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Sábado, 4 de agosto de 2012

CONTRATAPA

El grado oscuro de la escritura

 Por Miriam Cairo

A favor de los ahorcados es un libro que data más o menos de un tiempo a esta parte. Ha nacido, de eso estoy segura, como estoy segura de la invisibilidad de los átomos y de los vendavales. Existe, de eso estoy segura, como existen los maniquíes inconclusos. Y crece, de eso estoy segura como crecen las barbas del diablo. Pero también se sale de las casillas (o de los catálogos) de eso estoy segura, porque es un perro callejero antes que un gato amaestrado.

A lo largo de estos años, A favor de los ahorcados se ha ido haciendo a sí mismo sin escritura. Durante mucho tiempo fue sólo un rumor, hasta que por fin adquirió todas las propiedades de un libro fantasma: sale de las cavernas de la noche, golpea con sus manos invisibles las puertas del viento, atraviesa las paredes, atraviesa las páginas, se atraviesa a sí mismo. Y, como buen fantasma, jamás puede ser reflejado en las palabras por esa vieja cuestión que tiene con los espejos.

Cualquier crítico podría caer en el lugar común de decir que este libro corresponde a un género inasible, pero por mi parte creo que pertenece a un género anarquista porque se escapa de esa horrible manía o herencia que nos inclina a creer que todo se compra, desde un diario hasta una banca de diputados. A su modo rehúye de la arcaica creencia que lleva, a cada vez más gente, al capricho de sacar boletos para viajar, de comprar vino para embriagarse, de implantarse labios para besar.

Este libro viene a romper con la peste adquisitiva. Viene a romper también con la ilusión de que un libro sólo es libro si tiene formato de libro, circulación de libro, páginas de libro, premios de libro, abandono de libro, recomendación de libro. Las cosas no son siempre así. Los libros no son siempre así. A favor de los ahorcados viene de una larga travesía. Viene, como quien no quiere la cosa, a instalar la realidad de su quimera. Viene con su escándalo. Con su espíritu de grulla, con su edición de origami. Con su ausencia.

Pero, como cualquier libro, este libro consta de un comienzo y de una continuidad. No es el libro de arena de Borges, ni el libro invisible de Silvina. Es apenas un libro fantasma, un libro que no se ha materializado. Una sobrenaturaleza literaria. Una surrealidad física. Una cosa rara.

Las pruebas de su existencia inexistente son tan irrefutables como imposibles, porque obviamente se trata de un libro sin lomo, sin ficha, sin tapas, pero de cita obligada para echar luz en algunos de mis textos que, por sí solos, podrían resultar herméticos, incomprensibles o fantasmagóricos.

Este libro no sólo habla de los ahorcados sobre el cadalso de la oficina, sobre el cadalso del matrimonio, o sobre el cadalso de los trenes. Habla de los ahorcados con su propia baba, con su propia saliva. Habla de los ahorcados como experimento, como arte combinatoria, como escenario en el cual las palabras tienden sus valencias hacia arriba, hacia abajo, hacia adentro y hacia los costados. Habla de los ahorcados como ese sol que no nace. Como un fardo cósmico que se va envolviendo con hilos de rubí. Como una claridad amarilla que cae sobre las flores que mueren por sí solas.

A favor de los ahorcados no es un libro que no existe sino un libro que crea su propia inexistencia. Por ello, y por cosas que no quiero ni pensar, es un libro que no le está dado a todo el mundo, aunque no por mezquindad sino porque no todo el mundo todavía ha pasado por la experiencia del patíbulo.

Demás está decir, que no he considerado pertinente comprobarlo a ciencia cierta, pero se cae de maduro que al frotar las hojas de este libro inexistente, lo sutil de las sílabas de tiempo sin espacio y de espacio sin tiempo, se derrite en la boca del lector hasta disolver la historia atormentada del mundo.

Demás está decir, también, que al llegar al punto azul de los anillos, del libro no sale ningún esplendor sino más bien una brea invisible. Pero es tan fortísima la emanación que no habrá memoria capaz de recordarlo. Y el lector estará en todo su derecho de afirmar que A favor de los ahorcados es un extraño libro que jamás ha sido escrito.

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