Sáb 27.11.2010
rosario

CONTRATAPA

IMPOSIBLE ESCRIBIR SIN EL SUSURRO SEDOSO

› Por Miriam Cairo

LA ABRE

Una compra una jaula. Lacan, furioso, fuma, tose y castra. Una compra la jaula para abrirle la puerta.

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LA TRASPASA

Uno es demasiado poco para el mundo. Ningún actor hace su función para uno. Ningún héroe narra sus hazañas para uno. Tampoco los mítines políticos son para uno. Ningún diario se imprime para uno. Ningún país se construye con uno. A la ciencia no le preocupa lo que sólo le ocurre a uno. Al mundo le interesa la multitud. Al actor le importan los espectadores. Los héroes necesitan las masas. También los mítines políticos las necesitan. Los diarios se imprimen para el público. La ciencia piensa en lo general, no en lo único. Uno es uno solo. Innecesario. Improductivo. Silencioso. Extraño. Poco. Uno, ¿a quién se parece? ¿Con quién concuerda? ¿Quién lo va a escuchar? ¿Qué puede transformar? Uno no alcanza. Uno no es más que uno. Uno ni siquiera tiene ombligo. El ombligo es del mundo. Si uno no cae en el centro del ombligo del mundo, no existe, no cae, no duele. Uno es lo interdicto. Uno pasa inadvertido. Uno tendrá que ser otro o terminará siendo sólo uno. Más solo que nunca. Completamente solo por ser uno. Uno va a tener que ser otro manso y tranquilo porque ser uno viola toda ley de medida. Uno quebranta el orden. Uno vulnera el tejido. Uno infringe singularidad. Uno contraviene el todo. Uno desobedece la norma. Uno traspasa la raya. Uno incurre en diferencia. Uno confunde.

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LA VIVE

A las seis de la tarde entre el mar de gente que desfallece, rumia o respinga, lo único que se agita como un organismo vivo es el ojo lateral de un perro de tres pareceres, de tres patas, de tres redondeles que no pueden estar desunidos, como un Wallace que no puede separarse de sus tres mirlos.

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LA MISMA

Una no puede entrar en el mundo. Una es un redondel. El mundo es un redondel. La noche es un redondel. Con su sadismo oral, anal, peral, la noche es una piadosa niña sombría sin reposo que salta de redondel en redondel hasta caerse en el hueco de la noche misma.

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LA DESPLIEGA

Una incluye salvaciones. Incluye callejones sin salida. Una hace la función para uno solo. A una no le importa la multitud. Los mítines están llenos de otros. Una se acerca con suavidad. Entra al departamento amueblado. Una derrama el vino en el colchón. Otras tienen sus maneras de transmitir el desamparo. Una se levanta obstinadamente, se desprende de los pálidos otros. Una conoció un jorobadito. Una llamó a emergencias. Una conoció a un tipo de pelo corto. Una extravió el teléfono. Una lleva sandalias que inducen a creer que está descalza o vuela. Una ha reconocido el autor de los versos que lee. Una despliega el ala.

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LA VACíA

Uno está solo y escucha el coro de ahogados. Pero uno respira en otro lugar. Uno no concuerda. Uno saca del cubil al lobo. Lo desconoce. Lo comprende. Lo atiende como si acabara de nacer. Uno ve los edificios grises de una tarde vacía y familiar. Uno tiene un solo nombre. Uno tiembla en el edificio pero se cuida de caer sólo en el centro de gravedad donde está el lobo.

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LA SUPERA

Otra es capaz de morir sin haber ejecutado jamás el juego del asombro, la perversión y la pureza. Otra está muy lejos de ser una.

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LA TRIZA

Uno a veces es uno. Casi siempre es otro. De tanto ser otro cree que ya no es uno. Como un hombre sin rostro en la silla del dentista, uno no se reconoce otro. Uno es un otro hecho para no romper la atadura. Para que lleve. Para que llene. Para que colme. Para que ateste, para que uno no ocurra. Pero otro hace alguna trizadura y uno, más allá de la avenida, ocurre en la única escena posible.

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LA DISUELVE

Una parpadea. Una sube al colectivo. Una lleva jeans y lentes de sol. Una baja del colectivo y parpadea. Una se quita el jeans y se disuelve a lo Ingrid Bergman en los labios marítimos de Humphrey Bogart. Una no es otra.

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LA CREA

Una duerme con la cabeza apoyada sobre su hombro. Una lee con la cabeza apoyada en el arco y la lira. Una despierta con la cabeza en el cuello de una botella. Una avanza por una calle solitaria. Una que nunca ha fumado, tose y fuma pero no castra. Y eso no quiere decir que una sea irreal o sólo exista como idea, sino que una usa la cabeza para escuchar el susurro sedoso acumulado en el espacio donde nace una palabra. Y esto no quiere decir que sea irreal o sólo exista como silencio, sino que esa palabra existe porque una cree en ella.

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