CONTRATAPA
› Por Sonia Catela
De madrugada es la cosa, entre el Flaco y yo tiramos los titulares con que la prensa local encabezará el escándalo, en primera página pero dándonos un espacio mínimo, "así", grafica el Flaco y aprieta el pulgar y el índice. "No derrochen imaginación" tijeretea Caby la cinta flaca de nuestra charla, y nos aprieta tuercas mientras arma esos metales que hablarán por nosotros, detonantes, noche de lunes; yo junto y meto aerosoles en la mochila, nuestra habilidad alza puntaje si se trata de pintadas ("patria sí, colonia no") pero se encoge en cuanto a la magra puntería que supimos conseguir, Caby, al revés; "¿de dónde saliste, Caby?", parlotea el Flaco pero el otro ajusta: "trabajemos, compañeros", falta que nos embardune con el almidón de alguno de sus discursos tiesos como garrotes con los que nos apalea. Sí, ¿por qué caminos llegó a Rosario? podria entregarnos anécdotas heroicas, o compartir alguna broma sobre la chambonería de nuestros tiros al blanco; y, titularán, los diarios: "tres sujetos fuertemente armados, dos hombres y una mujer", agregando: "a cara descubierta".
"Me comentaron que estuviste en...", insiste el Flaco, pero Caby repasa y bruñe el metal de su silencio, "¿traigo yerba para unos mates?", propongo, el nuevo mira el reloj, no cabe una ronda de mate y confidencias, ni siquiera levanta la cabeza de sus alambres para responder al convite y el Flaco aprieta sus labios e infla los cachetes, "aflojate, hombre", protesta de la que Caby no firma acuse de recibo: "Listo", remata y se mete dentro de las agujas del reloj, marcando tic tac, "alcen las cosas", alzamos, tic, -"limpiá la mesa", tac, "y vos poné la basura dentro de esa valija", "toda" me subrayan en rojo sus pupilas de búho, en tanto con ellas palpa, de pies a cabeza, cada mueble, agujero, el aire enjaulado en este departamentito, que no nos delate un recorte, un papel suelto, un tornillo, una pista. Enfundado en su mameluco de acero, rígido como todo aquello a lo que queremos darle vuelta de hoja, machaca: "Dejaste encendida la luz del baño"; en el departamento de su hermano no debe quedar ni el olor de nuestro aliento. Resoplo.
Nos cobijamos en los abrigos, cerramos con llave y llamamos al ascensor, esos encabezados dirán también "los sujetos se autotitularon integrantes del llamado ejército...", y aclararán por ahí "jóvenes, jóvenes", son cuatro cuadras hasta Tucumán 1560, Caby nos hace caminar por veredas opuestas, separados veinte metros uno de otro, lo que llevo yo pesa, y remarcarán "fuertemente armados", tras el hombre nuevo vamos, el hombre nuevo, "carajo", como cierra el Flaco, ahí andamos, es un garage de techado de chapas donde tomaremos lo que necesitamos, "bajo amenazas redujeron al encargado del local, Juan Rando", informará la prensa, Caby sabe maniatar con eficacia al sereno, el tipo se balancea y ensaya unos saltos montado en la silla plástica pero se cansa, y mientras Caby pone en marcha el Peugeot 404 patente..., el Flaco y yo cubrimos los paredones oscuros con sinfonías y cánticos, la voz del hombre nuevo, "vencer o morir", y sobre el volumen de la panza del encargado, pinto en rojo los clarines de nuestro himno, ERP, tenemos aquello por lo que vinimos, "se apoderaron del vehículo con el que se dieron a la fuga...","a cara descubierta", y luego, enfilamos al boulevard Avellaneda al 521 bis, yo, cantando, aunque Caby meta esa jeta como cerco que encarcela mi voz; en el edificio él manipula sus objetos ante la atenta observación del Flaco en tanto yo acciono manifiestos al soplo de mi aerosol , ?el artefacto causó la rotura de vidrios y la caída de mampostería en el establecimiento de Pinturerías Alba?, el Flaco, yo y el hombre nuevo, abrazos, enseguida a Pasaje Nelson 714, "donde se produjeron daños de importancia en el portón de acceso de Molinos Río de la Plata", tarea cumplida, puestas las bombas casi de estruendo que voltearon los portones elegidos. Portones, no por nada. "Terrorismo", dirá La Tribuna.
Caby se me acerca, se limpia la cara, y en lugar de reprochar el balance de toda nuestra chapucería, me toma de los hombros, me acerca a él: "Para mí también fue la primera vez; soy tan debutante como ustedes...", y no abrocha la confesión con el clásico: "compañera" no con un "piba" que suena a chaleco de fuerza tijereteado. Acelerando la partida, nos metemos en el auto, lo abandonamos en una plaza, nos despedimos y tomamos caminos diferentes según lo acordado. Antes, entre meneos de cabeza acordamos el Flaco y yo: "es de los nuestros".
*Esta curiosa serie de atentados se produjo en Rosario la noche del lunes 11 de octubre de 1971. Las noticias periodísticas corresponden a los diarios La Capital y La Tribuna.
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