CONTRATAPA
› Por Javier Chiabrando
Una madrugada, hace ya meses, me desperté y me dije: "Javiercito, llegó la hora de hacerte de derecha". Es que ya estoy en edad, tengo canas decorativamente distribuidas por sienes y barba, y estoy harto de defender a cada menesteroso que anda suelto por el mundo. ¿Y yo, eh, y yo, y mi vida, mi futuro, mi auto nuevo, mi casa en Punta del Este? Según dicen, el mundo está lleno de gente como yo, que se pasó de la izquierda a la derecha. Dicen que hasta Cristo pegó el salto después de repartir el pan y quedarse con hambre. En cambio, hay pocos que se pasan de la derecha a la izquierda. Ahora que conozco los dos lados, diría que la derecha es un mullido sillón de cuero, y la izquierda es un almohadón con olor a perro y tirado en un rincón. Entonces, ¿por qué sufrir pudiendo gozar? ¿Por qué pelear por los derechos pudiendo hacerlo por la plata y el lujo? ¿Por qué dudar pudiendo aceptar? Cuando los tipos de derecha andamos taciturnos, nos vamos a jugar al golf, y chau. Y ojo, que los tipos de derecha sufrimos de stress, cosa que los de izquierda no.
La mayor motivación para hacerme de derecha es la forma en la que voy a enfrentar las crisis que se avecinan y que mis nuevos amigos vaticinan con precisión de pitonisa fumada: el dólar por las nubes, Europa que nos condena al destierro, escasez de yerba, maíz pororó, nafta, naftalina y soja de granos hexagonales, que son los que el mundo va a comprar exclusivamente a partir de ahora. De haber sido aún de izquierda, hubiera tenido que enfrentar esas crisis poniéndome el overol y metiendo los pies en el barro para ayudar a todos los pobres que andan en mil kilómetros a la redonda. Pero como soy de derecha, me voy a limitar a mandar los mil setecientos pesos que tengo ahorrados a un banco en las Isla Caimán, y a esperar que el peso aumente.
El mayor problema de ser de izquierda (lo que me convenció de saltar el charco) es que siempre te están pidiendo que seas creativo, que leas libros, que sepas quién es Foucault, Cooke, Marx y Rosa de Luxemburgo, y como si fuera poco, que entiendas lo que escriben; y eso no es todo: tenés que creer en las mismas cosas durante toda tu vida, saber cantar las canciones de Quilapayún, justificar las macanas que se mandaron los rusos y explicar qué sentido tuvo el muro de Berlín (como si alguien pudiera). A un hombre de derecha a lo sumo le piden que esté bien afeitado. Qué curioso, ahora que lo pienso, desde que soy de derecha me volví lampiño.
¿Pero cómo hace uno para volverse de derecha cuando tiene una larga práctica en ser de izquierda, se sabe los cantitos, las arengas, el repertorio musical, y el ABC ideológico? Bueno, hice un poco de todo. Salí a la calle y se lo dije al primero que pasaba. Anduve con La Nación debajo del brazo hasta para ir al almacén de la esquina. Leí y releí nada más que a Vargas Llosa. Sintonicé sólo la CNN en el televisor, la laptop, la tablet y el celular. Y me afeité, claro, pero semanas después, para mi desesperación, me seguían considerando el mismo imberbe que daría la vida, ya no por el Che, sino por su estampita.
La solución llegó de la mano del PRO, como muchas cosas en este país. Con mi traje viejo pero decente me fui a una charla de Mauricio donde me recibieron con un baño de ozono y abrazos, abrazos virtuales, eso sí, grabados y emitidos en enormes televisores que decoraban paredes. Después de un vigoroso discurso de Mauricio (qué orador, Dios Mío, todo se le entendía perfectamente apenas él decía la primera palabra de la frase, incluso antes; quizá ayudaba que detrás de cada uno de los asistentes había un tipo que traducía furcios y patinadas de lengua, seguramente culpa del sonidista), salí a la calle y me di cuenta de que habían deslizado una tarjeta en mi bolsillo. Vean, en una reunión de derecha me metieron la mano en el bolsillo, pero para darme, en cambio en las reuniones de izquierda me robaron una guitarra, dos libros de Rimbaud en francés, ¡y una novia! En la tarjeta decía PITMAN junto a un número de teléfono. Llamé y terminé anotado en el curso de la prestigiosa empresa: "Sea de derecha en cinco lecciones". Los slogans publicitarios eran dos: "Mejor ser de derecha vivo que guerrillero de izquierda muerto" y "Mejor Mauricio que cualquier sucio y asqueroso soñador".
