CONTRATAPA
› Por Fabián Di Nucci
En la historia político institucional argentina, Santa Fe ha hecho punta varias veces y aunque no haremos aquí la síntesis (expresión bastante devaluada luego de la caída del Muro de Berlín) del rol de la provincia en el contexto nacional, no vamos a privarnos de señalar algunos hitos que nos llenan de legítimo orgullo. Resulta obvio comenzar por la Constitución del '53, mucho más saludable que la retocada por el centralismo porteño pocos años más tarde, ciclo hasta ahora cerrado casi un siglo y medio después desde la invencible, donde dimos el puntapié inicial para el último de los magnos retoques, si bien luego nuestros sancionadores prohombres se mudaron a la cercada Entre Ríos a terminar la tarea.
También fue aquí donde debutó la Ley Sáenz Peña de voto universal, obligatorio y secreto que tantas alegrías nos ha deparado cada vez que nos dejaron usarla, comenzando por el fin de la larga abstención de la UCR.
En tren de hacerla corta saltamos varios años, hasta inicios de los '90, sin olvidar que en el medio nos guardaron las urnas una interesante cantidad de veces. Hecha la salvedad, nos encontramos en el período provincial de más de tres lustros donde, como los dinosaurios del jurásico, reinó la Ley de Lemas.
Ley de Lemas ¡Hito de los hitos! Envidia de tanto caudillo provincial zarandeado cada cuatro años en feudos inestables y con electores poco agradecidos. Ley de Lemas. Resultado inolvidable del acuerdo de dos grande hombres lamentablemente perdidos para la política provincial uno y para el deporte el otro. Bueno, o viceversa.
Pero como todo tiene su ciclo el singular instrumento fue eliminado de un plumazo por el gobernador Obeid cumpliendo una promesa de campaña ("tantas que se hacen y viniste a cumplir justo esa", lo habrían, en la ocasión, interpelado algunos conmilitones despechados).
En tren de franquearnos, el acto derogatorio en sí no le reportó mayores adhesiones de la ciudadanía, excepto enaltecerlo y transformarlo en objeto de la perenne gratitud del justicialismo a pesar de la derrota que, acto seguido, sufriera a manos del rival electoral.
Con el mencionado abandono hubo que definir cómo resolver en adelante las internas, y una vez más Santa Fe fue ejemplo nacional haciendo punta con el novedoso y paradójico sistema de internas externas, simultáneas y obligatorias, donde de un saque todos los electores definen quién es el mejor candidato para cada partido.
Afiliados y militantes, bien gracias, quedan un poquitín licuados en aras de la mayor participación, en este caso extra, de los santafesinos. El sistema al parecer ha hecho escuela, como casi seguro podremos comprobar con ocasión de las elecciones nacionales.
Sin embargo la pasión santafesina por sancionar más y mejores instrumentos para elegir y ser elegido no descansa ni su músculo duerme.
Desestimado rápidamente por la EPE el voto electrónico, ahora para envidia de los restantes estados provinciales damos la nota con el novedoso sistema de urna múltiple, alias boleta única, tesonero esfuerzo por evitar el mal bien llamado "arrastre" entre otras desviaciones democráticas.
Es decir, si antes el elector tenía dudas al elegir y no podía evitar indeseables colados a su voto consciente, ahora todo eso desaparece y queda el voto consciente, ontológicamente puro, como diría Feinmann desde el Canal Encuentro en sus entretenidas lecciones.
Desde hoy, a la sazón, la boleta es única. En rigor, una por categoría, y votamos marcando el candidato elegido en cada caso.
Las ventajas son considerables y bien valen la proliferación de urnas.
Dicho de otro modo: boleta única y urna única son extremos irreconciliables, es genéticamente imposible, no se puede. Algo, necesariamente, tiene que ser múltiple y se ha optado por una multiplicidad de urnas, ¿me siguen?
La decisión debió madurar, no fue inmediata. Para el caso se debatió con enjundia si, a los fines de la ley, convenía la tal variedad o si, en cambio, bastaba con una sola pero con muchas bocas, una especie de can cerbero o hidra electoral.
El combo ideal finalmente elegido es boleta única por categoría, con foto del candidato, una urna por cargo, una sola boca por urna y padrones mixtos, qué joder.
Los mayores devaneos, se supo y se vio, tuvieron como tema central en discusión al voto en blanco: ¿Dónde cornos colocarlo?, ¿urna especial? ¿boca especial?, ¿bolsín?, ¿prohibirlo?
Por suerte, en un estado de derecho, en caso de duda o discordancia son los jueces los que definen la correcta interpretación de ley ¿Si no para qué tienen la iurisdictio?
Efectuada la consulta sobre el recipiente u orificio adecuado para cobijar el voto en blanco, a pesar de lo breve de los plazos para implementar el nuevo sistema, ahora todos sabemos dónde caso de querer sufragar de ese modo , debemos embutirlo, tal como se aclarara desde el Olimpo judicial santafesino. Como quien dice ¿precisión o velocidad?
Finalmente nuestras autoridades, como ensayo general, dispusieron una original votación escolar con próceres candidatos mediante el nuevo método sancionado, advirtiéndonos, oblicua pero claramente, que hasta los niños pueden hacerlo.
Escrutado que fuera el simulacro resultó que casi arrasaron San Martín y Belgrano. Claro que con esos candidatos lo verdaderamente difícil hubiera sido equivocarse.
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