Martes, 24 de agosto de 2010 | Hoy
Por Homs
1. A su sombra comenzó a llover thinner
No eran buenos presagios lo que la borra del vino escribía con cursiva en el fondo de aquel vaso.
Y será tarde para enmendar los horrores erigidos y las casas demolidas caerán otra vez con el peso de sus sombras sobre las cabezas de todos los que hayan roto para peor...
A su sombra, fértil como ribera de arroyo de llanura, resplandecían flora y fauna. El buen hado brotaba del vergel. La leche de las madres era tan pura y hasta las bestias más sanguinarias aplacaban la gula de su pulsión de muerte. Los pájaros de oscuros plumajes, al sobrevolar esa sombra, se volvían cristalinos. Sin embargo, con el correr de los años regidos por el calendario soja, algo pasó... La liviandad de las aves se quebró. Los depredadores, potenciados por el hambre que sólo conocen quienes rondan en el desierto más intenso, recobraron su instinto. La atmósfera cesó de manar rocío.
Se va el fruto a la búsqueda de un árbol que lo germine.
Las bestias espantadas por la tormenta se van.
Sobre el piso sin techo cuaja la calcárea humedad.
Intemperie al resguardo de paredes con pulpa de estucado.
Molduras perfectas.
Damero al cadalso.
Rosario de un río sin dorados.
Ni azulejos vicri. Ni vitrales.
De haber tenido portasombras cada una de las casas demolidas, como seguramente sí han poseído percheros y paragüeros, la batalla no hubiese sido tan desigual.
Pusilánime topadora retrocede frente al poder de las sombras de tantos actos de vida... Ya me imagino los titulares de la prensa, y la algarabía de los nobles materiales, y la derrota del hormigón.
El futuro perece con el pasado.
Haces de polvo se despiden de los últimos tres azulejos verdes que quedan en pie. La demolición es perpetua.
Vidrio de color reducido al ruido de su caída.
Friso que se inmola en el camalotal.
Estadios de belleza que se van.
2. A su sombra el art déco se empezó a resquebrajar
Autoridades competentes: No dejen que se caiga el Cine Imperial de Corrientes y Tucumán. Si se llenan la boca hablando de identidad no pueden avalar tanta destrucción.
Demoler, en el noventa y ocho por ciento de los casos, es despreciar, menoscabar, estropear.
En el Imperial yo vio Metrópolis y no hay error en la sentencia. Yo es otro. Después de eso yo ya no fue el mismo.
A la luz del cine se empequeñecen los cuerpos y en proporción inversa las sombras que proyectan se agigantan. Espectros oscilantes entre moléculas de nada.
Los fantasmas resisten la vulgaridad. Los fantasmas se visten con ropas del más allá.
Una culpa a través de su sombra se expía, el dolor se solivianta, el nervio se tensa hacia un crispe ritual que a la raza determina.
Sombra de los presentes aniquilados.
Antiteatro en los repliegues de la luz. Un punto a alcanzar.
El pálido eco de la voz de un niño.
El riesgo no radica en la carne sino en la incierta materialidad de la sombra. En el negro insondable que produce resplandor. Ahí, en la médula del nervio, en la conciencia del fuego. En los fastos de las iras que desencadenan guerra.
Perro de sombra atestado de sarna.
Desligándome de las sombras abandono el estado de piedra.
Seré el recuerdo que aún no se ha experimentado. Un ego escindido de su sujeto. La fuga hacia el trasluz. Un alambique de esencias iridiscentes.
Tintas negras han escrito todo el cielo y el resplandor de Venus, atravesando los huecos de las letras, da contrastes leves como sombras en el aire.
Lean humanos que sólo la letra los hará libres.
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