Domingo, 17 de octubre de 2010 | Hoy
Por Gary Vila Ortiz
Quienes amamos aquellos medios de comunicación en que hemos trabajado y seguimos trabajando, es en estos momentos en que mejor comprendemos que la televisión, en vivo y en directo, y con una formidable sobriedad, ha sacado una indudable ventaja sobre los otros medios, dadas las circunstancias que le han permitido seguir instante a instante la secuencia de un milagro. Más aún, si el milagro no es para nada común (aunque vivir es un milagro cotidiano) menos común es percibirlo como lo ha hecho posible la televisión con el rescate de los mineros chilenos atrapados a cerca de setecientos metros bajo tierra después del derrumbe de la mina donde trabajaban. Más todavía. Escribiendo debemos ser precisos con el uso de las palabras, el espacio y el tiempo. Estas líneas las comienzo a escribir a las 15.10 del miércoles 13 y ya hay rescatados 18 mineros. Aún faltan 15 y además los cinco rescatistas que bajaron para prepararlos para su ascenso hacia la superficie. Hasta el viernes tengo tiempo para mandar esta contrata a Rosario/12. Escribiremos como en secuencia, esa que permite la escritura.
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Copiapó, capital de la zona del Desierto de Atacama, fue fundada en 1540, por Pedro de Valdivia. Y en tres veces fue de devastada por los terremotos: en 1899, 1922 y 1939. Fueron tantas las cosas que sucedieron en 1922 y en 1939, años de los que hemos hablado más de una vez en este diario, que la desaparición de un pequeño pueblo o pequeña ciudad ha sido pasada por alto, al menos en los libros que tengo sobre el siglo veinte que es un siglo que me obsesiona.
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Son las 17.15 del 13 de octubre. La ansiedad y la angustia, que no son lo mismo, consumen y nos muestran a todos parecidos. La felicidad también, pero más expresiva, sin embargo no se parece a otra cosa que a la misma felicidad. Se trata de expresarla (el canto con que se recibía a cada minero que llegaba) pero se alcanzaba hasta ahí nomás.
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Estuve cerca de Copiapó, en La Serena y en Coquimbo. Las dos poblaciones sobre el Pacífico. Copiapó está más alejada del océano y más al norte. Son bellos lugares. Unos años antes, en 1963, había estado en Santiago y cerca de una semana en Concepción, hacia el sur. Viví la forma que tienen los chilenos de estar como siempre con la proximidad de un terremoto. Cuando llegué a Concepción, había vivido uno muy fuerte del cual quedaban varios rastros. Fui domiciliado, con un cordobés, Moisés Sak, en la casa de un mendocino que en ese momento era la única casa de departamentos antisísmica de la ciudad. Fue una experiencia inolvidable.
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Hay muchas cosas atractivas en esa zona del Desierto de Atacama. Los Nevados de Inchuasi, Tres Cruces, Volcán Ojos del Salado, el Valle de Copiapó y lo que se llama el Desierto Florido. Una inusual lluvia cae sobre el desierto donde las semillas están latentes. Entonces, bajo esa agua sorprendente, surge lo que lógicamente ha pasado a ser como el Desierto Florido. Si la zona es rica en minería, sobre todo en cobre, existe el cultivo de aceituna en el Valle de Huasco.
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Son las 17.45 y ya son 23 los mineros rescatados. En estos momentos está subiendo el número 24. Una declaración de uno de los rescatados dijo: "Allí enterrado tuve una pelea con Dios y el Diablo. Elegí tomar la mano de Dios. El me ha traído hasta aquí". Yo he puesto un disco de Ellington para celebrar. En este momento está ascendiendo el número 24 Son las 13.
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Son las 19.20. Acaban de rescatar al minero número 27, de quien recuerdo (lo veo en este momento) Franklin Lobos. La televisión sigue paso a paso todo lo que va pasando. Pero no todos los canales de información lo hacen. Ignoro el por qué. Soy de aquellos que desea seguir aquello que proponía Schweitzer, la reverencia absoluta por todo lo que tenga vida. No es posible hacerlo, claro, pero hay que intentarlo. ¿Por qué no lo hacen todos los canales de información? Tal vez piensen que treinta y tres vidas (que ahora son treinta y ocho) no son demasiadas para darles importancia. Incluso otros programas que no están dedicados a informar, como el de Rial por ejemplo, trató el tema dentro del suyo y lo hizo muy bien.
