Lunes, 1 de marzo de 2010 | Hoy
Por Sonia Catela
Cuando Ambrose Bierce descorre el descubrimiento: "La guerra es el medio que usa Dios para enseñarle geografía a los Estados Unidos" ¿subvierte? En una primera ojeada, una frota una ironía 19 kilates, pero enfocando mejor, se advierte que Bierce gatilla contra Dios, voltea al maestro del bien que podría recurrir a otra pedagogía algo más edificante con que educar al imperio, y, al disparar, nos baña con las plumas ensangrentadas de tales aves gigantescas, intocables, sacras.
Como cada cual compila su canon privado de subversivos, tanto con los nombres que lo deslumbran como con los que le producen asco u horror, subjetiva y fragmentaria ha de ser esta recapitulación que proviene de las detonaciones con que determinados gestos, teorías o hechos penetraron en nuestra conciencia y la reordenaron.
Fue Roberto Arlt el que postuló para siempre jamás que "detrás de toda gran fortuna se esconde un crimen". Se lo escucha poco debido al almohadón que un gordo trasero oprime contra su boca. Si bien a Arlt lo precede una tumultuosa procesión con pancartas como "la propiedad privada es un robo", entre las que sobresale el cartel que alza Bakunin, "Los Estados poderosos sólo pueden sostenerse por el crimen", él logra la alquimia refulgente de transformar plomo en pólvora. Urde el a b c de un nuevo alfabeto con el que decodificar lo aparente. Y lleva a sospechar de esos nombres que relumbran bajo tanto oro.
"Actos subversivos tremendos, de rara génesis, se erigen en realidad, la confunden y desvían; esa marca estampó el fusilamiento del ex presidente argentino de facto, Aramburu, a manos de un tribunal del pueblo. Cuando Montoneros difundió la ejecución de Aramburu, el 1º de junio de 1970 y se hizo responsable de tal ejecución, estábamos dictando clases; los profesores que entraban en la escuela estatal de enseñanza media secundaria de Hersilia, se abrazaban, nos abrazábamos, celebrando ese acto de justicia proviniera de donde proviniera. Procedía del campo popular, de eso no quedaba duda. Años después tacharíamos a Firmenich de nuestra famélica lista de héroes. Pero no se invalidaría aquella legitimación general del ajusticiamiento de Aramburu, responsable de fusilamiento por decreto de once ciudadanos (el decreto número 10364, que da a conocer el nombre de cada uno de esos desdichados), de la institución de la pena de muerte por decreto (el número 10363), de los bombardeos a Plaza de Mayo más todos los fusilamientos de junio del 56, y según sus ejecutores, del robo, desaparición y mutilación del cadáver de Evita. Acompañando la celebración, acuñábamos una consigna también subversiva: "La violencia de arriba engendra la violencia de abajo".
Una salida momentánea de la política y, abriendo otra puerta, Anthony Burgess fue quien enunció que "La literatura es esencialmente subversiva. La primera vez que advertí esa capacidad subversiva que tiene incluso la subliteratura fue cuando mi padre echó al fuego de la cocina mi ejemplar del Boy`s Magazine, que acababa de iniciar la publicación de una serie sobre el fin del mundo". Y nos da un nombre: "DH Lawrence es un testigo, o un mártir, (que para el caso es lo mismo) de esa verdad".
En un campo ambiguo de esta lista se masturba el marqués de Sade, quien decapitó no unas cabezas sino las ideas que llenaban tales cabezas. Sade planteó que "según el ateísmo éste se liberó de Dios que no es nada, entonces, este pensamiento se liberó de ¿nada?". O "en un libertino ser ateo es provocar a un Dios ausente mediante el escándalo, para obligarlo a que manifieste su existencia". Para Sade, ateo, esa concepción del ateísmo no era sino un monoteísmo a la inversa.
