autos comunes y silvestres. Pasan autos de plomeros, de pintores, de electricistas, de cortineras. Pasan autos con tracción delantera, pasan autos de porteños, autos con escaleras en el techo, autos descascarados, autos deportivos, pasan autos de gente de tierra adentro. Autos del Río de la Plata y de la banda oriental.
Para poder mirar el mar por esta ventana crucé gran parte de Uruguay. En el camino vi vacas negras y blancas y más vacas y toros y terneritos y terneritos y terneritos. Recuerdo que cuando era chica los campos estaban llenos de hacienda. Dicen que las vacas y los toros se fueron de mi país. Ahora estén en los campos de Uruguay. Un día se marcharon. Igual que Manuelita, la tortuga. Todos se van.
"Que pase bien".
Por la ventana no veo vacas. No hay vacas en Punta del Este.
Solo hay mar, y arena, y muchos, muchos edificios altos. Altos y vacíos. Sin gente viviendo adentro. Soy como un edificio, también vacío.
Hoy miré el mar. Miré el país. Muchos de los caminantes que pasaron por mi ventana no son uruguayos, son argentinos que huyeron. Porque ya son viejos y no les queda tiempo para vivir tranquilos, porque no les gusta cómo los tratan, porque quisieron encontrar una guarida. O porque el país ya fue.
Huyeron, como yo quiero huir ahora.
¿El mar tiene la culpa de mis ganas de escapar?
Miro el mar. Es tan grande.
"Que pase bien".
Eso me dicen todos, varias veces al día. "Que pase bien". ¿Le habrán dicho a Artigas "que pase bien" cuando se tuvo que ir?
¿El país ya fue?
Estoy acostumbrada a levantarme cada día con una ley nueva que modifica la anterior, lo que ayer valía, hoy no sirve más, estoy acostumbrada a que los plazos no se puedan cumplir, que las instrucciones del estado no sean claras, que nadie reciba su castigo, que los que trafican con efedrina, o con facturas truchas o con amigos, sigan traficando con otros amigos y con otras drogas. Estoy acostumbrada a que nadie sepa quién mató a Nora Dalmaso, o que todos duden de que si fue el marido el que mató a la García Belsunce.
Nadie me representa. Nada me ayuda. Cada día todo se hace más complicado.
Nadie me desea "que la pase bien".
¿Cómo seríamos si hubieran escuchado a Artigas y fuéramos un solo país, y no dos separados?
Mirando el mar sé que nada puede parar. El mar va a seguir estando allí enfrente de la ventana. Van a seguir las olas, el color azul de los días de sol, el verde de los días de tormenta.
El mar refleja lo que pasa, y no sé si "me" refleja, pero me enseña a que no se puede hacer nada. Sólo esperar.
Esa ventana por la que miro el mar podría ser "mi" ventana algún día.
Mi ventana al "que pase bien".
Que pase bien.
Toda una frase.
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