CONTRATAPA
› Por Adrián Abonizio
Los martillos parecen descender en cámara lenta. Disciplinados y alterando la velocidad del cosmos, se descargan sobre los chapones dejando un surco fantasma de su movimiento en la luminosidad del taller. Aquello me tiene atrapado, definitivamente: nunca había visto nada así y asisto al cuadro aquel, pleno en esplendores con una claridad de mortaja al fondo producto de una lonas carcomidas que se mecen con el viento. Hipnotizado. Feliz.
Che, Nuevo, me sacude de un brazo el capataz. ¡Que carajo viste, a la Virgen María que te mande hace un buen rato a que me trajeras las bandejas y todavía te estoy esperando! El hombre es bestial pero tiene razón; suda como un hinojo banco, si los hinojos sudasen , como un ratón o koala de ojos enardecidos. Es un polaco cruel que ha sufrido la guerra. Habla a los gritos y hasta debe cagar a los gritos.La bandeja llamaba como tal, es un rectángulo de diez kilos donde se remojan las heramientas expuestas al calor de este infierno.
Voy, digo, sacándome su brazo del mío.Como no me importa nada de nada y sé que tengo los días contados como aprendiz puesto que nunca seré más que el Nuevo o el Boludo en esta cárcel infrahumana de San Juan al 6000, donde vienen a morir los cóndores viejos tras su jubiliación, los pibes sin edad ni familia y otras subespecies de condenados, voy a los leones como los santos: riente. Pero yo no, señor. Yo no he de morir en cámara lenta. Yo sé nadar, conozco el mar y habré de bajar por la alcantarilla hasta alcanzarlo y me fugaré donde no haya fábrica alguna, ni padre, ni madre, ni dios, ni gobierno, ni sindicato, ni capataz, ni compañero alguno que me pueda alcanzar. Retiro las bandejas y las cargo sobre una carretilla: paso entre los fuegos temibles de ambas cortinas con salpicaduras de hierro ante el horror de mis colegas, pero ellos me ignoran porque soy el Nuevo y un sacudón de quemante susto puede que me avive, pero a mi ,que de esto sé un montón, nada me importa ya que estoy protegido por un Dios lumínico que hace que las esquirlas golpeen mi vestimenta azul pero no me toquen la piel. Humeo como una brasa, como un hule en un incendio.Hay conmoción en la cárcel: veo sus caras, su detención de las labores y me sonrío. Es buenísimo estar loco. No hay que dar explicaciones. Una vez entregadas las bandejas, meto mi cabeza en el chorro de agua helada. Me contemplan como a un maníaco que ha huído de los pabellones. Que ha invertido el orden astral de los planetas. Levanto la cabeza y les sonrío beatíficamente.
¿Nunca vieron un loco? Ey, denme un cigarrillo, les grito.Uno, el más viejo, por superstición y en un acto reflejo me pega una cachetada. No queremos boludos acá, pendejo. Te pudiste haber incendiado...¿Sabés a cuanto atravesaste los cortinados de fuego?....así, así por el pelito de una uña no te quemaste, la puta que te parió.....Estoy en el piso sofocado. Una barra está en mis dedos y le aplasto el pie de un trincazo.
A mi nadie me putea, viejo y la recalcada concha de tu puta madre! Yo mando sobre mi y hago lo que quiero!. Se retuerce de dolor y me mira más asombrado que dolorido: no lo puede creer.
!Llamen al Sindicato, al Polaco, que se lo lleven!, aúlla. Algunos lo cargan arrastrando un pie, como a un águila herida en su alón grasiento.Viene un morocho y detrás otro, al que le dicen el Peruano y detrás un tercero. Me miran como a un excremento, extrañados de mi valor, como ante la presencia de un cascarudo rabioso.
Tomo la barra. !Nadie me dice lo que tengo que hacer, esclavos putos. Soy como el Che Guevara! En ese momento por detrás un abrazo me contiene y otra mano me desarma, luego siento la aplanadora que es un trompazo exacto detrás de mi oído. Nock out. Despierto en un largo ataúd de cajas a la sombra. Estoy sobre una pila de cartones que se elevan hasta el cielorraso con apariencia de tributo egipcio. Un médico me toma la presión, mientras desliza una sublingual que me abre el pecho y hace que todo pueda respirar. El cielo está violeta y los pájaros que tienen su nido en la altura, vuelan en cámara lenta otra vez, como en una visión de purgatorio. Luego, una camilla y me cargan atado por los brazos y voy directo al hospital.Duermo, hago que duermo, veo enredaderas siento el trópico en mis sienes, el tráfico parece una tormenta tropical y ansío morir en ese momento de esplendor y de clarividencia. El doctorcito suave, de pecas y anteojos me susurra?.
Ya llegamos, campeón, vas a estar bien, sufriste un sourmenagge.
Eso es para los putos como vos, le agredo en su condición.Se sonríe.
Hay que ser muy valiente o estar loco para hacer lo que hiciste y para ser puto tambien, pibito. Enterate. Los martillos de la sala parecen descender en línea recta y cámara lenta sobre mi pecho expuesto del que no mana sangre alguna
Mi madre ha mutado en una heroína vengadora que pone sus dedos en los labios haciéndome señas que espere, que ya nos iremos. Mi padre es una araña gorda y colgante que yace presa o vive allí desde tiempos inmemoriales.Hay olor a calas en el recinto y cotejo que he muerto.
Una voz . Es típico señora, el calor, son más de 60 grados y muchos organismos no lo soportan? tuvo lo que se puede llamar una locura lipotímica provisoria, ahora está medicado y descansará dos días más hasta que se reponga. Ella asiente, la presiento.
Y va a tener que buscarse un trabajito de oficina, el infierno no es para los demonios y al tocarme la cabeza, siento que la retira pues el dolor agudo que le causo, por el odio, por la tristeza de obrero, por las penurias de un libro de antemano que llevo escrito en mi cabeza, lo han quemado y constituyen la brasa de rencor, el haber nacido pobre y querer ser artista sin trabajar de asno
Yo te entiendo, mi amor, es la voz de mi madre. Vas a ir a la Academia de Arte cuando salgas y como que hay un Dios que trabajaré para que sigas.La imagino limpiando una gran escalera de mármol. Una lágrima, la primera que derramo en mi vida conciente arde y desciende hasta mis comisuras infernales. Después sueño que pinto, pinto y pinto hasta desmayarme.
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