Mié 21.12.2011
rosario

CONTRATAPA

Costumbres argentinas (Un cuento de Navidad)

› Por Berta Temporelli

I - Las vísperas

Preparan un brindis en la oficina. No soporto ese "clima" tan superficial de falsa calidez que se genera. Me desean "felicidades" y se me representa la cara del gordo Casero. Nos besamos por compromiso, en el aire, sin siquiera rozarnos las mejillas. Reflexiono mientras me pregunto impaciente qué pasa hoy con el reloj que no corre.

Recuerdo qué hermosas eran las fiestas navideñas de mi niñez, junto a ese humilde pesebre que mamá armaba todos los años y aquel niñito Dios.

Hace más de treinta años, -﷓hacía tiempo había dejado de creer-﷓ mi esposo y yo compramos un pesebre de arcilla hecho por las artesanas de Areguá para nuestros hijos pequeños, recuerdo. Aún lo conservo. Es hermoso, tendría que buscarlo...

¿Hoy el tiempo no pasa? Me pregunto ansiosa. La ubicación de mi escritorio me obliga a observar el árbol de navidad. Lo arma todos los años la empleada más antigua, cree que es un derecho adquirido. La bruja debe pensar que ese acto la redime de las hijadeputeces a las que nos tiene acostumbrados. Le ha agregado con el tiempo cuanto adorno cae en sus manos: los de Coca Cola, los de Taper, la basura china, si hasta debe tener los espejitos que los conquistadores les cambiaban a los indios. Ignora lo que es contaminación visual.

Ya faltan pocos minutos para el horario de salida. Acá no falta nada, ni el espantoso florero de plástico plateado con flores doradas de "Todo por dos pesos". Es lo último que veo antes de cerrar la puerta. Me voy sin saludar, es la hora. Nadie lo notó.

Tengo que hacer algunas compras para la reunión familiar de mañana. Vienen los nietos. Uno de mis hijos me comunicó que trae a su nueva pareja. ¿Cuántas van con ésta? Ya perdí la cuenta.

Me resisto a ir al centro, debe ser un loquero. Me trepo al colectivo. Pisotones, apretujones. Suenan los ringtones de los celulares, responden. ¿Cómo pueden escuchar? Bolsas, paquetes, parecería que los pasajeros vuelven de un saqueo.

Me bajo en el centro comercial de la zona. Miro vidrieras, todo funciona a pilas, tiene sonidos, luces. A brillar mi amor, vamos a brillar...

En la puerta de un negocio, con su traje polar está él, soportando estoicamente la temperatura de las dos de la tarde. ¡Jo! ¡Jo! ¡Jo!

Se saca la barba blanca postiza y el gorro rojo de raso. ¿De dónde lo conozco? Ya recuerdo, es actor de teatro, lo vi en una obra, se las rebusca de Papá Noel. Se seca la transpiración con la manga de la chaqueta. Pone los labios en forma de piquito y le tira un beso en el aire al empleado parecido a Brad Pitt que comienza a cerrar el comercio. Toma un taxi.

Entro corriendo a lo que durante cincuenta años fue el Bazar Don Alberto, comercio de su abuelo, luego su padre y ahora de Albertito, el nieto que lo ha llamado Albert House. El negocio parece tierra arrasada. Miro los rezagos de la batalla consumista.

Allí está él otra vez, todo un ícono del postmodernismo. Con su barba blanca, un trajecito de terciopelo rojo y una bolsita al hombro trepa por una cuerda que cuelga del techo. Hasta el año pasado mi nieto lo adoraba. "Uno de esos", le digo a la vendedora que tiene cara de no doy más. ﷓-Treinta pesos. Ya cierran. Salgo corriendo, tomo un taxi.

II? Y Santa "Clos" llegó a la ciudad...

Preparo los últimos detalles de la mesa navideña. Mi pesebre tercermundista está hermoso. ¡Ah, falta algo! Lo saco de la caja. ¡Este también es a batería! ¿Cómo se armará? Lo intento.

¡Un Papá Noel "made in China"! ¿Y el mundo occidental y cristiano? "Si occidente no era cristiano, ni Cristo era occidental", dijo un viejo dirigente del Partido Comunista. La globalización. Pronto fabricarán un Niño Jesús a pilas, con ojos achinados que moverá los bracitos y las piernitas al compás de "Jingle bells, jingle bells".

Todos los años alguna película de Hollywood da fe de que Papá Noel existe, eso sí, para los niños buenos, los que viven donde cae nieve en navidad. Nunca se le presenta a un niño de Irak, de una favela o de una choza en Somalia.

¡Aleluya hermanos, se mueve! Ya podemos celebrar Nochebuena. Lo cuelgo a la entrada y sube la cuerda con su traje rojo al compás del tema de la película Mi pobre angelito.

Llegan mis familiares y acometen:

-﷓¡Abuela, gastaste treinta pesos en esto! Mejor me dabas la plata y me compraba un CD de Ska﷓p. ¿Y esto qué es?

--Un pesebre, Nico.

--¡Esto es de los años sesenta, abu!

Tras lo cual la nueva pareja de mi hijo, haciendo gala de sapiencia me asesta: -﷓Al parecer te interesa la arqueología urbana.

¡Yo me siento como una pieza de arqueología!

Vestido a lo Sinatra, Luis Miguel canta desde la TV "...y Santa Clos llegó a la ciudad...". Cae la nieve en Nueva York y por mi rostro caen... No, lágrimas no, gruesas gotas de transpiración, la pantalla indica treinta y cinco grados de sensación térmica.

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