CONTRATAPA
› Por Natalia Massei
Miro el bolso, los guantes encima. Todo listo. Quisiera quedarme un rato más aquí. Saco un vaso del secaplatos. Lo apoyo sobre la mesada y lo lleno con agua de una botella de plástico que quedó fuera de la heladera. Hasta la mitad, para diluir el fitoterápico contra la gripe y los resfríos. Cuento sesenta gotas.
Una. El sol se anticipa a través de la hoja derecha de la ventana pero todavía no calienta.
Dos. A la mañana siempre te extraño.
Tres. Me gustaría escribir esto pero tengo que trabajar. Salir.
Cuatro. Capturar el instante para cuando regrese.
Cinco. Sé que entonces será tarde. Otro texto que nunca escribiré.
Seis. Estoy mareada.
Siete. ¿Me tomo un ibuprofeno?
Ocho. ¿Para qué? Si no me duele nada en este momento.
Nueve. 7 y 20. Diez minutos.
Diez. Quizás estoy embarazada.
Trece catorce quince. A veces pierdo la cuenta.
Dieciséis. Ahora quiero escribir poesía.
Diecisiete. Ahora quiere escribir poesía.
Dieciocho. Y que la publiquen.
Diecinueve. Y que me publiquen.
Veinte. Quiere todo.
Veintiuno veintidós veintitrés. Quiero todo.
Veinticuatro. Nos amamos sin límites y no alcanzó.
Veinticinco. No sabíamos.
Veintiséis. Que el amor era esto. Todos los días se parecen.
Veintisiete. Pero estamos juntos.
¿Treinta? Llego tarde.
Treinta y uno. Mejor no tomo nada, por las dudas.
Treinta y dos. La duda.
Treinta y tres treinta y cuatro treinta y cinco treinta y seis. Heladera vacía: pasar por el super.
Treinta y siete treinta y ocho treinta y nueve. Hermoso texto de Lorena. Lo leí dos veces.
Cuarenta y uno cuarenta y dos. Un poco se me impregnó. Y ahora tengo que salir.
Cuarenta y tres. Houellebecq también.
Cuarenta y cuatro. Ojalá pudiese quedarme leyendo en bombacha.
Cuarenta y cinco. Extrañarte hasta la noche.
Cuarenta y seis. ¿Hice las copias?
Cuarenta y siete cuarenta y ocho cuarenta y nueve. ¡Mierda! Me olvidé.
Cincuenta. Yo en el reflejo ocre del vidrio.
Cincuenta y uno. La vincha me hace parecer anticuada.
Cincuenta y dos. ¿O queda retro adrede?
Cincuenta y tres. Me da frío lavarme la cabeza. Por eso.
Cincuenta y cuatro. ¡Qué mareo!
Cincuenta y cinco. En la imagen de la ventana no se nota.
Cincuenta y seis. La tristeza tampoco.
Cincuenta y siete. El apuro sí, un poco.
Cincuenta y ocho. Debe ser la gripe. Me tomo un ibuprofeno...
Cincuenta y nueve. O mejor no.
Sesenta. La novela de Houellebecq abierta sobre la mesa me arranca de mí.
Debe ser algo poderoso la literatura.
El amor también, a pesar de todo.
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