Lunes, 11 de marzo de 2013 | Hoy
Por Mariana Miranda
Los últimos árboles habían ya dejado de crujir en los últimos estertores de la tormenta. Había sabido ser fulera, che. Bien fulera. Las ráfagas de viento, endemoniadas, habían podido arquear los troncos de los árboles hasta el suelo y levantarlos, cual si fueran catapultas medievales, enfurecidas entre la turbamulta de corrientes encontradas del aire extraño del verano, espeso, caliente tórrido de sudores y de lágrimas.
Las tormentas del verano son las peores pensó se arman de nada, entre el cielo celeste, celeste y se caen desde arriba de todo con su peso completo, como si fueran una maldición gitana...
Jacinto Barrios era un tipo eminentemente lúcido, casualmente lúcido diría, en esta población enbarrabasada de gente enferma, el que no portaba un diagnóstico de border era de psicótico o neurótico grave o sino, los más, con ataques de pánico irremediables.
El en cambio había sabido apartarse muy sanamente de todo eso y se preservaba, diría, en el centro de su sino cual un monumento histórico en el medio de una tempestad flagrante.
Algo de la lluvia quedaba, derramada desde el cielo no ya con el furor incontenible de antes, de los inicios de la tormenta, sino con un desgano estrepitoso, casi santiagueño diría, engriseciendo el ambiente, dejándolo triste, húmedo, casi borroneado de contornos y de paisajes nítidos, desdibujando los límites de las cosas, de las figuras, sumergiéndolo todo en un vapor caliente y oloroso, insoportable, casi tan insoportable como la violencia de las ráfagas previas, las que ya habían pasado, llevándose con ellas los restos de algunos techos, las copas de algunos árboles, las ramas más altas de algunas acacias, la mampostería enclenque de algunas construcciones...
Jacinto Barrios encendió la lámpara, la del costado del escritorio, la que usaba frecuentemente para leer, ensimismado consigo mismo y con su mismidad en esas tardes solas, feas, lluviosas o postlluviosas como parecía ser ésta... El corte de luz se había prolongado desde temprano, desde alrededor de las nueve, cuando empezaba recién la tormenta, ahora, amainando el meteoro, ya había vuelto, como siempre, como casi siempre, con las últimas gotas de la lluvia...
Los golpes en la puerta parecieron sorprenderlo, aunque no, aunque no tanto... Pensaba que a lo mejor ella, entre aburrida y terca, podría llegar a pasar por su casa, parte para compartir soledades, parte para refugiarse en la desmesura hospitalaria de su pecho cansino y sereno, pecho que ya había tenido varias refugiadas importantes...
Pero no, no era ella la que había tocado...Sorprendentemente era alguien más... Un hijo perdido, que hacía mucho tiempo atrás se había ido al Sur, buscando algo, quizá su destino, quizá una oportunidad para ser feliz, quizá alejarse para siempre de su lado... Larga data hacía que no se veían... La sorpresa fue mutua, si bien él había decidido pasar para saludarlo, de viaje para Buenos Aires y sin avisarle, era el hijo el que parecía estar más sorprendido que el padre...
Las cosas lógicas, normales, el abrazo, largo y tendido, sin palabras, fuerte, muy fuerte... una mirada larga y recíproca, las voces sobre la mesa, el tinto descorchándose, ya buscando algo para ir armando el fuego... Arrimando lo que fuere, que esté seco, que haya permanecido seco...Aunque las humedades y las gotas recientes de la lluvia sigan pendiendo del techo de los cielos, en estos casos un asado es religión. Un asado de a dos, compartido, el vino en la mesa, el pan casero, el queso y salame para ir haciendo boca... Algunas aceitunas si hay, mejor... Mientras, el asador va armando la brasa y la charla arremete y continúa... La vida, hijo, nos pasó la vida... Tengo el ciruelo plagado de frutas, pasa que con este viento deben de haber quedado algunas nomás... la quinta es un primor y es lo primero que hago al levantarme... me vuelven loco las hormigas pero bueno, es mi lucha... Alicia ya consiguió el cargo titular en Comodoro, le mejoran el sueldo y empieza a correr la antigüedad... los chicos, grandes, traviesos.... Ramiro rompe todo y se pelea siempre en el jardín y Mariela es la mejor alumna del tercero... Un primor... la mejor compañera también... Habrá que ver a quién salió... Realmente tengo mis dudas. Nadie de la familia se distinguió ni por su inteligencia ni por su solidaridad pero esta parece que sí... Che, ¿será de la familia? A veces la veo y me parece increíble que sea hija mía... Mandan saludos y acá te mandó un pullover... te lo tejió como pudo y de memoria porque hace tanto que no nos vemos... ¿Sabés algo de mamá? Debe de estar de viaje... Ella siempre pataperreando por ahí con alguna amiga del Centro de Jubilados... ¿Vos cómo andás? ¿Fuiste al médico? A mí me descubrieron una hernia de disco... ja, con lo bien que me viene... estuve casi sin poder moverme dos meses... ahora más o menos ando, pero... cada vez peor... el camión me va reventando la estructura, pero bueno, es lo que hay... Decir que Alicia consiguió el cargo titular... Sino... No sé qué haríamos...Tercero de la primaria quedó...
La puerta, el sonido de la puerta. El adiós hasta nunca y el fuerte abrazo... Es hasta nunca... Los deseos guardados en el último brindis... No hubo postre. No hizo falta.
Estás grande, Martín. Ya sos un hombre. Quisiera tener los nietos cerca. Me hicieron falta en estos años. Pero mejor... A veces siento los dolores, en el medio de los huesos y en el centro de la cadera y me pregunto, ¿cuanto tiempo más voy a aguantar? Hasta que el cuerpo diga basta... Si acá tengo mi mundo, mi pedazo de tierra, mi casa... El día que venga la Parca le abriré la puerta y tomaremos mates y hablaremos de la vida...En fin, como todos, como todo el mundo. Mi vida es mía, mi casa también. Acá estaré esperando, el día que ella llegue... Seremos grandes amigos, como todos... Ya no nos queda otra...
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