Miércoles, 13 de febrero de 2013 | Hoy
Por Javier Chiabrando
Hay gente que le teme a los conflictos, sin embargo, los conflictos son necesarios porque ponen blanco sobre negro. Ayudan a que la historia avance y se escriba. Si París no hubiera raptado a Helena, Troya no habría sido invadida y la historia de occidente sería otra, se leería de otra forma. En principio no existiría la frase "arde Troya". Es verdad que la calentura de París le costó la vida a mucha gente. Pero esa gente habría muerto en otra guerra, motivada por ramplonerías como la busca de poder territorial o la necesidad de mano de obra esclava. La calentura de París es un triunfo del amor y dio literatura de la buena. No es poco.
Por lo visto en estos días, donde atléticos veraneantes agrupados por generación espontánea de odio, y reconociéndose en la imbecilidad del que estaba al lado, tuvieron que defenderse de los peligrosos hijos del viceministro de economía (cargaban pistolas de agua ¡con detergente!), sumado a los chistes de la Tota (hacía reír más cuando intentó volverse estrella de la canción), diría que el conflicto doméstico de los argentinos va para rato. Poco importa que, del otro lado, razonables argentinos hayan tenido el gesto de impedir a Nelson Castro tomarse el café del estribo, que le hace ver visiones que después fogonea en la radio; o que hayan sacado carpiendo a Lanata de un restaurante para impedirle comer comida grasa que le altera la ídem.
A pesar de esos grandes gestos, la impresión es que la reconciliación de los argentinos es imposible. Ahora pregunto: ¿y cuándo los argentinos estuvimos reconciliados? ¿Por qué hay que estar reconciliados? ¿Reconciliados significa creerle a los estúpidos que pululan como moscas? ¿Estaba reconciliada la Argentina cuando medio país apoyaba a los militares asesinos seriales y la otra mitad se escondía para conservar el pellejo? ¿Estaba reconciliada cuando una mitad viajaba a Miami cada semana y la otra se quedaba en la lona a cada minuto? ¿No es mejor, acaso, la confrontación de las ideas? Repito: ¿no es mejor pelearse por las ideas?
Argentina parece haber entrado en una etapa que uno podría definir como de conflicto de largo plazo. Por un lado un equipo representado por CFK. Por el otro, una representación colegiada entre personas que no dan la cara, y otros que la dan pero mejor sería si no la dieran. Y parecería que la mayor parte de los dos equipos son la de los convencidos, los que llevan la camiseta grabada en la piel, que son los que garantizan que el conflicto sea de largo plazo. Ya se sabe que los convencidos no cambian de bando ni aunque estén convencidos de estar equivocados, como diciendo "cabezón no me vas a ganar".
A mí me suena que los opositores al gobierno se están repartiendo las sobras, o sea los votos de esa mitad del país que no votó a CFK, dispuestos a poner de presidente a De la Rúa si de sacar a los K se trata (y no bromeo). La cuestión es: cómo hace uno para quedarse con esos votos. Porque ese grupo está excitado, tienen sed de sangre, odian. Los excitaron, les enseñaron a tener sed de sangre, a odiar. Y ahora no es cuestión de irles con discursitos de paz y amor. Los prepararon día a día para la guerra, diciéndoles que el contrincante político debe morir, y ahora quieren muerte.
Macri equivoca la estrategia cuando dice hay que quererse más, dialogar, pactar, y no agredirse. (Si es que dice eso; es que apenas se le entiende: la ausencia de bigotes anuló la capacidad acústica de sus palabras; o dice siempre lo mismo y uno deja de oírlo como deja de oír al viento excepto que esté por llevarte el techo.) Le dijeron a la gente que al "enemigo" había que escupirlo en la cara y ahora la gente quiere escupir, no diálogo. Es obvio que las declaraciones de La Tota no son casuales. Es un mensaje dirigido a esa gente que quiere sangre. Y va en sintonía con otros discursos. ¿Qué diferencia hay entre tratar de vieja chota a la presidenta y una tapa de Noticias donde se la trata de bipolar? La diferencia está quizá en que La Tota no debe saber lo que es ser bipolar, porque él es unipolar, es decir una idea y listo, que dos cansan.
Al haber excitado tanto a esos argentinos, ahora para pertenecerles hay que subir la apuesta y salir a la caza de esos votos con las armas adecuadas; sino serán acusados de tibios. No falta mucho para que veamos a equilibrados políticos como Binner, al que sacarle un sí o un no categórico es un triunfo de paciencia oriental, vociferar contra el enemigo (era contrincante, pero ya se volverá enemigo) para no perder ese caudal de votos en manos de gente que no duda en putear y en odiar. La pregunta es si tipos como Binner o Alfonsín estarán a la altura de la circunstancias, o serán superados por otros, por ejemplo La Tota, al que evadir ciertas reglas de la política le cuesta poco porque no las conoce.
Los que más risa dan son los que hablan de conflicto y crispación como si fueran una cualidad inherente a este país. Basta hacer un poco de memoria, y no de largo plazo, para entender que cada país tiene sus conflictos y que a veces son tan viejos como historia misma. Curiosamente, esa gente suele ser pronorteamericana y católica. Olvidan que EEUU basó su crecimiento en el conflicto permanente, en guerras, en invasiones, en pisar cabezas y en venderle vendas. Yo los entiendo, muere gente en Irak pero gente de los EEUU encuentra trabajo y occidente (que es donde vivimos) mejora. La iglesia no se queda atrás en su práctica sistemática de aplastar culturas, idiomas y otras religiones.
Yo no le temo a la confrontación, al intercambio de ideas, a la discusión. Yo discuto con amigos, con miembros de mi familia. Miedo le tengo a los salames sin ideas propias que reparten mails que nadie sabe quién escribe. Miedo me dan los cagones del buquebus, que creen que decirle marxista a un tipo es un insulto pero no saben qué es ser marxista y por qué se merece ese insulto. Esa imbecilidad, esa ignorancia me asusta. A esos tipos los llevás a cualquier lado como se lleva un ciego a mear. Esos tipos son los que quiere llevar La Tota a su molino y los otros molineros al suyo. Lo otro, discutir, me encanta. Y esos comunicadores que andan todo el día hablando de crispación, país dividido, y esos tópicos de canción de Palito, deberían aflojar antes que ese odio los alcance a ellos. Porque un día de éstos, van a tirar un marxista al río para ver si los marxistas saben nadar. Y en un restaurante le van a servir pastelitos cocinados en grasa de chancho a Lanata, para deleitarse viéndolo explotar como al gordo de La Vida de Bryan.
Qué nos queda a los librepensadores, que andamos como payadores con la guitarra desafinada y la rima esquiva. Tres caminos: 1) la indiferencia (que no es en realidad un camino sino no caminar; 2) la valentía; 3) el miedo. La indiferencia es uno de los grandes recursos de los que no son capaces de entender el momento que viven y ubicarse en uno de los rincones, tomar partido, jugar el juego propio y no el que le dicta la ocasión (o los que controlan la ocasión). Pero para no morir de indiferencia hay que tener ideas, saber, leer, pensar. La indiferencia (igual que la ignorancia), es una coraza que protege de las ideas porque a las ideas hay que adoptarlas, entenderlas y defenderlas. Demasiado trabajo. Mejor hacerse el otario. El miedo es el miedo. Si te alcanza, fuiste carlitos. Queda la valentía, que al menos en los libros, es la mejor de las opciones, pero para ser valiente conviene tener algo que defender, saber lo que se defiende. Los que lo saben la van a ejercer. Los que no, van a seguir escupiendo.
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