Sáb 28.11.2009
rosario

CONTRATAPA

A MANERA DE LÁMPARAS

› Por Miriam Cairo

ESTUCHE DE NIEBLAS

Esta culona dice, en una época en la que la muerte del decir ronda las almas. Esta culona ama, en una época en la que la muerte del amar ronda los cuerpos. Y dice, aunque no se muestre muy optimista sobre la posibilidad de decir. Y ama, aunque no se muestre muy optimista sobre la posibilidad de amar. Por eso tal vez resulte tan sorprendente ese gesto de deslizarse bajo la propia piel que la empuja hacia fuera, temblando como una flor al borde del abismo.

UN FULGOR SEMEJANTE

No está muerta. Ella, aquí, no está muerta. Está alargada. Estirada. Suspirada largamente. No está muerta aunque tenga hábitos de fantasma. No es un cadáver con sombrero ni una imperceptible huella de araña. Tampoco es algo nuevo, no rutilan sus pupilas como noticia de último momento. Ella juega con el abecedario de la noche y me sumerge en sus olas de polvo fino. Pájaros de enero se enredan entre los hilos de su falda. Ella es hermosísima aunque le falte un seno.

La vida, es verdad, está llena de cosas. La vida es suficiente en sí misma, para sí misma. Es la gloria de todos los vivientes. Pero ella es otra cosa. Ella pasa dentro de mí, no es mía sino que pasa dentro de mí y se marcha, alargada, estirada. Ella se hace y se deshace en mi cuerpo escrito, suspiradamente...

PROLONGACIONES INSENSATAS

La culona de nácar farfulla que ya nadie aspira a consumar sentimientos. Se espanta de esos cuerpos acorazados en el lento morir. Ella no es una destilación de sabiduría aunque está enfrentada a los tormentos de un manojo de imágenes en las que el sol golpea. Y lucha a fuerza de generar amados, aunque no esté de moda en estos días. La culona amante se vanagloria de haber elegido perfectos a sus amados, no por una u otra cualidad, sino por eso que no podría inventariarse o disminuirse. La culona quiere amor, amor compartido y cuando ya no tiene qué dar de comer a sus amantes, con el pico se desgarra y les ofrece su propia carne nacarada.

PROA DE NAVíO

Para arribar a buen puerto, la culona navegante debe pasar tres pruebas: por un lado, la duda sobre el océano. Por otro la paciencia, que no sólo implica la templanza durante los meses o años que requiera la travesía sino también en pensarse deseada antes que eterna. Por último, la capacidad de disfrutar la lejanía a pesar de que desde la tierra firme la juzgarán inútil, improductiva.

A MANERA DE LáMPARA

La culona iluminada dice que una puede elegir entre la felicidad y el matrimonio y que por supuesto, siempre se elige el matrimonio.

OSCURA LLAMARADA

Esa culona me persigue como si fuera mi sombra, pero más brillante. Busca un reino de expresiones muy escasas donde la maniobra de existir experimenta una repentina alegría. En la noche demasiada, la culona se para en puntas de pie sobre una línea donde la vida imaginativa sólo permite agregados confidentes.

ENTREABRIR LAS SOMBRAS

Mi culona auditiva escucha el latido de la luna que se agrieta. Sea lo que sea aquello que sueñe, apenas lo recordará cuando despierte. La luna, alejada de todo, lejos del arruinado agujero del cielo, a la leve luz de sí misma, se resguarda. Fuera del alcance del crepúsculo, se instala fugitivamente en un pensamiento de luz propia. La luna necesita el insomnio para mantenerse pegada a la noche. Su equilibrio interior exige el fiero atrevimiento de la entrega. Sólo por eso, la noche ha existido y el día no es más que un aniquilamiento espantoso.

LA MITAD DEL CRIMEN

Tampoco diremos que estas fórmulas de adivinación, estas lecturas de pájaros en vuelo, tengan derecho a ser un libro. Desde el color de la hierba hasta la eternidad inmóvil, hay un largo trecho. Y hay palabras. Quizás, la mayor maravilla de esta falta de libro sea que muy posiblemente, para beneplácito de las contradicciones, el libro se vaya escribiendo al pasar, casi sin quererlo.

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