Martes, 16 de febrero de 2010 | Hoy
Por Paul Citraro
Sin que los guardianes del jurado pudieran darse cuenta a tiempo, yo, el delfín Ralentti, estoy gozando como loco en posponer el único momento en que el secreto tiene sentido, su instante de gloria. Aunque me mate de miedo y de vergüenza. Y me esté por pisotear este preciso instante de correr el velo.
¿Y a vos gringo del orto te gusta tener miedo? ¡Qué fenómeno se ve el aro de básquet contrario desde acá! Sportivo América, cuantas palizas se hicieron eco desde este rincón. Y ahora te miro desde la otra vereda. Buscando un bocado de aire más o menos válido o más o menos ladino. Ha llegado el momento delfín. La verdad de la milanesa. El final. Y saber de una vez por todas la que se te viene. La maroma se me viene. Si ya estoy escuchando a la manada en la mesa del billar partiéndose de risa.
Al delfín, le arrebataron el invicto. Se lo comieron sin salarlo . Y de seguro con abucheo incluido. Pero quién puede bancarse la angustia de esta panzada socarrona de doscientos morbosos que al día siguiente y eso no me lo quita nadie de la cabeza , se van a repetir hasta quedar morados de la risa.
¡El delfín Ralentti cobró como en la guerra! Se cagó. Se le aflojaron las patas y le encremaron la pera para todo el viaje .
Si supieran que estar acá, en este preciso momento, es como perder el piso bajo los pies y caer en un pozo oscuro. Uno meta manotear de un lado y de otro y es inútil. No hay fuerza de dónde agarrarse. No hay sogas disponibles que salven el honor y lo guarden por un rato en un cajoncito aunque más no sea. Y el miedo, El miedo. Un miedo que viene de trampera con odio. El odio a uno mismo. Señor, por qué no escuche al padre Santiagoà Cuanta razón tenías con el odio curita. Y eso te pasa por recibirte de vivo. Por eso te pasa. Por no haber entrenado mejor, por tanto escolazo y caravana con la manada. Por creer una vez más en las mujeres rápidas y los caballos lentos. Y ahí tenés, mirá lo que te pasa. Me odio. Y a este también. ¡Pelotudo! ¡No te das cuenta que te madrugó! Y vio el flanco libre antes que vos.
A lo Onasi cuando eso lambeculos le preguntaron sobre el secreto de su fortuna. Y el magnate respondió desde el piso 16 que los reunía: ¿Pueden ver la copa de ese árbol?
-Sí, respondieron todos.
Bueno, yo la vi primero. Y este también la vio.
Adiós tanita... Seguro que después de esta, me vas a dejar y fija te apencás con ese otro que te anda arrastrando el ala. Te vas a piantar con ese ferretero que dice ser mejor partido que yo. Y anda pavoneándose con el overol haciéndose el Onasi. Te comprendo tanita. Con qué cara vas a volver a trabajar a la mercería todas las mañanas. Ya me imagino la comidilla envuelta con dos moños de murmullo. Ahí va la novia del turco, el que cobró con un paquete de Pergamino, pero ahora anda con el ferretero. Y para colmo, como si fuera poco, al sonidista, no se le ocurre mejor idea que poner a Fito de fondo. Hay Fito por más que seamos paisanos auriazules, no puedo dejar de decirte que el día que los lugares comunes coticen en bolsa, vas a tener más guita que los Macri y Fort juntos. Y así no tiene gracia. Cualquiera queda atontado antes de tiempo. Que garrón, que te musicalicen así el finalàsi seré fierro.
¡Andá a jugar a la ruleta rusa delfín!
¿Ruleta rusa dijo? No tiene gracia. Finalmente es uno mismo quien debe jalar el gatillo. Prefiero este último resoplo. Aunque a esta altura, pertenezco más al mundo de los muertos que de los vivos. Cierto che. Hasta ahora, no me había dado cuenta. Lo que no es el fin, sino el qué dirán. Ya me la veo venir, como si la hubiera escrito yo. En esta esquina, finalmente, se fue con el rabo entre las patas el delfín Ralentti de barrio Ludueña. Le rompieron el invicto. Así funciona el instante de la derrota. Cada uno, pone por su cuenta lo que se le canta dentro del pozo. Esta puta amenaza que nos hace pasar de castaño oscuro. Sencillo, no tiene vueltas. Un directo al mentón, y la perinola te deschava. Mientras tanto, voy a seguir esperando otra oportunidad.
Por la vieja lo juro.
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