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En Copiapó se celebra la Fiesta de la Virgen de la Candelaria de Copiapó. Supongo que como nunca se la rezará para que por su intermedio Dios la escuche. Si Saint Exupery decía que el silencio es uno de los atributos de la Divinidad, la Virgen, como su hijo, Jesús, pueden hacerse escuchar. Pero no se trata que solamente se encuentre la mayoría católica que hay en Chile. Uno de los mineros rescatado era pastor Evangelista, que por los comentarios que se hicieron es un hombre de un desprendimiento absoluto. Dada la situación debe haber habido alguno que dudo o algún otro que ya era, digamos, un agnóstico. Es indudable que lo mismo se lo ha escuchado. Eso no significa que los caminos de Dios han dejado de ser misteriosos y no debemos preguntarnos por ellos. Pero los hombres entre sí tenemos la obligación de preguntarnos por nosotros y ayudarnos más allá de posibles discrepancias ideológicas.
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"Sucede que me canso de ser hombre. / Sucede que entro en las sastrerías y en los cines / marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro / navegando en un agua de origen y ceniza. / El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos. / Sólo quiero un descanso de piedras o de lana, / sólo quiero no ver establecimientos ni jardines, / ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores. / Sucede que me canso de mis pies y mis uñas / y mi pelo y mi sombra. / Sucede que me canso de ser hombre". (Pablo Neruda, "Walking Around") Tendría que haber estado vivo para hablar, decir su poema, sobre lo que ha pasado en Copiapó.
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Qué más de mil millones de personas hayan visto el rescate de los mineros chilenos no debe ser observado como si se tratara de una mera operación mediática. Fueron más que los que vieron la final del mundial de fútbol, por lo cual hay que sentirse feliz. Esos mil millones de personas estuvieron mucho más pendientes de treinta y tres vidas que de 22 jugadores corriendo detrás de una pelota. Sin llegar al optimismo, se puede pensar que después de todos los hombres suelen sorprendernos mostrando que "siempre tienen cosas más dignas de admiración que de desprecio". Lo que estaba en juego era eso, la vida, la vida nada más, y es fundamental para poder inclinar la balanza, al menos por algunos días, hacia la esperanza. Pensar que se trata únicamente de una operación mediática es avergonzarnos y despreciar de forma absoluta la dignidad de la condición humana. Suponer que el caso del minero que deseaba que en la superficie lo esperaran tanto su amante como su mujer, no se trató de un show sino de algo de esa tilinguería que muchos tienen. Ver la secuencia que algunos canales trasmitieron de manera completa, es algo digno el mayor respeto. Hubo una gran parquedad, la política desapareció de Copiapó, pese a la presencia durante todo instante del presidente de Chile. Si alguien quiere ver en eso un acto político, es que mira por el ojo de la cerradura y quizá, vaya a saber por qué odio enfermizo, debe haber deseado que todo fracasara. No lo dijo, pero lo sintió, enfermo de un inexplicable odio hacia el ser humano.
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"Hazte hombre te digo como yo a veces me hago mar / Olvida los presagios funestos / Olvida la explosión de mis praderas / Yo te tiendo las manos como flores / Hagamos las paces te digo / Tú eres el más poderoso / Que yo estreche tus manos en las mías / Y sea la paz entre nosotros". (Vicente Huidobro, "Monumento al mar"). El canto de los mineros de Copiapó: "Chi, Chi, Chi, lé, lé, lé, los mineros de Chilé". Cada vez que salía uno, ese estribillo que salía de lo más hondo que no olvidaremos y que sabemos que San Martín sonreirá feliz se encuentre dónde se encuentre, porque para él la Argentina, Chile y Perú son su patria.
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