CONTRATAPA
› Por Adrián Abonizio
Ya no sé que hacer con este chico me ha crecido repentinamente dentro del otro, mi gordito querubín. Me faltan las pinturas que él dice usar para sus cuadros y algunas medias que le sirven para colar pigmentos. No sé qué hace con mis vestidos viejos, ni con mi secador de pelo, ni con mi pincita de depilar. Las uso para experimentos, explota enojado mientras me amenaza con un frasco de bencina. No sé que hacer con este chico que no me habla y que me recrimina que por mi culpa su papá se ha ido en su camión hacia otros parajes más felices. Que la casa está más alta y ancha que antes; que mi comida le parece espantosa; que no le compro la ropa ajustada como a él le gusta, que esto y que lo otro. He entrado a su pieza descubriendo la llavecita que esconde junto al paraguero y me encontré con un revoltijo horrible. ¡Con lo que yo amo el orden! Y bajo el montón de ropa sucia una revista con hombres forzudos y en las paredes, junto a donde Gordi duerme en lugar de chicas o autos o equipos de fútbol, una foto de Brad Pitt. ¿Que mirás?: estás viendo al futuro presidente de Estados Unidos, me retruca. Mis zapatos que creí robados aparecieron dentro de su ropero, el mantón de Manila enroscado junto al copete de la silla; restos de mi perfume francés disimulados en otro frasco, cigarrillos largos y un rouge que no es mío. No sé que hacer con este chico que no sale, no juega, encerrado con su música y su teléfono siempre ocupado. Mi prima Adela que es médica me ha dicho que es cuestión de la pubertad, que ya se le iba a ir, que son caprichos pero no sé ya. Es demasiado tiempo desde que dejó en tercer año del secundario y no quiso trabajar ni seguir con los libros. Su padre cuando se enteró ni mu, creo que no le importó, siempre fue un bruto que me echó en cara que yo sobreprotegía a mi Gordi. Tiene las manos demasiado delicadas, por eso se las arruina cuando cambia de lugar una planta, le limpia las raíces y con su magia hace crecer plantines hermosos, floridos donde antes había maleza. Eso es cuando está bien. Porque es de explotar. Pero cuando hay paz y miramos una novela me pide prestada la crema y se la pasa meticulosamente entre los callitos. Pero fue algo, seguro que le dijeron algo los Guaglianone cuando lo vieron con el plumero sacando las pelusas para afuera, de ahí su reacción que terminó con el más chico de ellos con el diente roto y el más grande con la boca torcida de un puñetazo. Mi Gordi tiene su carácter, no vaya a creerse. Y guay con que le digan algo a la madre, como esa vez que pasó un tipo en bicicleta y me silbó para después decirme algo acerca de mis pechos: mi Gordi lo corrió y tomándolo del cinturón que le colgaba lo tiró de cabeza a un charco. Y se quedó ahí, no crean que se fue, se quedó a esperar que se levantara y cuando lo hizo ya mi hijo tenía una baldosa en la mano. Lo vieron todos y lo apartaron para que no pase a mayores. Eso sí, lo tuve todo el día con un ataque de nervios, temblando de indignación, a upas mío. No le gusta la violencia. Yo pienso que este mundo está carcomido, como el solvente come el metal, de miseria, brusquedad y mala educación. No, no soy de las que dicen "son negros" o "no quieren trabajar" cuando veo alguna cosa siniestra que esté vinculada con lo que trae aparejada la necesidad. No, yo creo que hay que darle una oportunidad a todos, porque todos nos merecemos que nos entiendan, nos quieran y nos den un abrazo. Yo lo vivo haciendo con mi Gordi y nadie tiene el derecho de decirme nada; por algo soy su madre y lo crié como quise. Papá prácticamente no tuvo, si llamábamos padre a uno que lo rechazaba porque mi Gordi no sabía patear una pelota y que aquella tarde noche en volvió en un mar de llanto porque lo había llevado hasta la puerta de una puta vaya a saberse en que barrio de mierda, con perdón de la expresión y lo había obligado a que se desnude, porque, le gritó "sino sos un marica y un lacayo de tu madre" que fue lo que textualmente me contó mi criatura. Porque al fin es una criatura y la puñalada señor Juez, fue producto de la mala suerte y de la puntería del diablo que le hizo acertar en el pecho seccionándole la vena mayor, señor juez. Y yo ahora no sé que hacer con mi Gordi, medicado en su cuarto, a la espera del fallo como un criminal en serio, solo, mirándose las uñas y llorando todo el día, porque es consciente de lo que hizo pero a la vez no tiene la culpa de haberse interpuesto entre su padre y yo, justo cuando él me estaba maldiciendo con barbaridades que no me animo a reproducir y estaba agarrando el cuchillo de cocina para mostrarme como iba a abrime la panza a mi, a su ex esposa, si continuaba echándole en cara que la noviecita que tiene allá por Santiago del Estero, en La Banda, tenga la misma edad de mi Gordi, una menor que podía ser compañera de estudios de mi hijo, una nena, vea, y que además amenace con matarme. Ah, Dios ¿Qué le va pasar a mi Gordi si lo llevan al Correcional como dicen va a suceder? ¿Se imagina, señor juez? ¿Se lo imagina? Por eso le agradezco haya dictaminado su inocencia en defensa de un familiar cercano que vengo a ser yo y ordenado una pericia médica que por suerte le dio mal y ahora me lo tengo más aún metido adentro, mientras a veces, producto del efecto de las pastillas que el facultativo ordenó que tomara, me roba mis cosas, las pinta o cose como antes pero todo patas para arriba y no para de llorar mientras suele abrir mi pieza por la noche, asustado porque Brad Pitt ahora dice que le habla.
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