CONTRATAPA
› Por Miriam Cairo
Es demasiado. El mero hecho de que este modo de escribir haya llegado a conocerse a sí mismo como una especie de sensibilidad o arte dudosos, no ofrece ninguna garantía de que al no escribir de este modo hubiese podido develar cuánto hay de no pronunciado en lo escrito.
No es imposible. Apenas iniciado el camino de leernos, apoyamos el oído en la palabra para escuchar algo no pronunciado. Y la palabra se percató de que algo tan espantoso como una cuadrícula de espacio y tiempo nos agobiaba. Imposible no razonar con el sexo. Imposible no transitar por los insensatos callejones sin salida. Imposible no apoyar todo el cuerpo en la palabra hueso.
Es una posibilidad. Para abarcar con la mirada ínfima sobre una parte del ombligo del mundo, es preciso arrancar de raíz la palabra mundo. Dejarlo a un lado como algo pasado y refutado, aunque esto no pase de ser una prueba piloto.
Es desgajado. Más clarividente que ninguna, me percato de que si no me desgajaras con tus manos, involucrando el peligro de las obstinaciones y los desmoronamientos, mi única morada posible sería la tierra.
Es confesable. Cualquier cosa que yo haya podido hacer con mi vida deja como saldo lo que haáintuido el chamán: "el escritor puede escribir y el cangrejo puede sembrar." Dos imposibles de ningún modo imposibles.
Es temblor. No sólo eso. Desde que todo lo humano está abandonado en la yema de un huevo o en cada uno de tus cabellos sensitivos, observo que la ciencia no puede indefinirse como la poesía. Y esto no es por razón, sino por miedo.
Es interdico. Aunque el pasado se deslice, por así decirlo, detrás del presente, y que, por capricho o memoria, actúe sobre éste, no diré nunca que ese monstruo sonámbulo acometeátravestido de futuro.
Es absoluto. Ya no esperes nada más que la noche oscura. Sólo ella tiene la llave que abre tu ser y lo regula.áYa no lo dudes: en míájamás perdió tu boca su alegría.
Es delgada. Esa delgada voz dice que la autopista está atestada de huesos y de buscadores y de renunciantes. Esa delgada voz no clausura ríos, peces, puntas, ansias. Puede quedar oculta. Puede descubrirse. Esa delgada voz dice que la autopista está atestada de huesos en posición de apetencia. Dice la voz, delgadamente, que hay un mundo entre las manos y las piernas.
Es a veces. A veces, son los lentos ademanes con los que abrís los libros, o el cuerpo acuclillado en la indecible grieta del ardor, o el movimiento de tu organismo vivo inmerso en la vida, a veces es el soplo que sobre él recae, y, a veces, es sólo un trozo de la noche ovillado en un jardín anterior a toda primavera.
Es respuesta. ¿Qué hacen tus huesos cuando no piensan en la íntima fractura, cuando no se entretienen con estos juegos, con estas alas blancas de conejo, con estos raptos sigilosos? ¿Qué no hacen tus huesos?
Es claro. Nacés en cada sitio en el que pongo los ojos. Nada se compara a este sobresalto de verte nacer. Es claro que resulta tu manera de no volverte monótono.
Es causa. Sin importar qué regiones impasibles hayas recorrido, sin pretender transmutaciones de pájaro ni de astro muerto retornado a la vida, estás convencido de que un rengo baila, porque un ciego canta tu canción preferida.
Es arco. Y de pronto, o más bien poco a poco no, más bien súbitamente, pequeñas azucenas cruzaron con un solo pie el arco extendido del aroma.
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