El lunes tempranito, porque los tipos de derecha no se quedan guitarreando hasta la madrugada, me presenté en el curso. Lo dictaba un ex marine norteamericano degradado a corromper ideologías en Latinoamérica por haber invadido dos países y no haber matado a ningún inocente. El corpus de materias era muy exigente: "ejercicios faciales para poner cara de nada hasta para bostezar"; "ejercicios de pleura para decir gansadas sin avergonzarse"; "ejercicios de glotis para negar sin que te tiemble la nuez de Adán" (equivalentes a los que hacen los cantantes de ópera), "ejercicios de neutralización de lagrimales para poder querer a tus hijos sin que se note que sos un ser humano". La materia más importante era "ejercicios de repetición infinita, ejercicios de repetición infinita, ejercicios de repetición infinita, etc.", que implicaba aprenderse de memoria un cuadernillo de dos páginas (muy bien diseñado), donde estaban las frases a decir aunque nos pregunten la hora. En tamaño, equivalía a saberse la letra de "Hasta siempre, comandante".
Esta materia me costó, pero luego de mucha práctica puedo decir sin tartamudear: "toda privatización es buena, toda nacionalización es mala", "el Estado debe empequeñecerse, si es posible desaparecer", "ante la menor duda, recortar subsidios", "entre salvar a un banco y a un niño, un banco", "después del amor a Dios viene el amor al FMI y a las inversiones extranjeras", "nunca dudaré de los Estados Unidos (acá el ex marine aclaró que esta ley no se cumplía mientras el presidente sea negro)". La materia más brava era que te contaran chistes de los que no había que reírse. Algunos los contó el ex marine al que, a pesar de todo, se le daba mejor la guerra. A medida que pasaban los días, los contadores de chistes eran más y más idóneos. El último día se apareció Del Sel. A esa altura ya no nos reíamos de nada, y menos de chistes que había contado veinte veces en lo de Susana. Al fin nos contó uno que ridiculizaba a Fidel. Qué duda: ¿había que reírse del chiste, de Fidel o de ninguna de las dos cosas? Yo, por cansancio, mantuve la boca cerrada. Uno cedió a la tentación y fue lanzado por la ventana. Otro que se rió de la mala suerte del expulsado, fue apaleado. Sospecho que todo era una estrategia para que captáramos la esencia del asunto: "cara de vinagre hasta la muerte". Luego te pasaban diapositivas de Morales Solá sufriendo. Es decir con la cara de cada día.
La anteúltima lección era una sorpresa. A esa altura ya todos queríamos irnos a nuestras casas a disfrutar de nuestra nueva y seductora manera de odiar. Serían las cinco de la tarde cuando se presentó el ex marine y dijo "ustedes, gusanos, basuras, carne de cañón ideológica, no son nadie, pero si se esfuerzan pueden llegar a ser como él", y acto seguido se apareció un gordito con buzo de gimnasia simulando ser Lanata. No era Lanata porque no fumaba, aunque no descarto que haya sido una estrategia de camuflaje, ya se sabe que de eso los marines saben muchísimo. El gordito hizo unos pasos de baile como para calentar las articulaciones, saludó intercalando una puteada cada cuatro palabras, y dijo: "repitiendo": "me importa un carajo el mundial de fútbol ommmmm", y nosotros repetíamos. "Me chupa un huevo el bicentenario ommmmm", y nosotros dale que te dale. "Me tienen podrido con los '70 ommmm", y nosotros a repetir. Estuvimos así una hora. El ommmm final fue emocionante. Al despedirnos, alumnos y el ex marine, lloramos con lágrimas hacia adentro. Sorpresa. Esa era la verdadera lección de graduación. El gordito había desaparecido después de recibir cien dólares del ex marine. Al salir del curso me lo encontré de arbolito en la calle. Tenía puesta una remera que decía "Moreno Miente" y vendía los cien dólares a doscientos dólares, culpando a la inflación y al dólar paralelo. Pasé al lado y me pareció que decía:
"Nomegustanadanoestoydeacuerdoconnadayjamásmepondréafavordealgotodoloqueséhiceylogréfueponiéndomeencontradetodosindudarommmmmmmmmm". Ommm...
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