CONTRATAPA
› Por Por Miriam Cairo
A
¿Una mirada de mujer? ¿Una escritura de mujer? Yo sólo quiero hincarle al mundo mi mirada humana. Mi escritura humana. Mi apetito femenino, masculino y bestial.
B
El se desviste y envuelto en una toalla baja hasta el jardín. Un solo rayo de luna atraviesa las hojas del fresno. Llega desde lejos el vibrar libidinoso del motor de un barco. El ruido de la hélice crece y disminuye, según los giros del viento. Se oyen ratas en los desagües y los gatos chillan como niños. El se quita la toalla y enciende un cigarrillo. El suyo es un mundo poderosamente sensual.
A
Desde luego, estos escritos no son almácigos. No llevan en la mano un gladiolo. No son una unidad dotada de núcleo y extremidades y sin embargo no pueden ocultar que dejan algo más que un cuño erótico.
B
Supongamos que mi lengua va barriendo, poco a poco, las tensiones del día. Que la noche toma el color de los olivos y el tamaño de una boca semiabierta. Supongamos que me ayudes a contar las escamas de la luna y que nos guardemos ese secreto que no puede confiarse ni a sí mismo. ¿De dónde vendría el rayo que nos arrancara del mundo?
A
Amarte en el más duro sentido de la palabra. Duro ¿como el sexo duro?
B
Ahora se oyen campanas y un reloj indica la hora del mediodía. Todo se desarrolla con un ritmo lento. La gente se saluda amablemente, con fórmulas muy distinguidas. Los mendigos también sonríen. Están cómodos con su mendicidad. Los enfermos se acostumbraron a su invalidez. Los sombreros y los guantes son acomodados en las cabezas y en las manos con gestos parsimoniosos. Un joven compra libros con actitud moralizante.
Un hombre está sentado junto a una mujer que bebe agua mineral. Pasa un niño que ante extraños no hurga su nariz. Pasa una anciana muy a gusto con su vejez. Los perros se paran en dos patas. Los gatos se hinchan, se estiran, ronronean. Los murciélagos, por razones de horario, no vuelan pero están encantados. Los dueños del perro no han mordido a nadie. A las moscas no les falta más que hablar. Un gendarme sostiene su cajita de satén rosado. Los esposos se vuelven a querer. Los que tienen una cita llegan puntualmente. Todo cuanto sucede es agradable, sencillo, muy luminoso. Un anciano busca algo entre las piernas de una muchacha. En los edificios se viven, en simultáneo, escenas de amor. Y como si todo esto fuera poco, las noticias del diario también son buenas: primero se hace la guerra, luego se firma la paz.
A
Seamos francos: este mundo evocado no resulta homogéneamente erótico o lingüístico. Pero produce calambres en las piernas, revoltijo de ideas, enredo de cabellos, estallidos.
B
Creéme que Ionesco era un antílope. Antinazi también, y antílope. Los antílopes detestan a los rinocerontes.
A
No podés negarme que esta edición bilingüe es un hallazgo. Se les facilita mucho la lectura a quienes no han desarrollado la destreza de los perros lamedores.
B
Estos poemas son reescritura de la realidad, reescritura de la irrealidad. Reescritura.
A
Mi irreflexión te abre los brazos y las cosas quedan bien postuladas: la procreación es un mandato perverso. Esto se sabe, aunque la realidad lo aluda sólo incidentalmente.
Si, es cierto, la moraleja siempre se discute.
B
No vuelvas a decirme que el sexo es un estar solo, una forma huérfana de curar la herida. Te propongo que busques definiciones menos correctas.
A
(¿Te parece pertinente que sigamos usando el lenguaje humano en este momento en que sirven para tantas otras cosas nuestras lenguas?)
B
Los escritores no tienen palabras. Los escritores crían palabras en casillas prefabricadas como los indigentes crían perros hambrientos.
No respondas y mirá todo el mundo que tenés entre las piernas. Vamos a recordar lo cabalgado.
A
El sexo, como la política, es el arte de lo posible. No sólo de ideas vive el hombre.
B
Estuve callada en mitad de la noche preguntándome sin murmurar por qué, siendo tan pequeñas las cosas que cuento, son tan largas las líneas de mis versos.
A
Tu ausencia me incomoda hasta dejarme vacía. Vacía de tu ausencia. Incómoda como si cargara una desventura o tuviera fe. ¿Cómo podría vengarme? ¿Siendo cada vez más mamífera y desobediente? ¿Queriéndote más que a mi perro?
B
Esta acumulación de invenciones y posibilidades eróticas me lleva a sospechar que tal vez nunca más la vida vuelva a ser ascética ni visible.
A y B
Me has conservado en tus dediles, en tus pulmones, en tus restos verbales. Me has llevado por las líneas de tus desplazamientos. Me has escondido, me has escalado. Me has conquistado con sonrisas y con imanes. Bajo tus ojos mi cuerpo sólido se ha vuelto líquido.
B y A
Ella no habla del futuro. Arrastra los días como bolas de billar. Su cara es la de un orgasmo violento lleno de ojos. Cree que la vida de los ciruelos depende de los gemidos y de las manos que juntan frutos como peces. No siempre pone los ojos en la tercera persona del singular. En ocasiones inclina la cabeza hacia el hombro izquierdo o cruza las piernas como dos tallos de azucena. Ella tiene por religión usar blusas que dejen ver sus pezones oscuros como el vino oscuro. Igual que cualquier mujer, en caso de desesperación, mete la lengua en la garganta y se torna incomprensible.
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