CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA
› Por Adrián Abonizio
* A Emilia la sorprendieron dibujando en clase en lugar de prestar atención. Por ende, como castigo le hicieron escribir cien veces: No debo malgastar papel. Ella como es vivaz, alegre y muy inteligente se divierte con el contrasentido. Sus papás en cambio, han intimado a la maestra a retirarse a las cavernas de donde nunca debió haber salido. Y le han comunicado que debe escribir cien veces en el pizarrón: No debo ofender a la naturaleza.
* Viven por ahí, tras la ruta provincial, cerca de las barrancas. Son pacíficos, silenciosos y no medran con lo ajeno. De vez en cuando se acercan al mercado para intercambiar cosas, artesanías por pilas o por algodón. Todo lo demás, lo hacemos nosotros, dicen en un suave dialecto castellano que no hiere a los oídos. Son muchos rubios, estudiantes diversos y manejan la energía solar, la alquimia generosa y los sembrados naturales. Son raros, dice el del peaje. Y los mira a ver si detecta un arma o drogas. Luego, se revuelve en su asiento y lee ampliamente el suplemento de motores del diario.
* La gente común, muy común encuentra en ciertos comunicadores la llave para sus ofensas, sus ruegos, sus odios. Como son incapaces de generar confrontación y alargan sus vidas cómodas, sencillamente dejan todo en manos del gobierno o de sus opositores. Y van de un lado a otro, bandeándose en pensamientos criminales, redenciones, piedades y bajezas. No se ven a sí mismos, pero son penosos, cuando lucen siempre estimulantes y prósperos. El aprendió a desconfiar de ellos, pero no los muerde. Son su clientela, eterno vendedor de chucherías de la clase media. Es más, los adula, con lo que eso les gusta.
* El médico, entre operación y operación, cuenta chistes. Una anciana de ochenta y cinco años había tenido un bebé precioso. Los periodistas cuando la buscaron hicieron rueda de prensa al lado de la cama de la anciana. Pero el hijo no estaba. Ella aclaró. Sólo lo podrán ver cuando llore. Uno le inquirió. ¿Y por qué sólo cuando llore?. Es que no me acuerdo donde lo dejé, culmina el doctor. Ahora contá el otro, el verdadero.....cuando no te acordabas donde habías dejado el hilo de sutura. Se ríen, pero no hay nada que convenga contar.
* Para creerse alguien, una diadema importante en la Gran Joya del arte desespera por salir en el suplemento de cultura del diario. Los malos hados, intuitivos y crueles, le destinaron un sino fatal: Una vez que logró mediante ardides y un poco de dinero que le sacaran una reseña de su exposición de pintura, en lugar de salir en colores, en la página de plástica, salió, chiquito en blanco y negro en la sección de chistes.
* Los autos no tienen alma, él se encrespa con ellos, con su paso, con su ruido, con su aroma. Lo que más le enoja es el anonimato del polarizado. Por eso los increpa, siente deseos de tomarlos por los laterales de abajo, y darlos vuelta como a insectos gigantes hasta que humeen de mortandad y sangre de aceite derramada. Si les pudiera ver las caras a esos cobardes que trafican con la salud con sus frenadas, estrépitos y humos cancerígenos sería todo muy distinto. Piensa esto en el cuarto piso del hospital, donde se repone de haber sido arrollado por uno de estos bichos inmundos, mientras el iba en su inocua bicicleta y el cuadrado de lata se diera a la fuga, enmascarado en vidrios tan oscuros como la muerte.
* Una mujer pasa, cruzando la senda peatonal cuando el semáforo está en verde. Como es una preciosura, los coches se detienen, la esperan y nada dicen. Lo mismo ocurre con otra, más morruda y no precisamente una belleza. Recibe una andanada de insultos y bocinazos. Corre, desalatergada y confusa hasta el refugio del cantero donde se habrá de reponer. La Bella entretanto, menea su culito lejos ya, ignorando el caos que ha generado. Es que la Donosura es así, pasa y se va sin saber el mal que ha provocado, moviendo sus ancas sin burla, lejana e intocable. Deberíamos aprender, pero elegimos la injusticia y la perfección.
* Cuenta Barrera mientras repasa el taco de billar: "Entro a una verdulería. Mientras espero que me atiendan el morrudo verdulero le envolvía verduras a otro señor, de manos rudas. Hablaban de cómo le había quedado la camisa a uno de ellos. Que la dejé impecable, le hice unos agregados y no sabes como quedó...El verdulero decía, claro, que bueno, me imagino...Es importante cuidar la camisa, agregaba. Yo escuchaba y no entendía nada. Hasta que el de manos rudas dice. El cigueñal estaba impecable, ese motor le va a durar años. Ah, motores. La ignorancia es el camino que te lleva derecho al prejuicio. Y se viaja en auto preparados para carrera. Antonio, su contrincante asiente mientras anota la carambola.
* Su ex esposa le farfullaba, injuriante que era cruel e insensible. El sin atisbo de defensa, acumulaba dolor tras dolor. Estaba vencido ya. Sentía pena de pasar por el mundo sin que lo hayan comprendido o querido tan solo un poco. No tenía carácter. Había destruido su familia, le martillaba en la cabeza la oración. Ella, cuando falleció al fin, comprobó que en su portafolios guardaba un seguro de vida que los beneficiaba, poemas de amor para ella que nunca le entregó, las fotos de sus hijos, y hasta el Evatest del primer embarazo. Lloró largamente en su dormitorio comprendiéndolo por vez primera. Cuando sus hijos le requirieron por la cena uno de ellos murmuró por lo bajo. Mamá está llorando y sabés porqué. Se debe haber enterado de que papá nos dejó muchas deudas. ¿Viste como era, no?.
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