CONTRATAPA
› Por Manuel Quaranta
En familia, disfrutando un domingo por la tarde, escucho que una tía mía se estaba refiriendo se ve que a una señora de la limpieza que le faltaba mucho por cualquier motivo y concluía por esto que no tenía intenciones de trabajar en serio, como corresponde. Sin embargo no se contentó con atribuirle intenciones oscuras sin saber a ciencia cierta cómo son las cosas (con las dificultades lógicas que implica tal pretensión) sino que además agregó es una negra de mierda. Lo profirió de tal manera que más que un grito de bronca parecía una confesión: una negra de mierda. Y lo de la confesión se me ocurre ahora pensando en un dato que ella estableció con carácter científico: el 80 por ciento son unas negras de mierda. Lo dijo por lo menos tres veces. Lo que me pregunto ahora es de dónde obtiene ese porcentaje, quiero decir, cuál es la muestra completa: ¿todas las mujeres que se dedican al servicio doméstico?
Reconozcamos que en diferentes ocasiones uno señala números que no son tales pero en ésta me parece desproporcionado por el mínimo daño que ella sufrió: negras de mierda, el 80% unas negras de mierda. Y se me hace difícil separar la frase de la expresión, del tono, con qué patetismo (pasión) la profirió, con qué ganas, como si se lo estuviera guardando desde hace tiempo para vomitarlo en una tranquila mesa de domingo repleta de medialunas y cosas ricas.
Es cierto, los Quaranta aparecen como una de esas familias tradicionales de Rosario, pero el azar, que tantas veces es beneficioso en esta caso nos determinó la peor parte: justo nosotros somos los Quaranta pobres, pobres con respecto a los otros repletos de propiedades, aunque con dos casos de destacados profesionales que se afirmaron sin pedirle nada a nadie, pero los demás somos clase media con prosapia, lo que significa clase media a secas. Esto lo digo para contextualizar dónde se profirió el exabrupto y la inexplicable pasión que se volcó en el comentario: negra de mieeerda.
Pero pensándolo bien no es tan inexplicable, es justo ahí, en la tradición que esa frase apasionada cobra mayor sentido puesto que expresaría: nosotros los Quaranta somos una familia trabajadora y no negros de mierda. Es por comparación que surge la pasión, pero una comparación con algo que fue y que ya no es otra cosa que olvido.
Por último falta agregar un comentario para sellar la tradición: no, ahora eso no se puede decir. Con esto el marido hacía seguramente referencia a que existen organismos antidiscriminatorios que pretenden, entre otras cosas, cuidar el lenguaje en vistas a que no se ofenda al diferente. Objetivo no menor puesto que es justamente a partir del lenguaje que se construye una realidad. Usó un tono especial, socarrón, como queriendo decir: antes nosotros (el marido no es Quaranta) decíamos lo que se nos venía a la mente pero ahora por estos mierdas no se puede, ¡qué injusticia, che!
Indudablemente la derecha es escatológica.
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