Sábado, 22 de diciembre de 2012 | Hoy
Por Miriam Cairo
* Colocar dos ruedas de bicicleta en las ancas de diciembre y sostenerlo sobre un plano inclinado. Producir una fosforescencia beckettiana sobre los cuatro puntos cardinales y sostener el último esbozo del año sobre la cúspide de los buenos deseos. Luego soltarlo compasivamente. Intentar eso.
* Proteger con la palabra siempre, la palabra nunca y con la palabra nunca, la palabra siempre.
* Poner a reposar, detrás de la luna, las flores y los vicios que no nacieron todavía.
* Encontrar por casualidad la luz mágica del último sol en el último universo.
* Amar de pie durante toda la noche hasta escuchar los latidos de otro corazón en el pecho propio.
* Abrir las ventanas para que entre volando el pez redondo de aletas bordadas con lentejuelas y darle de beber las lágrimas derramadas. Una vez embriagado con el agua de la pena, dejarlo ir al alba, convertido en caballo blanco o recuerdo último.
* Salir de las grandes profundidades del mar o la memoria en puntas de pie, para no pisar el sueño de los peces.
* Prolongar el tiempo juntos.
* Entreabrir un cielo semejante a los mares de la luna donde guardar el eco de todos los desamparos.
* Reconocer las voces demoradas en esa gran distancia que separa las primeras señales de las últimas.
* Sentirse completamente perdido donde se esté perdido; completamente a salvo donde se esté a salvo; completamente agujereado donde se esté agujereado; completamente roídos donde nos estén royendo; completamente iluminados donde nos estén iluminando. * Vaciar de contenido ciertos nombres para abrirles las puertas a otros nombres con nuevos contenidos.
* Darse de beber de orilla a orilla.
* Tener miedo de las grandes palabras, de los chistes geniales, de los condones empastados, de los cuervos que se creen mariposas, de los fulanos que se creen hombres, de los cisnes que se creen sapos, de los sapos que se creen rosas, de las rosas que se creen crisantemos, de las damas de compañía, de los cobradores de impuestos, de los pájaros asombrillados, de los ángeles que vienen a deshora.
* Multiplicar los dones y los panes, los sueños y la paciencia, las elipses de la vía láctea y el color azul de los fantasmas.
* Hacerse puro aliento de pájaro. Puro sexo de dragón. Puro poniente negro. Puro enchastre genital. Hacerse pura memoria, pura nube que se va clavando en el azul inmenso.
* Producir una lluvia de domingo en pleno martes, llevar el sol del martes al domingo, colocar la noche del viernes en el lunes, sacar el amanecer del jueves y subirlo al miércoles, generar un atardecer de sábado infinitesimal que interrumpa el orden de los sucesos.
* Empujar hacia atrás, con movimiento decidido, lo que es de atrás; luego con un ruido futurista y esperanzador dar somera cuenta a la superstición del almanaque y avanzar.
* Desnudar los ojos, ignorar las piedras que lastiman, vivir dos siglos en un minuto sobre un pecho latiente.
* De un salto subir a la popa del navío que nos aguarda.
* Ampararse bajo la magnolia sedosa y crear un lugar de reposo hasta que el año se vaya con todas sus pompas.
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