Y dijo: "No se trata de amar a tus semejantes como a ti mismo, ello va contra las reglas de la naturaleza". Y dijo sobre la revolución: "ustedes se han rebelado contra la iniquidad, para ustedes la inquidad consistía en estar excluidos de la práctica de la iniquidad; al rebelarse ustedes contra ella han replicado con ella, ya que han matado a sus amos como ellos habían matado. La justicia, para ustedes, (y han dado pruebas sangrientas de ello) consiste en la práctica común de la iniquidad individual". Un lugar ambiguo éste del sadismo porque al ser también la negación del otro, convoca y enrola a nazis y genocidas surtidos cuando aplican precisamente prácticas de expropiación del yo ajeno, torturando, secuestrando, desapareciendo gente.
En lo creativo, subversivos Henry Miller: "El arte consiste en llegar hasta las últimas consecuencias", y Alfonsina Storni. Subversivas las mujeres que participaron del asalto a Moncada, Cuba, en 1953, Melba Hernández y Haydeé Santamaría, (probablemente itambién Elda Pérez integró el grupo revolucionario), subversiva Julieta Lanteri, primera mujer en votar en Argentina, en 1911, cosa que logró mediante un pleito al Estado. Y Michel Foucaul demostrando que el "poder se ejerce más que se posee; no es privilegio adquirido sino efecto de estrategias, no se localiza en las relaciones del Estado con los ciudadanos o en la frontera de clases", no opera sólo de arriba hacia abajo, se esparce y se toma de los cadillos que halla en los sucesivos estratos de la pirámide, asiéndose de las reproducciones que halla y de los reflejos que alimenta.
Hay subversivos en las dos trincheras; tanto en la que aloja todo lo que nos produce devoción, como en la franja de desviados que quieren tumbar nuestro mundo por medios arteros. Veámoslo.
Llevo anotada en la frente una maravillosa y volátil muestra de sublevación repentista. Es la del ignoto platense que se hizo meter preso porque se puso cantar a volumen máximo la Marchita, en tanto caminaba por alguna diagonal de la ciudad de Ameghino; regía el repugnante abominable decreto 4161 (de 1956), el que prohibía pronunciar "el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones "peronismo", "peronista", "justicialismo", "justicialista", "tercera posición", la abreviatura PP, las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicalesá "Marcha de los Muchachos Peronista" y "Evita Capitana" o fragmentos de las mismas, y los discursos del presidente depuesto o su esposa".
Lo imaginamos a Juan (llamémosle Juan) andando por la calle y desafiando a todo pulmón el subversivo intento de acallarle la boca. Porque el decreto 4161 es subversión pura, equivale a tachar del diccionario, de los diarios, libros, documentos, de la lengua argentina, determinadas palabras mediante un decreto. A Juan, protagonista de ese canto ilegal se le decretó prisión y 300 pesos de multa por haber devuelto la Marcha a la realidad a la que pertenecía.
¿Cómo respondió la prensa ante estas y otras subversiones contra la subversión? Uno de los diarios capitalinos más representativos del periodismo "independiente" publicó el 22 de febrero de 1956: "Nosotros que nos enrolamos patrióticamente en las filas de la Revolución Libertadora, nos sentimos orgullosos de lo que se ha calificado de tolerancia del gobierno con los perturbadores, transformados ahora en criminales. Pero basta ya de complacencias, basta ya de tolerancias con quienes, guiados por instintos primarios apelan a crímenes de lesa humanidad para quitar a susá hermanos la paz, la justicia y la libertad. Basta pues, que el Gobierno proceda desde hoy con el máximo rigor". Rigor. Fusilamientos patrióticos. Penas de muerte. Toda una lección de ese periodismo por el que daríamos hasta digamos ¿la vida? ¿la camiseta? ¿cinco pesos? ¿cuánto demonios cuesta comprar uno de esos periódicos? ¿dos mangos? De últimas, en cualquier Biblioteca lo ofrecen como lectura gratis. Y ahí nos plantamos en esta subasta.
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