Sábado, 20 de febrero de 2010 | Hoy
Ella le teme a los relámpagos por las señales que van ardiendo pero ama a los gatos que tienen nombres de persona. Para esto no se requiere asombro ni dulzura, ni esas otras cosas que se han perdido en estos días alimentados con difuntos. Ella podría dejar de sorprenderse, dedicarse simplemente a su amor por los gatos, al cuidado de las amapolas, al conteo de hormigas, al plegado de sombras. Ella podría dejar de ser la mejor callada del mundo y decir todo aquello que todavía no ha dicho, pero ella es un cuerpo, no una voz y los cuerpos no hablan por hablar.
Por la boca de la castidad fuga un aliento impúdico. ╔l tiene manos muy pequeñas, ni siquiera de lluvia, y más profundas que todas las rosas. ╔l va y viene de la muerte a la eternidad como un suspiro. Nada que no se pueda percibir con estos ojos en este mundo.
Cuando esa flor imagina el corazón de un durazno, yo y mi vida nos encerramos en su primera rosa.
Sola, en su cuarto, se tendió en la cama como una muerte liberada del morir. A contrapelo de todo lo inculcado, la soledad la ayudaba a no vaciarse, milagrosa se extasiaba de sí misma como una taza de café que se llena sola.
No espero ninguna recompensa, pero quiero decir que es duro soñar cada noche todo lo que he creado para que sigan teniendo un mundo.
Desde todos los puntos del universo veo que hoy tus ojos tienen un silencio porque el que nunca he viajado.
De vez en cuando me acuerdo de aquella poesía. Y también de aquella otra. Me acuerdo de los poemas no leídos, de los poemas que le causan terror a los libros.
Hay cosas que me rodean. Eso me hace pensar que no estoy dentro de un paréntesis. Faltaba más. Este lugar está lleno de verbos, de ríos, de noches, de martillazos, de países, de teléfonos y mares. Hay respiraciones. Hay edificios. Autos, bares, diarios, muchedumbre: hay sobrevivientes. Veo que no soy la única que tiene un pedazo de carne dividida con un ojo cálido en el centro. Pero veo también que nadie más que yo puede besarte completamente.
La luna entierra los pies en el aire carnoso de la tarde. (Sigo pisando veredas movedizas en busca de aquello que retrocede hasta llegar a su comienzo).
¿Acaso los abrazos siempre requieren de los brazos? Un abrazo sin brazos ¿no es verdadero?¿sólo los abrazos que aprisionan, abrazan? Los que nos sueltan, los que nos confían al mundo ¿no son abrazos? Este es el problema de las princesas varones y los sueños. Andan por el mundo abrazando sin brazos.
Atormentado por los anillos oscuros de la luz, el gato soñó para nosotros un territorio custodiado por los días amarillos de octubre.
Una luciérnaga más verde que la aurora y más brillante que el dolor, duerme en su cama de hierro. Para luchar contra el pragmatismo y los fines útiles, los fuegos de la luna la hacen agonizar entre las sábanas. La noche respira su olor de azucena solitaria.
Si mi lector no estuviera allí yo estaría perdida, porque escribo cosas que no puedo leer.
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